La orden

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DAMNARE

Esperamos unos minutos más y bajamos para ver cómo estaba Hermione, pues según Harry, estaba llorando cuando se fue.

Buscamos por toda la casa y nada, hasta que a Ginny se le ocurrió salir, y ahí estaban, sentados debajo de un árbol, besándose.

Nos quedamos quietecitos en la entrada de la casa, asomándonos para asegurarnos de que lo que veíamos era real.

Fred le dio una bolsita de galeones a George de mala gana, mientras el otro sonreía satisfecho, echándole un vistazo a su recompensa.

—Se los dije, fue un buen plan — musitó George orgulloso.

—¡Adentro! —nos pidió Harry—. Hay que dejarlos solos.

Fred, George y yo nos quedamos embobados, hasta que el par restante nos jaló dentro a regañadientes.

—Esto no se ve todos los días —protesté al ser privada del pequeño espectáculo.

—Y espero que siga así —murmuró Harry incómodo—Si se la pasan como Ron con Lavender, vomitaré.

—Hermione no es Lavender —espetó Ginny—Así que puedes estar tranquilito.

—Yo sólo decía—Harry se encogió de hombros—No te enojes.

—No me enojé, sólo decía.

Ambos se quedaron viéndose por unos segundos hasta que Harry la apartó y comenzó a jugar con su varita como si fuera lo más divertido.

—¿Qué piensas de nuestro siguiente objetivo? —me susurró Fred, dándome un ligero codazo.

—Ginny no caerá en sus trampas, aunque Harry...

—¿Subimos Damnare?

Ginny nos interrumpió y no tuve más remedio que ir con ella a la habitación, dejando al par diabólico con Harry.

Esperamos un rato a Hermione, pero nos quedamos. Ni siquiera estaba en su cama cuando despertamos.

Bajamos a desayunar, y se formó un silencio incómodo al ver bajar a Ron y Hermione, sonriendo y secreteándose quien sabe qué.

Todos los ojos estaban puestos en ellos, y Granger bajó la mirada al darse cuenta, al igual que Ron. Se acercaron a la mesa y se sentaron lejos el uno del otro, nerviosos.

Los implicados en el plan intercambiaron miradas y sonrieron con complicidad.

—¿Qué tal pasaste la noche querida? —preguntó cálidamente la señora Weasley mientras se servía un poco de puré, quien acababa de entrar a escena y no se enteró de nada.

—Muy bien, muchas gracias —respondí animada.

—Me da gusto —habló con una gran sonrisa.

—Pero creo que otros la pasaron mejor —interrumpió Fred mirando a sus víctimas, ocasionando que Ron se atorara con el pedazo de tostada que tenía en la boca.

Comenzó a toser e intenté contener una risa. Quien no se contuvo fueron George, Fred y Harry, se carcajeaban mientras el pelirrojo luchaba por no morir.

Ginny negaba con la cabeza y Hermione se ponía roja de la pena. El señor Weasley se sentó, observándonos sin entender nada.

—¿Estás bien, Ron? —le preguntó ligeramente preocupado.

—Mejor que nunca —se adelantó George y ahí dejé que mi risa fluyera sin limitaciones, contagiando a Ginny, quien parecía culpable al mismo tiempo.

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