Capítulo 3 (antiguo 2)

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El despertador sonó haciéndome gemir con frustración, no había pegado ojo en toda la noche, solo a mí se me podía ocurrir ponerme a cenar tacos super mega ultra grasientos y llenos de frijoles a las doce de la noche. Claro, todo lo que entra tiene que salir, así que practicante me pase la noche pegada a la taza del váter con un dolor de estómago infernal lo que me hizo plantearme agarrar un cuchillo y sacármelo.

Me di una ducha para intentar despejarme, pero fue como si no hubiera hecho nada. Me sentía como si me hubieran pegado. Me agarre el pelo en una coleta alta, ya que no tenía ganas de peinarme, me puse unas medias negras junto con una camiseta de cuello alto negra y encima un vestido marrón con un estampado de guingán acompañado de unas botas militares negras. Podría encontrarme mal, pero el estilo no había que perderlo, un pensamiento similar tenía una amiga de la universidad a la hora de vestir para hacer un examen porque tonta y fea el mismo día no se podía permitir.

 Bostecé mientras contestaba algunos mensajes, mis padres se dedicaron a mandarme fotos de mis sobrinos, tenía claro que mi hermano y su mujer sí que sabían hacer bebés porque menudos críos, no sé cómo no los ponían a hacer anuncios porque convencerían a cualquier persona de comprar cualquier cosa, de eso no tenía duda, además de que podrían sacar mucho dinero.

Cuando llegué a la oficina me dejé caer en la silla y suspiré mientras me llevaba las manos a la cara y cerraba los ojos.

—Buenos dí..aaaahh— terminó por gritar Killian cuando levante la cabeza— Joder, ¿te encuentras bien?

—¿ Que tan mal me veo, Hook? Sé sincero —me apreté las mejillas y me palpe la frente en busca de alguna señal de tener fiebre.

—A ver, ¿sincero del todo? o ¿prefieres que te mienta?

— Si, por favor, bueno... no espera miénteme — levantó una ceja— vale, dime la verdad

— Das miedo mucho miedo, entre tu cara que ya de normal es salida, pero hoy no  tiene color, joder, y las ojeras negras. Aparte de los ojos que parece que te has fumado unos diez porros antes de venir y tus labios que están literalmente morados y agrietado, podríamos decir que he visto cadáveres con mejor aspecto que tú en estos momentos

— Estupendo— Murmuré.

— Me dijiste que fuera sincero — dijo encogiéndose de hombros sentándose enfrente de mi

— ¡Era ser sincero, no arrastrar mi autoestima por el suelo!

La puerta se abrió dejándonos ver a Liz, la secretaría de Williams.

— Aida, el señor Williams te espera en su despacho , quiere que....— se calló cuando me miró abriendo mucho los ojos, se acercó a mí y colocó su mano en mi frente— Cariño, ¿estás bien?

—Si Liz, solo es que no he dormido nada y he estado algo indispuesta— me miraba realmente preocupada, era algo que no podía evitar, la mujer tenía cincuenta y muchos años y cinco hijos, el instinto maternal le salía por los poros —Dile a Williams que enseguida voy.

Asintió despidiéndose de Killian con una sonrisa y un beso en la mejilla quien no tardó en devolverle el beso, este hombre era todo un galán , hacía sonrojar a cualquier mujer y Liz no era menos, el hombre sabía lo que hacía

Me levanté de la silla estirando los brazos sobre mi cabeza intentando liberar el agarrotamiento que tenía en el cuerpo, me sentía como la mierda además de parecerlo, de eso no cabía duda.

—¿Qué crees que querrá el jefe?—Pregunté a Killian que me miraba divertido.

—Seguro que te despides, la semana pasada tarde y esta das miedo pareciendo un cadáver.

Una niñera a la españolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora