Todo estaba realmente más jodido de lo que pensaba. Yo estaba más jodida de lo que creía. A veces las cosas parecen marchar bien, hasta que uno vuelve a caer en la realidad, y mi realidad era que tú ya no estabas.
Me desperté atormentada por el sueño, o pesadilla, que había tenido. Estábamos juntos en esta cama, en nuestra cama, y me contabas cosas alegres que ya no recordaba, pero uno nunca es capaz de recordar todo lo que sueña. La luz solar entraba por la ventana y alumbraba tu hermoso rostro. Todo era perfecto, jodidamente perfecto. Pero, cuando me tocaste, no te sentí, y todo se derrumbó. La luz pasó a ser oscuridad, tu rostro se desvaneció lentamente y ya no estabas. En tu lugar, había una figura que no lograba distinguir, y yo sentía frío y dolor. Quise gritar, moverme, huir, pero no pude, mi cuerpo estaba estático, paralizado, inservible. Cuando al fin logré moverme, desperté con un grito ahogado. Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro y el dolor en el pecho era intolerable. No podía dejar de pensar en ti, en tu rostro, en lo vivo que se te veía en el sueño, en que quería poder tenerte aquí, conmigo, una vez más. No era capaz de detener las lágrimas y el deseo de gritar, de que con cada grito se fuera una parte de mí que ya no existía. La soledad se sentía tan presente que hasta parecía palpable. Te necesitaba allí, conmigo, que me abrazaras y me dijeras que todo iba a estar bien.
Me levanté de la cama, muy a mi pesar, sin querer salir en todo el día. Pero debía ir al trabajo. Maldita sea. Me dirigí al baño y me topé con tus cosas: la crema de afeitar, tu desodorante antitranspirante, el gel para el cabello que usaste una sola vez, pero que guardabas por si surgía otra ocasión para usarlo, la crema para la alergia que te ponías cada vez que andabas nervioso y se te brotaba la piel, el esmalte de uñas negro que te compraste en aquella tienda en donde un niño quería uno y su madre no lo dejaba objetando que esas cosas eran para niñas y tú, como nunca pudiste quedarte callado, fuiste y le dijiste que no hay cosas para niños o niñas, que tú usabas, y tomaste uno (nunca lo usaste). No estaba de ánimos para convivir con eso, no estaba de ánimos para afrontar tus cosas, no estaba de ánimos para rememorar tu recuerdo a cada paso, a cada instante. Todo el departamento me gritaba tu nombre, me recordaba el maldito sueño que había tenido y que nunca más volvería a verte. Me observé en el espejo, pero me reflejaba solamente a mí, tú no estabas, y no lo toleré. Mis manos eran dos puños cerrados, bien apretados, conteniendo toda la ira de mi interior y, sin pensarlo, le di un puñetazo al espejo, el cual se partió en muchos pedazos derramando mi sangre por todo el lugar.
No sentía dolor, no sentía nada más que bronca y furia. Abrí la canilla y metí mi mano debajo, dejando que el agua corriera lentamente llevándose con ella la sangre. Cuando me relajé un poco, observé que no tenía heridas graves, eran todas cortaduras superficiales. Derramé un poco de agua sobre el lavamanos para que se fuera la sangre y fui en busca del botiquín.
No me creía lo que había pasado, y pensé en que iba a tener que dar una excusa en el trabajo de porqué iba vendada. Todo era culpa de ese sueño y de tu partida. No me quedaban ya fuerzas para lidiar con una vida así, sufriendo día tras día, luchando para salir adelante sin querer hacerlo. Me habías dejado hundida en ese mundo de mierda y te fuiste sin siquiera despedirte. No me diste razones suficientes para querer continuar viviendo, porque todos mis planes eran contigo. Una vida sin ti no tenía futuro ni claridad.
De repente, escuché un golpe en la puerta de entrada. No habían tocado el timbre, así que debería ser el encargado del edificio. Aún llevaba puesta la ropa con la que había dormido, y mi mano comenzaba a arder. Nuevamente golpes. Sin muchas ganas, fui a abrir.
-¿Aylén? Soy yo, Eva -me dijo ella antes de que pudiera abrir-. Sé que estás dentro, ¿te encuentras bien?
Maldita sea, no me quedaba otra que recibirla.
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MIS DÍAS SIN TI ©
Teen FictionCuando sufrimos una pérdida, todo parece oscuridad. La vida de Aylén se sume en una infinita depresión tras la muerte de su mejor amigo, el amor de su vida, su único sostén. Desde ese día, deberá aprender a salir adelante con su dolor. Pero no esta...