《dos》

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El infierno no es lo suficientemente grande para dos demonios iguales.

Ámbar.

Observé con desprecio mi reflejo en aquel fragmentado espejo, aquellas palabras que Alfredo me había dicho calaron en lo más profundo de mi mente "Deberías ser más como Luna"

Yo no era para nada cómo Luna, ni en mi actitud, ni en mi caráter, ni siquiera en mi apariencia, yo era completamente diferente a la méxicana insoportable

No era castaña, era rubia

Mis ojos no eran verdes, eran azules

No era baja y voluptuosa, era alta y de curvas delicadas

Entonces ¿Qué era lo que estaba mal conmigo? ¿Qué había de malo en ser yo? ¿Me querrían más si fuera como Luna?

No, no había manera en el infierno de que yo fuera como Luna.

¿Por qué mierda le daba tanta importancia a aquello? Alfredo ni siquiera era mi familia, no era nadie en mi vida, sin embargo quería encajar, quería sentirme apreciada aunque fuera por unos instantes pero si eso significaba tener que ser como Luna entonces prefería que me siguieran odiando y apartando como la oveja negra

De ningúna manera dejaría de ser como era, sentía que ya había encontrado mi personalidad, esa que siempre había cubierto con capaz superficiales como la "Perfección" No, ya no estaba ni cerca de ser perfecta, había dejado de disfrazar mis palabras y ahora no me interesaba si llegaban a herir o lástimar, ya no callaría lo que pensara solo para complacer a los demás

El sonido de la puerta siendo tocada me trajo a la realidad sacandome del pozo de mis pensamientos, fruncí mi ceño dirigiendo la mirada a esta sin intenciones de abrirla.

No tenía las ganas ni los ánimos de verle la cara a nadie de los que se encontraban del otro lado de esta habitación

—Ámbar, sé que estás despierta. —su voz me hizo entreabrir los labios para soltar un leve jadeo ¿Por qué siempre él tenía que llegar y alterar todo? ¿Por qué siempre debía ser él? —¿Podemos hablar? Por favor —

Cerré mis ojos con fuerza, no, podía volver a dejarlo entrar, y no hablaba de mi habitación, hablaba de mi vida, por más que me costara admitirlo y me quemara por dentro, Simón era mi debilidad, todo lo que a él se refería me hacía débil, vulnerable, me dejaba expuesta y lo odiaba, lo detestaba a él porque me hacía sentir de esta manera, me molestaba porque despertaba en mi lo que tanto quería ocultar, lo aborrecía porque me hacía perder el control sobre mis propias emociones, lo odiaba porque lo amaba.

—Lárgate —murmuré con voz temblorosa y me maldije mentalmente por no haber sonado firme, no podía demostrarle lo mucho que su presencia me afectaba —Solo vete Simón, no quiero verte ni a vos, ni a nadie. —

—Ámbar, entiendo como... —le interrumpí al instante

—No, no lo sabes, no sabes cómo me siento, no sabes todo lo que estoy reteniendo, no sabes una mierda, porque no estuviste ahí —me coloqué de pie caminando hasta la puerta y recargando mi espalda en esta —Te fuiste, como todos lo hicieron, te pedí, te rogué, te supliqué Simón, te imploré que no me dejaras —sintió sus ojos cristalizarse —Yo te necesité.

—Sé que no puedo reparar lo que te hice Ámbar, aunque quisiera sé que nada arreglaría todo el daño que ocasioné en ti —escuché como suspiró —Pero ahora estoy aquí

—¿No entendiste el "Te necesité" Simón? Entiende que es tiempo pasado, ya no necesito de nadie —limpié con brusquedad las lágrimas que resbalaban por mis mejillas, sentía quemar mi cara por estas, últimamente se me estaba haciendo costumbre sentir el rostro húmedo por las lágrimas —Ni siquiera de ti —el nudo en mi garganta a penas y me dejaba hablar, por supuesto que lo necesitaba pero ya no volvería a suplicar por nadie, así estuviera muriendo —Lárgate, perdes tu tiempo porque no pienso abrir la puerta.

Destrúyeme; ꜱɪᴍʙᴀʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora