Capítulo 6

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Al otro lado del edificio, Erin arrastra un cuerpo con dificultad, evitando las ráfagas de los miembros de esa gente. Detrás de ella estaba Piero que corrió lo más rápido que le permitieron sus piernas. Se deslizó por varios metros, apoyando su mano donde tenía el arma al suelo y se puso a cubierto, no sin antes tomar bruscamente el brazo de Erin, obligándola a soltar el cuerpo. El hombre le extendió la mano a Erin esperando que lo ayudara, musitó un par de palabras, pero inevitablemente murió al recibir múltiples disparos en el pecho. Erin se recostó en la pared y la tenue luz de la luna se reflejó en las gotas de sudor y sangre que tenía en su frente. Sus manos están cubiertas de sangre, pero no de la suya.

-Lo hubiéramos podido salvar, Piero, lo sabes. -Le reprendió.

-No vale la pena arriesgar vidas por cadáveres. -Se excusó Piero.

Su camiseta estaba completamente empapada, haciendo que se volviese más pesada y se le pegara al cuerpo. Ambos estaban agotados y no sabían cuanto más podrían seguir. Piero no pudo evitar mirar a Erin, su rostro presentaba su cejo fruncido, pero sus ojos no podían mentir. Años habían pasado desde que la había visto por última vez y aunque las cosas hubiesen terminado, dejarla morir no era una opción. Tras percatarse de esto, Erin volteó su mirada rápidamente. Guardó el arma en el pantalón y se levantó antes para poder ayudar a Piero a reincorporarse.

-Vamos, compañero, tenemos trabajo que hacer. -exclamó Erin.

-¿Compañero?

No habría respuestas para esta pregunta. Se abrieron paso por el pasillo, que era uno de las pocas rutas que llevaban al cuarto de control sin necesidad de salir del edificio, pero la desventaja era su gran número de ventanas, y por lo que le había pasado a Rufus, lo mejor fue ir con paso prudente.

-¿Esto no te recuerda a cuando solíamos trabajar juntos? Fue una buena época cuando contábamos con tu fuerza. -Notó Piero.

-¿Por qué le pones toda esta carga a Iván? -Interrumpió Erin. -Es un niño todavía.

-El chico tiene dieciocho años, en algún momento tendrá que poner en práctica todo lo que le he enseñado. -Indicó.

-Solo vas a hacer que muera más gente, y todo por un mensaje, como siempre lo haces. -Soltó finalmente. -No más palabras hasta que sea necesario.

Erin esperó más energía por parte de su compañero, pero de un momento para otro este se quedó en silencio. Volteó la mirada y vio como lo estrangulaban en el suelo. Ella estaba lista para ayudarlo, sin embargo, fue detenida por otro miembro de esa gente que entró por una de las ventas. Arremetió con tal fuerza que quedó plasmada en la pared del pasillo. El golpe en la cabeza fue tan fuerte que la obligó a retroceder. El hombre le apuntó, pero giró sobre sí misma y le apartó el arma con una patada, para entonces acabarlo con múltiples disparos al pecho. Erin aún no había acabado, con su mano libre encendió su linterna, y reposándolo sobre el arma, apuntó al pasillo. Reveló a otro hombre escondido en la oscuridad, al que eliminó en el acto. Lo mismos trucos ya no funcionarían con un ex miembro de esa gente. Mientras tanto, Piero finalmente se había encargado de la amenaza, y por segunda vez Erin le ofreció la mano.

-Eso te tomó un poco de tiempo. -Bromeó Erin. -Supongo que si es cierto que se están volviendo débiles.

-¿Podrías acabar con eso? Hay gente muriendo en este momento. -Contratacó Piero.

-Lo sé, por eso no dudo en aprovechar cualquier momento para echarte la culpa. Unirte a un grupo rebelde ha sido la decisión más estúpida que has cometido en toda tu miserable vida, asique no dejaré de recordártelo.

Piero sintió un fogonazo en su pecho y no sabía cómo descargarlo, más que de la única forma que sabía hacerlo. Alzó su puño y Erin solo esperó paciente. El golpe nunca llego a recibirlo, en su lugar, Piero golpeo a la puerta. El tenía la certeza de que era mejor que ella y no volvería a caer en lo que el consideraba errores, errores que tenían en común. Ambos se miraron fijamente durante un momento, hasta que Piero apartó la mirada y abrió la puerta, para darle paso a Erin. Ella se lo agradeció con la menor cantidad de palabras posibles y entonces ambos se dirigieron al centro de control donde manejaban la energía.

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