- ¿Y con este frío nos vamos a ir de picnic?
- Cariño, esto no es frío. Ya sabrás en unas semanas lo que es frío de verdad.
- Tengo miedo.
Elsa y yo estábamos esperando al final de nuestra calle a que el resto del grupo pasara a por nosotros para irnos a un lago de picnic. El primer coche que vimos acercarse fue el Jeep de Johan, seguido de el coche de Lena y por último la furgoneta de Elías. Habían tirado los asientos del coche del doctor hacia delante para hacer más espacio en el maletero para las mesas y sillas, entonces solo cabía una persona, y en un intento de hacer de celestina dije:
- Elsa, ponte tú con el doctor si quieres, yo iré con Johan.
- Perfecto.
Cuando iba a abrir la puerta del copiloto me di cuenta que ese asiento ya estaba ocupado. Entonces me senté en uno de los asientos de detrás, con Seth.
- Hola guapo. - Saludé al perro. - Vivianne, que sorpresa, no sabía que venías. - Saludé a la inesperada acompañante con una sonrisa un poco forzada.
- He salido esta mañana a pasear y me he encontrado con los chicos preparando los coches, y me han invitado. Todo súper inesperado.
"Ya, seguro que sí" pensé.
- ¿Bueno, ya estamos todos? - Preguntó Johan.
- Eso creo.
- Vale, vámonos.
Retomamos la marcha hacia el lago. El paisaje era precioso, la carretera estaba rodeada de árboles y habían momentos en los que parecía que estuviéramos en un túnel de color verde, era increíble. Otras veces, cuando los árboles se disipaban, kilómetros y kilómetros de campo verde se divisaban hasta llegar a altas montañas. Seth había apoyado la cabeza en mi regazo, y hubiera disfrutado mucho más de contemplar el paisaje y acariciar el suave pelaje del animal sin Vivianne allí.
Pensaba que sería un viaje muy agradable, Johan y yo hablando de cualquier cosa, como ya nos habíamos acostumbrado a hacer, oyendo música, o incluso en silencio, pero en un silencio de esos cómodos, que no hace falta hablar. La verdad es que nos habíamos convertido en buenos amigos, y pretendía disfrutar de su compañía. Pero no. Eso estaba muy lejos de la realidad.
Vivianne no paraba de hablar, no se que decía porque pasaba de prestarle atención, pero enganchaba temas, uno detrás de otro, era peor que mi profesor de filosofía del instituto. "Bla bla bla bla, chica, cállate un mes" pensaba yo. A veces se quedaba callada, y cuando ya pensaba que no iba a volver a hablar porque nadie le seguía la conversación, empezaba otra vez.
La carretera empezó a ser cada vez más zigzagueante, y entre eso y la aguda voz de la hija del alcalde, empecé a tener calor y a marearme.- Johan, para, por favor. - Pedí al conductor, como era costumbre entre nosotros dos, en castellano.
Johan se giró para mirarme.
- Vic, estás blanca. - Dijo preocupado.
Paró el coche en uno de los lados de la carretera y nada más abrir la puerta todo mi desayuno salió del estómago.
- Menos mal que has avisado a tiempo. - Johan me recogió el pelo y me lo apartó de la cara.
Lena se acercó y me dio un pañuelo, y el doctor también se bajó del coche y vino con nosotros.
- Me tendrías que haber dicho que te mareas. Tengo algunas medicinas en la consulta que podrían haber evitado esto.
- Hacía mucho tiempo que no me pasaba. Solía ocurrirme cuando era pequeña, pero hace años que no me ponía así por unas curvas.
- Creo que será mejor si Victoria toma el aire un rato antes de continuar. - Intervino Johan. - Seguid vosotros, porqué no podemos estar todos así aparcados.
- Tienes razón. - Estuvo de acuerdo Elías.
- Podemos pasar algunas sillas de la furgoneta al coche de Johan y que Vivianne se vaya con vosotros. - Dijo Lena.
- Me parece una buena idea.
La camarera y el médico compartieron una mirada cómplice, la cual me dio a entender que eran conscientes de que no me había mareado solo por las curvas.
Con la ayuda de Thomas cambiaron algunas sillas de la furgoneta al todoterreno y pusieron un asiento más para Vivianne. Pero antes de irse, Elías se volvió a acercar.- Sé que puede ser muy pesada. La próxima vez si veo que viene, cogeré las pastillas para el mareo. - Me dijo mi jefe en voz baja, guiñándome un ojo, lo cual me sacó una sonrisa.
Los dos coches se fueron y nos quedamos Johan, Seth y yo. Salí del coche y me senté en una piedra que había al lado de un árbol. Rápidamente, Johan me imitó sentándose a mi lado.
- Cuando volvamos me niego a subirla al coche.- Ese comentario me hizo reír.
- ¿Pero qué ha dicho?
- Ni idea, me he centrado en la carretera y he intentado obviar su voz.
- Era imposible.
- Totalmente de acuerdo. Aunque con todo lo que ha hablado, yo creo que nos ha contado las guerras napoleónicas con todo lujo de detalles.
- Empezado desde al Revolución Francesa.
Esta vez, Johan rió.
- ¿Estás mejor?
- Sí, mucho mejor.
- Me alegro. Esperamos un rato más, y volvemos a la carretera.
- Perfecto.
Un silencio cayó sobre nosotros, solo se oía el sonido de los pájaros entre los árboles, el ruido de algunos coches al pasar, las pisadas de Seth sobre hojas secas mientras perseguía a algún insecto... Esa paz era la que necesitaba después de esa media hora angustiosa. Cerré los ojos y disfruté de lo que me rodeaba y del aire fresco.
Al cabo de unos 10 minutos, calculé yo, Johan se levantó. Abrí los ojos y lo vi parado en frente mía con el brazo estirado para ayudar a levantarme.- ¿Vamos?
Acepté su ayuda, le cogí la mano y me levanté.
- Vamos.
Johan abrió la puerta de detrás y llamó a su perro. El animal vino corriendo, entró al coche, y luego entramos nosotros dos.
- ¿Cuánto queda hasta el lago?
- Una media hora.
- Perfecto.
Y esa media hora sí que fue el viaje que yo me esperaba esa mañana cuando estábamos esperando a que vinieran a por nosotras. Las conversaciones fluían, y le hice un concierto de música española, típica de verbenas. He de decir que no me sorprendió que se supiese algunas como Mi Gran Noche de Raphael, al fin y al cabo, su madre era española y todo español se sabe esas canciones, pero también me sentí bastante orgullosa de descubrirle grupos como La Pegatina o Melendi. Esos ratitos de risas, música e incluso silencios admirando el paisaje valían oro.
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Chocolate suizo (Edición)
Romance¡Hola! Me llamo Victoria, soy enfermera, y esta es mi historia. Al no encontrar trabajo en España decidí mudarme a un pueblecito de Suiza dónde me habían ofrecido un trabajo para dos años. En esos dos años reí, lloré, hice nuevas amistades, e inclus...