¿Una partida al FIFA?

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Después del fin de mi primera jornada laboral, me fui directamente a casa. Me hice unos espaguetis con pesto, me senté a comer en el sofá y decidida a ver una película. A la quinta vez que repasaba todas las películas de Netflix y no me decantaba por ninguna nueva, decidí ver una de mis películas favoritas, por decimoquinta vez, que hay en la plataforma: Suite francesa.

Mientras la historia de Bruno y Lucille se desarrollaba en la pantalla de mi ordenador, y yo estaba llorando como una magdalena, alguien tocó a mi puerta. "¿Quién será ahora? Que estoy llegando a EL momento de la historia". Me limpié las lágrimas con la manga del jersey (como si mis ojos rojos como un tomate no se notaran ni nada) y me levanté a abrir.

Lena estaba al otro de la puerta, con la simpática sonrisa que ayer, pero cuando me vio el careto, su cara cambió de alegría a preocupación.

- ¿Qué te pasa cielo?

- Nada nada. - Contesté yo con una sonrisa - Estaba viendo una película y me he puesto sentimental.

- Ah bueno, entonces me quedo más tranquila. He ido a hacer algunas compras para la cena y había pensado en pasarme por aquí por si querías venir y ayudarme.

- Claro que sí. Cojo el abrigo y voy.

Entré en casa, apagué el ordenador, recogí el plato y el vaso de la comida, los dejé en el fregadero, y me puse el abrigo y el bolso.

- Lista. - Dije saliendo por la puerta y cerrándola con llave.

- Perfecto, vámonos. - Dijo Lena mientras comenzábamos a bajar la cuesta. - ¿Qué tal tu primer día de trabajo?

- Un poco aburrido, pero bien.

- Ya, por eso nos quedamos sin enfermeras tan rápido.

- Eso te quería preguntar. He notado un cierto odio entre el doctor y el alcalde. ¿Sabes por qué puede ser?

Lena rió.

- Claro que sí. Porque son hermanos.

- ¿Hermanos? ¿Holm y Andersson? - Dije yo, haciendo hincapié en los dos apellidos diferentes.

- Sí. Según lo que me han contado, son hermanos de diferente padre. El padre del doctor murió al poco de nacer él, y su madre se volvió a casar con el señor Andersson, y tuvieron a Albert. Cuando su madre murió hace unos 13 años, tuvieron una discusión por la herencia de ésta, y desde entonces se llevan como el perro y el gato. Yo siempre los he conocido así, pero cuenta la leyenda que cuando su madre vivía, eran una familia muy unida.

Mientras Lena me contaba toda esa historia, llegamos a la plaza, y mirando por la puerta del bar había una chica unos pocos años más joven que yo.

- Hablando de los Andersson. - Me dijo la camarera en voz baja, y se acercó a la chica. - Eh Vivianne, ¿buscas a alguien?.

- Ay, hola Lena, hola...

- Victoria, soy la nueva enfermera.

- Si claro. - Contestó la chica como si le importara tres pimientos quién fuera yo. "¿Pues para que preguntas mona?", pensé, y se volvió a dirigir a Lena - Estaba buscando a Johan, pero es muy raro, el bar está cerrado.

- Sí, Johan me ha llamado hace un rato y me ha dicho que había surgido un problema en la granja y ha cerrado el bar.

- ¿Un problema? ¿Él está bien?

- Sí sí, ha dicho algo como que una vaca se había puesto de parto.

- Ah, de acuerdo. - Contestó la chica con un tono melancólico, y con la cabeza gacha se despidió - Bueno, hasta luego.

Chocolate suizo (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora