Epílogo

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Miraba atentamente la persona que estaba a unas cuantas mesas delante de nosotras.

Su cabello ahora marrón claro no le tapaba los ojos y me daba una estupenda vista de él.

Hablaba serio a través de su celular. Al parecer estaba un poco molesto.

Desde donde estábamos, no podía escuchar su conversación, pero al parecer era muy importante ya que no le hizo caso a la camarera que se inclinó hacia él.

Sonreí burlona.

Mi cabello negro caía sobre mi espalda haciéndome dar cosquillas en mi espalda descubierta. Tenía ganas de rascarme pero no podía alcanzar el lugar.

Lo vi dejar su celular y continuar con su comida.

Tenía el seño fruncido desde que había llegado.

Bueno, siempre tenía el seño fruncido.

Eso me hizo pensar que ahora era una persona madura, y que la vida lo estaba tratando bien.

Levantó su brazo llamando a la camarera para pedirle la cuenta.

Miré por un segundo a la niña que estaba a mi lado terminando de comerse su helado. Le acaricié el cabello, ella me sonrió.

Volví mi vista hacia donde estaba mirando.

Su celular volvió a sonar, se le formó una sonrisa en el rostro y contestó.

-¡Hombre! ¿Cómo has estado? - preguntó en voz alta haciendo que todas las miradas cayeran sobre él.

Siguió hablando, pero esta vez en voz baja.

Estaba muy curiosa. Realmente curiosa, pero no tenía de otra.

Se puso de pie y lo vi perderse en la inmensa luz de la calle.

Sólo esperaba que estuviese bien.

* **

Era miércoles y estaba recogiendo a Yoo Min del colegio.

Su largo cabello negro estaba trenzado. Tenía la mirada igual que una persona que un día conocí.

La pequeña me sonrió y me acarició la mejilla con sus manos.

Siempre hacía eso cuando me vía ida en mis pensamientos. Ella era una gran distracción para no pensar en mi pasado.

-¿Comeremos en casa? - me preguntó en voz baja sin quitar su gran sonrisa.

Negué con la cabeza y le sujeté su mano para empezar a caminar.

-¿Qué desea comer hoy, señorita? - pregunté sonriendo.

Ella se encogió de hombros y me miró.

-¿Qué desea comer usted? - cuestionó.

-¿Uh? ¿Yo? No lo sé. Lo que desea usted estaría bien. - respondí.

-¿Se puede almorzar helados? - preguntó con su mirada brillante como la luna.

Sus ojos marrones oscuros se entrecerraron mirándome atentamente.

Hizo un pequeño puchero. Sus ojos me pedían a gritos que respondiera un "Si".

Ella era buena para persuadirme, pero yo era mejor.

-¿Qué te parece si comemos pollo frito y luego te compro helados? - pregunté en un tono cauteloso.

-Uh... - se llevó la mano libre al mentir y fingió pensar.

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