¿Qué sentido tenía despertar? Me seguían pesando y ardiendo los ojos. Intentar poner la mente en blanco era imposible, porque en cada intento se colaba tu nombre, tu rostro, tu ser, y eso me destrozaba una vez más.
¿Qué sentido tenía vivir? El solo hecho de pensar en que te tendría que despedir rompía todo en mi interior. Sé que no te gustaría verme así, pero tú ya no estabas allí y no volverías a estarlo jamás, y eso era desgraciadamente espantoso. No había palabras que llegaran a poder describir lo que sentía.
No quería ir, pero necesitaba ir.
Las ceremonias siempre me generaron rechazo, como esa vez en la que tuve que ir al casamiento de mi prima. Tener que elegir un buen atuendo, maquillaje, peinado, zapatos, y solo para un rato, porque son cosas que nunca más usarás. Pero, como siempre, tú estuviste allí conmigo e hiciste que todo fuera más llevadero y gracioso. Nos burlamos juntos de las tías solteronas, con sus (para nada sutiles) escotes hasta el ombligo y maquillajes exuberantes. Inventamos historias sobre las imágenes que decoraban la iglesia y nos reímos en silencio cuando a la novia se le enganchó el vestido en el zapato.
Pero esa ceremonia no sería como aquella, ni siquiera se le parecería y tú no estarías. Bueno, sí lo harías, y eso era lo más doloroso de todo.
Me levanté, muy a mi pesar, tomé un vestido negro del ropero y me metí a la ducha. Cuando salí del baño, lo que me mostraba el espejo era una imagen totalmente desastrosa: ojos hinchados, ojeras, piel pálida que resaltaba aún más culpa del vestido. La Aylén que veía no tenía nada en común con la que se podía ver en la fotografía que se encontraba sobre la mesa de luz. Esa Aylén irradiaba felicidad, con su vestido a lunares de colores y una sonrisa de oreja a oreja. Y, por supuesto, contigo a su lado, tomándola de la mano, con tus grandes ojos color avellana, cabello despeinado por el viento y observándome como si no existiera nadie más en el planeta.
Me recogí el cabello en un rodete, tomé mi cartera y hui de ese infierno a uno todavía peor.
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Llantos. Todo lo que escuchaba antes de entrar eran llantos y algunos susurros distantes, como si pronunciar una palabra en voz alta fuera un delito enorme. A ti no te gustaría para nada esta escena deprimente.
No quería entrar porque no sabía si iba a ser capaz de tolerar sus miradas compasivas y las palabras cargadas de dolor. Ya suficiente tenía que lidiar con mi propio sufrimiento.
Escuché unos pasos y, de golpe, apareció por la puerta Lu, tu madrastra.
—Oh, cariño. ¿Te encuentras bien? —Sí, su pregunta no pudo haber sido más ridícula, y a ti te hubiese causado gracia, como lo hacían siempre las palabras de Lucía.
—Hola, Lu. Sí, es solo que... estaba tomando un poco de aire fresco antes de entrar.
—Te entiendo, querida. Yo salía justamente a hacer lo mismo —El vestido negro que llevaba puesto no era para nada indicado para la situación que estábamos viviendo, pero Lu siempre vivió como en un mundo paralelo—. No quiero ni imaginar el dolor por el que debes estar pasando, pero quiero que sepas que cuentas conmigo para hablar o para lo que necesites. Seguimos siento tu familia.
No me salieron palabras para responderle, porque todo lo que se cruzaba por mi mente eran insultos. En todos los años en que te conocí, tanto ella, como tu padre, hacían todo lo posible por intentar creer que tú no existías, y ahora saltaba con eso. Ni siquiera el día de tu entierro era capaz de ser honesta y sincera.La miré, intentando poner cara de agradecimiento, y entré.
Todos allí dentro eran canillas abiertas sin fin. Yo ya había derramado todo el suministro de agua que tenía en mi interior y ahora solo quedaba la sensación de vacío.
A medida que avanzaba hasta ti, agradecí las palabras de consuelo con un ademán con la cabeza. Había gente que conocía, y algunas personas que no había visto nunca en la vida, pero todos parecían saber quién era yo, y eso me molestaba.Lo que me hizo partir del todo el corazón no fue ver el cajón cerrado, sino la imagen de tu madre, totalmente desconsolada, sobre él. No seré capaz de comprender nunca ese dolor (y espero nunca tener que afrontarlo), pero si el mío era realmente insoportable, el de tu madre debía ser insufrible.
Cuando me vio, se abalanzó a abrazarme.—Que me lleve a mí. No lo tolero, Aylu, no lo tolero. Quiero que él regrese y me lleve a mí en su lugar. Que me lleve a mí.
No dije nada, no pude decir nada. No había palabras que le devolvieran a su hijo, ni a mí a mi todo.
Nos quedamos unos minutos así, compartiendo el dolor de la otra en silencio, en un abrazo eterno. Cuando nos separamos, pude ver en su rostro lo mismo que vi más temprano en el espejo: alguien a quien jamás había conocido, alguien que dejó de ser y sigue siendo, sin ser.
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Me dieron una rosa para que tirara sobre tu cajón antes de que comenzaran a tirarle tierra encima. Si te conocieran más, como yo, sabrían que nunca te gustaron las flores muertas. Siempre me regalaste plantas en macetas, vivas, porque un ramo de flores era como regalarme algo muerto, como llevarme un kilogramo de carne de vaca como regalo. "Las cosas muertas no son para regalar, son para recordarlas o comerlas", eso me dijiste una vez y, como siempre, tenías razón.
No entendía cómo era posible que hacía dos días estabas almorzando conmigo y, en ese momento, te estuviéramos enterrando, como si tu cuerpo no tuviera significado alguno ya, como si fuera un hueso que un perro esconde para después.
Todos seguían llorando, pero en mí no había más lágrimas. El dolor y la furia cubría todo, tu ausencia llenaba cada recoveco de mi interior y solo pensaba en tirarme al agujero en el suelo y dejarme enterrar junto a ti.
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¡Queridos lectores! Espero que les haya gustado este primer capítulo y que hayan tenido a la mano un paquete de pañuelos 🤧
Estoy ansioso de que sigan leyendo esta desgarradora historia y que puedan sentir en primera persona lo que se siente tener que convivir con una pérdida.Pero, antes de continuar, me gustaría agradecerle a Alejandra5Valera por haber realizado la bellísima portada para esta novela 💜 Supo captar al instante toda su esencia y también adaptarse a mis peticiones. ¡Más gente así en el mundo, plissss!
Ahora sí, a seguir leyendo las desgarradoras páginas de esta historia.
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MIS DÍAS SIN TI ©
Teen FictionCuando sufrimos una pérdida, todo parece oscuridad. La vida de Aylén se sume en una infinita depresión tras la muerte de su mejor amigo, el amor de su vida, su único sostén. Desde ese día, deberá aprender a salir adelante con su dolor. Pero no esta...