Detención

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DAMNARE

—Deben saber que odio este tipo de comportamiento en mi clase y para que no lo olviden serán sancionados por todo un mes—dijo Snape furioso.

Intimidaba todavía más y eso que su aspecto de por sí ya era tenebroso.

—¡Oh vamos! debe estar bromeando —protestó Dean.

—Cierre la boca señor Russo —riñó Snape—Ahora, usted quedará al cargo del señor Filch y usted señorita Winchester con el prefecto de su casa, ellos les asignarán las tareas que deberán cumplir si no quieren que su castigo se extienda.

—¿Quién es el prefecto? —pregunté intentando hacer memoria, no recordé siquiera que había prefectos.

—Soy yo —Draco entró con superioridad, seguido por Filch.

Se pasó una mano por el cabello, desacomodándolo un poco. Caminaba como si fuera el amo y señor del mundo, de echo así se sentía.

—Vaya suerte —hablé para misma cruzándome de brazos. No quería estar a solas de nuevo con él, no después de lo de hoy.

Dean, que estaba de pie a mi lado lo escuchó y le dio una miradita rápida al rubio, curioso.

—Dime que su aspecto es lo único temible de él —escupió Dean cuando vio al viejo murciélago.

—Me temo que no —no pude evitar que se me escapara una leve risita cuando vi la mueca de horror que puso cuando lo repasó varías veces, como si no creyera lo que veía.

Pero casi la detuve cuando sentí la mirada pesada de Malfoy sobre nosotros, con su habitual gesto de enfado, sólo que ahora había algo más.

—Bien señores, aquí están, son ellos —dijo Snape dirigiéndose a Draco y a Filch—, llévenselos y pónganse de acuerdo para sus respectivos castigos.

—Así será, me encargaré de ser muy creativo con el mío —dijo la chillona y agria voz de Filch, mostrando una risa de oreja a oreja dejando ver sus horribles dientes mientras nos veía con anhelo.

Seguro estaba imaginándose como nos veríamos en medio de alguna celda oscura siendo torturados por él y su gata.

—Suerte —le susurré a Dean, dándole un leve golpe en su brazo con mi codo.

Apartó por fin la mirada de su verdugo y una sonrisa torcida sustituyó su disgusto.

—Ya borraré esa molesta sonrisita de tu rostro, Winchester —amenazó Dean guiñándome un ojo.

El profesor Snape me observaba con los ojos entrecerrados y casi podría jurar que había desconfianza, porque parecía que estaba intentando descubrir algo con sólo mirarme.

Luego de otro sermón nos dejó salir con nuestros respectivos carceleros a un lado. Filch arrastró a Dean por uno de los pasillos con algo de agresividad y entusiasmo al mismo tiempo.

Me quedé hipnotizada viendo el torpe y ridículo caminar del anciano hasta que escuché que Draco se aclaraba la garganta.

Por un momento olvidé que casi nos besamos, que lo reté y que estábamos solos. Mi estúpido corazón comenzó a acelerarse y se me formó un hueco en el estómago.

—Hoy me acompañarás a patrullar los pasillos —habló frío y desinteresado —Te veo en la sala común a las 11pm.

Me sorprendió un poco que no mencionara nada, aunque sea como una burla, algo propio de él, sólo parecía aburrido y lo preferí así.

—De acuerdo —respondí sin más, queriendo irme ya.

Draco regresó a donde Snape y yo tomé camino a mi habitación para dormir un poco, últimamente sentía que mi cuerpo se cansaba sin hacer nada.

Rotos🖤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora