《trece》

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La regla de los tres corazones dice: Dos se aman y uno se rompe.❞

Tratemos de poner todo en orden un momento y analicemos todo desde un comienzo, desde que Ámbar llegó de Cancún hasta ahora. Parecía tratarse de dos personas completamente diferentes

La Ámbar de ahora estaba haciendo un gran esfuerzo por llevar mejor las cosas para ella, pero no confundamos los hechos, ella no ha terminado de evolucionar, aquella mariposa aún nisiquiera era una crisálida, seguía siendo una oruga en proceso de encontrar su camino hacia la transformación, pero parecía faltar mucho para aquel gran cambio, o así lo sentía ella

Alfredo, Luna y los Valentes pasaban una agradable tarde en el jardín compartiendo la merienda, Ámbar los vio mientras pasaba con sus patines en una mano y su mochila en otro, íba algo desánimada puesto que el ensayo de esa tarde había resultado un asco, Benicio y Matteo habían chocado en media coreografía puesto que ambos habían —de manera accidental— quedado en el centro del estelar, cosa que pareció enojar a Benicio puesto que pensó que este intentaba ser el protagonista y casi se íban a los puños de no ser porque la rubia los había logrado frenar a tiempo, luego de eso ambos se habían negado a seguir ensayando

Benicio por ser un resentido de primera y Matteo por ser un orgulloso y ofendido.

—¡Ámbar! Que bueno es verte ¿Cómo te fue en el ensayo? —preguntó su abuelo con interés frenando su paso, no tenía los suficientes ánimos para tener que fingir una sonrisa frente a ellos

—De maravilla, como siempre —se limitó en contestar, aunque su abuelo esperaba más de cuatro palabras por su parte tuvo que conformarse con aquello. Ámbar tampoco se demostraría derrotada frente a Luna

—Nos alegra escuchar eso ¿Te quedas a la merienda? Mónica preparó unas galletas de mantequilla que están fantásticas —hagaló a la castaña mayor sentada a la izquierda de Miguel quién le dedicó una dulce sonrisa

Ni siquiera se detuvo a pensarlo, simplemente negó levemente con su cabeza

—Gracias, pero fue un día largo y estoy agotada —hizo un gesto restandole importancia y sin que dijeran algo más siguió su camino hasta dentro de la mansión para subir las escaleras rumbo a su preciada habitación

Si bien el pequeño departamento de Simón le había resultado cómodo y acogedor, no podía negar que había negado las comodidas que su habitación le ofrecían, había pasado toda su vida ahí, así que si, ya era parte de ella cada rincón de ese lugar, pues aquellas cuatro paredes eran confidentes de sus tormentos, llantos, gritos y toda clase de malos sentimientos que la rubia había pasado en aquella soledad

Soltó un suspiro al sentarse en su cama, como si al entrar ahí su mascara se rompiera y su disfraz cayera, se coloco de pie y se fue a sentar frente a su tocador, vió sus múltiples reflejos en aquel espejo de cristales fragmentados, tomó una toallita húmeda y la comenzó a pasar por su rostro llevandose sobre la toallita aquella oscuro maquillaje, una vez que su rostro estuvo totalmente limpio se sintió extraña, se sintió diferente y no sabía si era en un buen o mal sentido, simplemente no se sentía como acostumbraba, era como ser otra persona

¿Y si aquella persona que veía en su espejo era ella?

¿Si aquel reflejo el cual desconocía era su verdadero yo?

Su verdadera personalidad la cual había dejado abandonada en el olvido.

Ámbar estaba tan sumida en sus pensamientos que nisiquiera fue capaz de percibir el sonido de su puerta sino hasta el quinto toque, se colocó de pie caminando hacia esta encontrandose con una figura alta y fornida. Simón yacía en el marco de su puerta con una dulce sonrisa y las manos a sus espaldas mientras jugueteaba nerviosamente con sus dedos, ya era su costumbre sentirse nervioso cuando se encontraba frente a aquella rubia, incluso cuando era una cabeza más alto, ella no dejaba de lucir imponente frente a él.

Destrúyeme; ꜱɪᴍʙᴀʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora