Punto y aparte

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Como no había podido volver a casa decidí ir a trabajar, aunque tuviera unos días de vacaciones no podía quedarme en casa sin hacer nada porqué me iba a volver loca. Además la luz ya había vuelto, así que seguro que el doctor abría el consultorio.
Cuando llegué, Elías ya estaba sentado en su escritorio y la consulta estaba vacía.

- Buenos días. - Saludé.

- ¡Victoria! ¿Qué haces aquí? Tenías vacaciones.

- Noticia de última hora, se atrasan mis vacaciones un par de días. - Anuncié sentándome en mi escritorio.

- De acuerdo. - Sonrío mi jefe. - ¿Ya sabes que vas a hacer por Nochebuena? Ahora que ya lo sabes podrías venir a cenar con Elsa y conmigo.

- Gracias pero Lena ha venido esta mañana y me ha invitado a cenar.

- Oh, bueno, pues, ¿a comer en Navidad? Lena, Thomas y los niños pueden venir también. Y Johan, por supuesto.

- Por mi genial, luego se lo comento a Lena y a Johan.

- De acuerdo. Otra cosa que te quería preguntar.

- Dime.

- ¿Qué tal has dormido esta noche? - Mucho se había contenido en hablarme del tema, pensé.

- Igual de bien que tú, supongo.

- El caso es que yo he dormido poco.

- Ay, información innecesaria, información innecesaria. - Repetí tapándome los oídos y cerrando los ojos de una manera muy infantil, mientras oía como Elías se reía a carcajadas.

- ¿Qué es eso tan gracioso? - Preguntó la persona que acababa de abrir la puerta.

- Querido hermano. - La risa de Doc se esfumó rápidamente y fue remplazada por un semblante serio. - ¿Qué te trae por aquí?

- Quería hablar con Victoria.

- Dime.

- Lena me acaba de contar lo de tu viaje. Lo siento mucho. Pero venía a avisarte, nada más esté la carretera despejada te avisaré, ¿de acuerdo?

- Claro, perfecto. Muchas gracias alcalde.

- Todo sea por mis ciudadanos. Y ahora os dejo con eso que os tenía tan divertidos. Hasta luego.

- Adiós. - Fui la única que lo despedí, porque Doc seguía mirando a su hermanastro con asco, como si hubiera visto un bocadillo de chocolate con chorizo.

Cuando Andersson salió por la puerta fue cuando Elías habló.

- Tidi sii pir mis ciididinis.

En ese momento fue mi turno para reírme a carcajada limpia, incluso alguna que otra lágrima se escapó.

- El gilipollas es él.

- No te voy a llevar la contraria.

- Si lo hicieras te despido.

Nos sonreímos y en ese momento llegaron dos personas, una de ellas con un un golpe bastante feo, y nos pusimos a trabajar.

El día fue medianamente tranquilo. Eran al rededor de las 19:30, estaba viendo una película en el ordenador cuando alguien llamó a la puerta.

- Hey.

- Te traigo la cena.

- ¿Desde cuándo hacéis servicio a domicilio en el bar? - Le sonreí.

- Ayer vi que no tenías nada para comer y como no te habrás acordado de hacer la compra, me he auto-invitado a cenar.

- ¿Cómo sabes que no he hecho la compra? - Pregunté indignada.

Chocolate suizo (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora