《quince》

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Ámame, porque incluso cuando yo no me ame sé que tu lo harás por mi.

advertencia: +18.

Ansiedad, necesidad y deseo

Aquellas tres emociones y sensaciones estaban consumiendo a la rubia, la ansiedad de tenerlo, la necesidad de sentirlo y el deseo de probarlo y volverse adicta a él, a lo que le hacia sentir, volverse adicta a ese fuego que le íba consumiendo de a poco, volverse adicta a aquella tensión que ambos crearon a su alrededor como ai fuera el oxígeno que necesitaban para respirar.

Él era su aire, lo que llenaba de vida sus pulmones y el que hacía que su corazón siga latiendo con frenesí.

—Prometo ser delicado —murmuró sobre su cuello, Ámbar cerró sus ojos disfrutando de sentir el calor de su aliento en su piel. Sus palabras en otro momento quizas le hubieran causado ternura pero justo ahora ella no quería que aquello fuera lento, ni delicado, no quería que se reprimiera, ella lo quería todo de él, todo lo que pudiera darle, estaba dispuesta a todo por él.

—No quiero que lo seas —su respuesta sonó como un reclamo, su ceño levemente fruncido lo observó

—No quiero lástimarte, Ámbar —la observó con reproche como si de una niña se tratara —Soy mucho más grande que tú.

—Eso lo sé, puedo darme cuenta ¿Sabes? —su ceño fruncido se relajó para ser reemplazado por una sonrisa coqueta, las mejillas de Simón se sonrojaron sin que este pudiera evitarlo —Dale Simón —alzó su rostro para juntar sus labios —hazme tuya —jadeó sobre sus labios y sus palabras fueron como gasolina para el castaño, pues su cuerpo se encendió al escucharla jadear de esa manera

Atacó con fiereza sus labios dejandolos rojos e hinchados para mirarla por unos instantes, sus pupilas dilatadas por el deseo, opacando el natural color chocolate de sus ojos por unos completamente negros.

La piel de Ámbar se erizó cuando sintió como Simón se deshacía de su ropa interior, ahora podían sentirse completamente sin ningúna tela de por medio que los detuviera.

Por favor —suplicó la rubia casi en un quejido, necesitando sentirlo justo en ese momento, y con eso Simón quiso complacerla así que con una lentitud tortuosa para ambos el castaño se colocó en su entrada, abriendose paso entre sus pliegues con su gruesa longitud arrancandole un leve gemido de dolor a Ámbar

Simón se tensó queriendo golpearse a si mismo y odiandose al mismo tiempo por haber lástimado a su ángel —Te lástime, ¿cierto? —no fue una pregunta, sino una afirmacióm y estaba esperando que Ámbar lo confirmara, estaba sintiendo como la culpa y la inseguridad se lo deboraban vivo.

Ámbar negó sonriendole en un intento de tranquilizarlo, por supuesto que la había lástimado, pero no por que él haya sido brusco o un bruto al momento de entrar en ella, sino que era por su tamaño, al parecer Simón no estaba enterado de lo enorme que era su miembro masculino.

—Vos tranquilo, no hiciste nada mal —suplicó en un susurro, temiendo en soltar otro quejido que terminara por acabar aquel momento

Simón no seguro del todo siguió su recorrido dentro de las suaves y húmedas profunsidades de la rubia, enterrandose por completo y permaneciendo inmóvil unos instantes en lo que Ámbar lograba adaptarse a su tamaño, cuando la rubia comenzó a mover sus caderas en busca de que comenzara a encenderse el fuego Simón sintió más tranquilidad para también comenzar a moverse dentro y fuera, en un vaivén firme, tomandola de la cintura para afincarse aún más dentro de ella

Fue cuando Ámbar comenzó a gemir de placer, la manera en la que Simón la sostenía, la forma en la que entraba y salía de ella, los gruñidos que este soltaba mientras la follaba y el sonido de sus cuerpos chocando haciendo que fuera más excitante aquel momento

Destrúyeme; ꜱɪᴍʙᴀʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora