Katniss

287 33 1
                                    


No habíamos estado en Austin durante más de seis horas antes de que alguien hubiera visto los moretones. Y no cualquiera, sino el primo de Gale, nuestro nuevo compañero de cuarto, y el chico que no dejaba cada uno de mis pensamientos de vigilia. Le dije a Gale que no se lo dijera, permitiéndole hacer su propia hipótesis, pero, por supuesto, Gale no me había hecho caso y le había dicho mucho más de lo que debería. No lo podía culpar, sin embargo, lo había hecho guardar un secreto que ningún chico debería tener que guardar. 

Sé que pensaba que estaba durmiendo, pero aunque lo hubiera estado, Peeta gritándole a Gale, o Gale regresando a nuestra habitación para abrazarme y decirme cuánto lo sentía mientras lloraba, me habría despertado. Había aprendido hacía mucho tiempo que si lloraba, todo me golpeaba más duro hasta que finalmente se detenía, por lo que me había convertido en una maestra en callar mis emociones. Pero sabía que si hubiera abierto los ojos al verlo llorar, sin duda habría roto esa pared y hubiera llorado allí mismo con él. Así que me quedé completamente inmóvil, con mis emociones acalladas y con los ojos cerrados, mientras Gale lloraba hasta quedarse dormido. Una vez que Gale se fue a la ducha a la mañana siguiente, me deslicé en la cocina para empezar a hacer un poco de café. Habíamos pasado muchas noches sin dormir a lo largo de los años, por lo que ambos habíamos comenzado a beberlo temprano, y me alegré de que ahora no tuviera que agarrar una taza extra para mí, ya que sus padres no sabían exactamente que me había alojado por la noche todos esos años. 

Cerré la puerta sin hacer ruido y volví de puntillas por los pisos de madera cuando vi a Peeta, y mi corazón al instante saltó de su ritmo. Estaba vestido sólo con pantalones cortos de jersey y zapatos, su cuerpo todavía brillaba por el sudor. Dios, se veía increíble, y mi aliento por lo perfecto de su cuerpo y rostro se atoró. Apenas lo había vislumbrado sin camisa la última noche antes de que Gale me hubiera atrapado mirándolo fijamente, y ahora no podía hacer que mis ojos miraran hacia otro lado.

—Buenos días. Mis ojos finalmente se movieron para encontrarse con él. A la luz y tan cerca, pude ver las motas doradas esparcidas por todo el verde de sus ojos. Eran los ojos más hermosos que jamás había visto.

—Buenos días Peeta. —¿Cómo, eh... cómo estás hoy? Suspiré y me acerqué a la cafetera.

—Sé que él habló contigo, pude oírlos anoche. No quiero que te sientas torpe alrededor de mí ahora, por lo que sabes. 

—Katniss, esas cosas nunca debieron haber sucedido. Tendría que habérselo dicho a alguien. 

Me volví para encontrarlo justo frente a mí. 

—Le hice prometer que no lo haría. 

—Bien, no debería haberte escuchado. 

—No lo entiendes, Peeta. Tú no estuviste allí. No podía dejarlo

Sus ojos se estrecharon. 

—No, yo no estuve allí. Pero si lo hubiera estado, habría hecho algo la primera vez que pasó. ¿Por qué no dijiste nada la noche en que la policía apareció?Negué con la cabeza, no había razón para tratar de hacerle comprender. Peeta puso una mano a cada lado de mi cara y se acercó más. Te juro que pensé que iba a besarme, como anoche, y no importaba que apenas lo conociera, quería que lo hiciera.

—No te lo merecías, Katniss, lo sabes, ¿verdad? —Lo sé. Antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba haciendo, me rozó la cara golpeada de nuevo y recorrió con su pulgar una cicatriz causada por el vaso de Jeff. Mi cuerpo se tensó al instante y los ojos de Peeta se oscurecieron mientras lo miraba. Lentamente apartó la mirada de mi cicatriz a mis ojos y habló en voz baja.

Desde las cenizas (EVERLARK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora