ANTES

10 2 0
                                    

La joven pareja estaba muy indecisa, me recordaba mucho a Benjamín y a mí. Se acababan de mudar y querían decorar el living de la casa. Ella buscaba un cuadro de surrealismo contemporáneo, con colores fríos; en cambio, a él le llamaban la atención los colores vivos y el arte abstracto. Estábamos yendo de un lado a otro mientras destacaban lo mejor de cada uno cuando algo llamó mi atención: en la vidriera principal había una persona observando el interior. Al ver con más detenimiento, pude darme cuenta de que se trataba de un hombre y, ese joven, no era ni más ni menos que Benja. Me estaba viendo con mucha atención, como si yo fuese parte de la galería, una obra que se podía apreciar de diferentes formas. Su presencia me estaba haciendo poner nerviosa, así que le hice señas para que entrara. Para mi sorpresa, le hizo caso omiso a mi invitación, ni se inmutó. Se quedó allí, de pie, mientras yo paseaba por toda la galería con la pareja indecisa. Lo miraba de reojo, implorándole con mis caras para que dejara de hacer eso que hacía, sea lo que fuera, y me dejase trabajar en paz. Cuando logré convencer a los enamorados de que se llevaran ambos cuadros (uno para colocar en el living y, el otro, en su habitación) Benja se dignó a entrar.

Nos saludamos cordialmente, a la distancia, y se fue a deambular por la galería. Al irse la pareja, lo fui a buscar.

-¿Qué estabas haciendo allí afuera? -le dije, indignada.

-Estaba observando a la obra más hermosa y preciada de toda la galería. Pero me informaron que no está en venta. -Su voz era calma y un poco juguetona, y sus ojos avellana brillaban gracias a la luz del lugar.

-¡Me has hecho poner muy nerviosa! Te detesto.

-Ambos sabemos que eso no es verdad, no puedes vivir sin mi molesta e irritable presencia en tu vida. -me dijo, usando su tono molesto e irritable, pero sabía muy bien que tenía razón.

Era tan habitual en él hacer ese tipo de cosas, aparecer de la nada, idear planes nuevos, querer sacarle una sonrisa a todo el mundo. Cada día que pasaba me preguntaba qué veía en mí para estar a mi lado; podía tener a la mujer que quisiera, pero había sido yo la elegida.

Cuando comenzamos a salir, yo pensaba que iba a ser algo de poco tiempo, no tenía la suficiente confianza como para creerme que me prefería a mí antes que al resto. Al ir pasando los días, pude descifrar más en profundidad su interior, y ahí descubrí que no era para nada superficial, todo lo contrario. Más allá de mi aspecto físico, me confesó que le gustaba de mí que, a mi edad, a diferencia del resto de las chicas que él conocía, estuviera trabajando. Que eso demostraba que era una persona madura. Mientras sus amigas preferían pasarse el rato bebiendo o con amigos, yo usaba ese tiempo para trabajar. Y se quedó más impactado cuando le dije que lo hacía para poder cambiar mi cámara.

-¿Cómo es que aún no sabía lo de las fotografías? -me dijo él cuando le conté lo de la cámara-. ¿Tienes algunas para que vea?

-No, no tengo aquí -le respondí-. Es que muy poca gente sabe sobre eso, mi familia y las personas que me han visto con cámara en mano.

-¿Y por qué no te dedicas a eso a tiempo completo? -Estábamos en el bar, ya habíamos cerrado, pero yo me encontraba haciendo la cuenta semanal para ver si estaba todo bien.

-Necesito una cámara mejor, y no creo ser lo suficientemente buena para eso. -Su compañía me agradaba, pero no estaba dejándome concentrar y tuve que rehacer algunas cuentas varias veces.

-Uno nunca se creerá lo suficientemente bueno para algo, porque todos somos demasiados perfeccionistas. Pero la perfección no está en lo que nosotros mismos veamos, sino en cómo ven los demás las cosas -Sus razonamientos tan profundos siempre me dejaban boquiabierta-. No puedes apreciar de la misma forma que yo algo que para ti no tiene valor alguno, pero que, para mí, es lo mejor del mundo.

-¿Por qué no estudias filosofía, o algo por el estilo? -le pregunté, estaba segura de que le iría muy bien en eso.

-Porque en la vida no todo es como uno quiere, Aylu. Algunos pueden más, otros menos. Yo me conformo con intentar ser feliz y hacer feliz a los demás.

Me enamoraba, todo en él me enamoraba cada día más, y eso asustaba. Tenía razón en lo que decía, para mí él era perfecto, era la perfección que necesitaba en mi vida, pero eso no significaba que para todos fuera así. Saber que me estaba enamorando no me alegraba, me hacía pensar en lo que eso provocaría en mi vida. Cuando uno se enamora, todo deja de ser como era, o como creía que era, y se torna peligroso. ¿Qué pasaría si él no me amaba, y si dejaba de hacerlo, o si, de golpe, desaparecía? Todo lo que sentía, lo que había construido, pasaría a desvanecerse causando mucho dolor.

MIS DÍAS SIN TI ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora