Capítulo 12

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—Harika Montes. —pronunció Henry, ladeando una sonrisa.

Mís brazos cayeron a los costados y permanecí estática, en silencio, con la garganta seca y un nudo creciente en mí garganta. El de verdad estaba allí, Henry, el chico de ojos grises y sonrisa encantadora del que un día me enamoré.


Pero que después se convirtió en mí peor pesadilla.

Solté el aire que llevaba acumulando,
a pesar de estar conciente de que todo podía pasar, del peligro que significaba tenerlo allí, quise aferrarme y creer que el no me haría daño. Que se había sensibilizado y que quizás había vuelto a ser el mismo de antes, aunque su apariencia me decía que el aún no lo había superado. Sus ojos estaban opacados, su pálido rostro, el rojo intenso de sus labios. El se veía lamentable, estába destrozado, sufriendo y probablemente muriendo, su delgadez era muy notoria.

El se aferró a la marca que ella había dejado en el. Y eso lo estaba matando.

Henry perdió la cordura después de lo que pasó.

Ella lo destruyó.

Como a todo lo que tocaba.

Bufo, al no obtener respuesta de mí parte.

—Es irónico que después de todo me sigas mirando así —dijo, acortando la distancia. Su voz gruesa, seca y áspera me puso los bellos de punta «el no va a lastimarte, no aquí» me repetí consciente de que estaba cayendo al abismo.

¿Por qué mierda había salido?

—Es irónico que todavía no me hayas matado. —farfulle, apretando los dientes.

Soltó una risa sin gracia.

—No puedes matar algo que ya está muerto Harika, o mejor dicho, algo que no existe —respondió, con calma, trague saliva comprendiendo a que se refería—, aunque la verdad pensé que serias más lista, digo...

Oculte mis emociones y le demostré nada más que seriedad.

—Pensé lo mismo de ti —lo interrumpí—, pero también me equivoqué. Perdiste mucho tiempo enviando mensajes. Me decepcionas Henry.

—No, hermosa, yo no pierdo el tiempo. Preparo el momento perfecto y ataco, sorpresivamente —sus ojos se posaron en los míos, el los contempló con el ceño fruncido—, siempre me han disgustado tus ojos cafés, los suyos eran verdes ¿lo recuerdas?, unos bonitos ojos verde esmeralda... esos ojos no merecían...

—¿Que quieres de mí, Henry?

Arqueo una ceja y sonrió de manera macabra.

—Tú, sabés muy bien lo que quiero —demandó, de pronto sus ojos abandonaron los míos para fijarse más allá, luego exhalo—. Fingir demencia no te va muy bien, pero a mí tampoco y para lo que planeo te necesito cuerda, así que no está en mís intenciones jugar con tú mente. —hizo una maniobra con sus delgados brazos y luego se dió vuelta—. Tendrás noticias pronto.

Y sin más, se adentró en el bosque y se marchó. ¡Se marchó!, ni siquiera me dejó decirle ni la mitad de las cosas que hubiera querido, ni siquiera fuí capaz de tomar el control y enfrentarme a el sin refugiarme en el sarcasmo.

Me quedé observando el camino, el lugar por donde despareció, impactada al borde del colapso y temiendo a sus palabras.

«Esto no va a terminar bien.»

Trague saliva e intenté que mí respiración se normalizara antes de volver a la casa. Una persona se me acercó por detrás, y ahí entendí a Henry y su repentino interés en irse, el ya había visto que alguien se acercaba y no quería exponerse. Aleje las ganas de gritar y llorar de impotencia, ahora era yo la que no debía exponerse. Y en el fondo supe que eso había sido lo mejor, que el se hubiera marchado y quizás era lo que yo también debía hacer. Irme de una vez por todas.

Fugitiva [Pausado Indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora