Capítulo 3

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Sus manos estaban atadas y no tenía forma de moverse, de hecho, lo habían apaleado hasta tal punto que apenas podía mantener la conciencia. De no ser por el hombre que estaba a su lado dándole palmadas en la cara, Henry ya hubiera caído inconsciente hace mucho tiempo, claramente no le darían esa satisfacción. Su mirada estaba pegada al suelo. Henry estaba a varios metros, pero se podía notar claramente como uno de sus parpados, y al igual que sus prendas, habían sido desgarrados.

Henry estaba solo y no había ningún otro compañero a su lado. El único motivo en el que Erin podía pensar era en la cobardía de ellos o en la posibilidad que ninguno tuviese la suerte suficiente para haber sobrevido, posiblemente estarían en una zanja en este momento.

Los demás miembros de esa gente esperaban pacientemente fuera de la casucha. Alguno de ellos se les notaba relajados, otros tenían el arma lista para cualquier enfrentamiento, lo que si tenían claro era llevarse a Kotomi y hacer lo que sea por cumplir su objetivo.

Erin se apresuró en levantar a Kotomi por el brazo, fue un movimiento tan brusco que sintió que le iba a desprender el brazo con tal brutalidad. Tomaron las pocas pertenencias que llevaban consigo, listas para partir. Cuando abrieron la puerta de la habitación, Vieron a Aby a unos pasos de la entrada, junto a Louise, quien espiaba por la ventana. Se escucharon varios golpes en la puerta, ordenaban que abrieran la puerta en ese mismísimo segundo. Aby parecía aterrada, mientras que Louise estaba listo con su escopeta en sus manos.

-Serían tan amables de abrir esta puerta para poder conversar, ¿por favor? -vociferó uno de los hombres. -Estamos buscando a una chica joven junto a una mujer de unos treinta y pico de años.

-Apártate de la puerta, Aby, no compliques más las cosas -advirtió Louise.

-Salgan por detrás -dijo Aby ignorando a su marido. -es un terreno difícil, pero si tienen suerte, lograran huir por el bosque. -Aby meditó un segundo, para entonces agregar. -No conocen las montañas, ¿verdad? Hay un camino marcado que los guiará. Si mi memoria no me la juega, debería haber un pueblo bastante cerca.

-Conocemos ese lugar, ahí es donde nos dirigíamos. -Confesó Erin.

-Gracias por todo, Aby, de verdad. -Dijo Ktomi.

Las chicas asienten. Erin tomó la mano de Kotomi por segunda vez y tiró de ella con fuerza. Dio grandes zancadas atreves de la sala. Louise se contuvo lo más que pudo, por su mujer, pero sabía que era una mala idea. En cualquier momento esa gente entraría y los torturarian hasta su muerte si no les decían la verdad. Estaba hecho, Louise decidió romper su promesa con su mujer, y se dejó consumir por su deseo de vivir a toda costa, de proteger a su mujer, aunque ella no lo aprobará. Las paró en el acto cuando las amenazó con su escopeta de doble barril.

-No se van de aquí. -sentenció. -No entregaré mi vida por ustedes, ni la de mi mujer.

Mientras, el hombre en la puerta seguía insistiendo. En cualquier momento derribarian a la puerta y si perdían el tiempo, los matarían a todos.

-No quiero ser grosero a estas horas de la mañana señora, pero puedo oírlos claramente ahí dentro. Les daré cinco minutos de reloj para que abra la puerta, de lo contrario tendremos que reducir este lugar a escombros.

Louise pudo ver a su esposa, segura de sí misma con su decisión, y aunque le estaba dando esa aterradora mirada, se atrevió a desafiarla, mirándola a sus claros ojos.

-Aby, esta chica no es tu hija. Sacrificar tu vida para tratar de enmendar tu conciencia no hará que Lucy regrese. -dijo Louise. -Lucy está muerta, y eso no va a cambiar.

-Cómo lo sabes -Susurró Aby con los ojos aguados. -Cómo puedes decirlo tan seguro. Te comportas como un macho, pero la verdad es que no has tenido el coraje para salir a buscarla.

KotomiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora