¿Sabéis que es lo peor del final de las vacaciones? Exacto, la vuelta al trabajo.
Al día siguiente de mi llegada a Val-sur-Vert el despertador volvió a sonar a las 7 de la mañana.
Pero ese día no me apetecía levantarme. Llevaba diez días en los qué mi despertador eran los pajaritos y los rayos de sol que se filtraban por al ventana. Y no es que no quisiera volver a trabajar, adoraba mi trabajo y tenía al mejor jefe del mundo, el problema es que eso significaba que pasaba de tomarme una caña en la terraza del bar con mis amigas, a tomarle la tensión a Madame Huber, y así con todo.
A la tercera vez que volvía a sonar la canción, me hice el ánimo y me empecé a preparar para la vuelta al curro.
Salí de casa un poco más tarde de lo habitual, pero al ser el primer día supuse que Elías lo entendería. Al llegar al final de la cuesta que llevaba a mi casa vi un par de camionetas, de estas típicas de mudanzas, y aunque en un principio me sorprendió, enseguida recordé lo que había dicho Johan la noche anterior. Iba a tener un nuevo vecino, o vecina, o serían una familia con niños, fuese lo que fuese estaba segura que pronto lo descubriría.- Llegas tarde. - Fue lo primero que me dijo Doc al abrir la puerta.
- Lo sé, perdón. No me podía levantar.
- Bueno, te entiendo. Hace años que no se lo que son unas vacaciones, pero te entiendo. A todos nos pasa. - Es que cuando os he dicho que tenía al mejor jefe no os mentía.
La mañana fue bien, seguía habiendo bastante trabajo, pero la gente parecía haberse vuelto a acostumbrar a convivir con nieve y hielo, así que los esguinces, los traumatismos y las torceduras de tobillo habían disminuido considerablemente. Yo, por mi parte, volví a retomar mi costumbre de ir al bar a por un café, y aunque quería hablar con Johan (necesitaba ver su actitud con respecto a lo que había pasado la noche anterior), tras la barra solo se encontraba Lena quién, claramente, me entretuvo más de lo deseado.
Los pacientes se habían alargado hasta bien entradas las 14h, pero cuando el último paciente citado ese día salió por la puerta, Doc y yo recogimos nuestras cosas para cerrar e irnos a comer. Mientras recogíamos, la puerta se volvió a abrir. Yo solté un suspiro bastante ruidoso, lo cual me hizo ganarme una mirada de desaprobación del doctor, pero es que me estaba muriendo de hambre, el café de media mañana no alimentaba nada.
- Elías, cielo. - La señora Baumann entró por la puerta mirando fijamente a mi jefe. Iba vestida bastante.... como decirlo... ¿diva? No sé expresarlo, pero me entendéis. Iba con una falda por encima de la rodilla y llevaba medias trasparentes, a 2ºC.
- Charlotte, querida, ¿qué te ocurre hoy? - Elías, tan amable como siempre, recibió a la mujer.
- Es que... ¡Ay! Victoria, ¿ya has vuelto cariño? - Me preguntó la mujer, dándose cuenta de mi presencia por primera vez desde que entró por la puerta.
El tono de la mujer fue un poco cargado de veneno, como si esperara que yo no estuviera allí, y yo, que el hambre hace que mi mala leche se triplique, me tuve que morder la lengua para no contestarle de forma irónica. Pero es que, ¿qué pregunta es esa? ¿Acaso soy un holograma?
- Buenos días Señora Baumann. Sí, llegué ayer. ¿Está bien?
- Ay sí sí. Me dolía ahí, detrás de la pierna, pero ya no me duele. Se me habría tensado un músculo. Ya estoy mejor.
- ¿Estás segura? ¿No quieres que echemos un vistazo?
- No hace falta Elías, de verdad. - La mujer le acarició el brazo a mi jefe. - Eres siempre tan atento. Ahora me tengo que ir. Hasta luego.
- ¿Qué ha sido eso? - Doc y yo no habíamos hablado desde que seguimos los pasos de la señora Baumann y cerramos el consultorio.
- Ni idea. Pero ha venido todos los días desde que te fuiste a España, y siempre por tonterías. Un día vino porqué se había hecho un corte en el dedo con el pela patatas y tenía miedo de que se le infectara.
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Chocolate suizo (Edición)
Romance¡Hola! Me llamo Victoria, soy enfermera, y esta es mi historia. Al no encontrar trabajo en España decidí mudarme a un pueblecito de Suiza dónde me habían ofrecido un trabajo para dos años. En esos dos años reí, lloré, hice nuevas amistades, e inclus...