Pasado un tiempo volví a disfrutar de mi estancia en Val-sur-Vert. No era igual que antes, pero me apetecía ir a trabajar, salir a pasear, jugar con Pierre y Ben, se podría decir que era bastante feliz. Además, un día recibí una grata sorpresa que ayudó a que esa felicidad volviera más rápido.
Salía del trabajo, cansada pero feliz (y sobre todo hambrienta), cuando de repente unas voces chillonas hicieron que me parara en seco.
- ¿Le centré de saluté? – Preguntaba una voz masculina.
Busqué esa voz por toda la plaza, y a la otra esquina de ésta, un grupo de unos 4 veinteañeros hablando con el señor Müller me llamo gratamente la atención.
- ¿Excuse-moi? – Preguntó el suizo.
- No hay quién se entienda con los gabachos estos. – Se quejaba el chico más alto.
- Hombre... - Le recriminó la chica de al lado.
- Cállate, mi francés es espectacular. Gentleman, ¿le doctoré? – Insistió el joven.
Salí disparada en esa dirección, con la intención de salvar al pobre hombre de mis amigos con nulo nivel de francés.
- Perdone monsieur, déjemelos a mí. – El señor Müller agradeció con una sonrisa mi aparición, y se despidió rápidamente para alejarse lo más rápido posible de esos jóvenes estridentes, como el día de después los definiría en la consulta.
- ¡Torii! No sabíamos como encontrarte, ya ha sido un milagro que el Google Maps...
- ¡¿Qué coño hacéis aquí?! – Pregunté, mientras encerraba en un fuerte abrazo a Inés.
- Pasábamos por aquí y hemos venido a saludar. – Me contestó Nico, sarcástico como siempre.
Abracé igual de fuerte al resto de mis tres amigos, Nico, Olivia y Jaime. Era increíble que estuvieran allí, hasta ese momento me había parecido que eran dos mundos paralelos, y esto era un crossover.
- ¿Pero cuantos días os vais a quedar? – Pregunté.
- Cinco. – Contestó Jaime, antes de que todos miráramos a Olivia inconscientemente.
- Oli...
- No sabía si haría frío, calor, habría discoteca... - Se excusó la rubia, intentando esconder su enorme maleta detrás suya. Siempre se llevaba todo el armario a cualquier viaje, no importaba la duración ni la lejanía del destino. - ¿Y si los suizos se arreglan mucho? ¿Y si voy demasiado arreglada?
- Más vale prevenir que curar, eh. – Dijo Nico mientras le daba un codazo.
Ese comentario nos hizo reír a todos, y tras un abrazo de grupo, nos dirigimos hasta mi casa para que dejaran todo el equipaje.
Cuando el grupo se acabó de instalar nos sentamos al sofá y como buena anfitriona que soy fui a abrir la nevera para sacar algo para beber.
- ¿Qué queréis? – Pregunté mientras me dirigía al frigorífico.
- Un tercio – Se oyó por unanimidad desde el salón.
- No tengo. – Respondí rápidamente.
- ¿Cómo no vas a tener cervezas? ¿Estás bien? ¿Qué te ha hecho esta gente? - Me interrogó Jaime.
- Ponerle un precio muy alto a todo. – Me quejé.
- ¡Y que lo digas! Casi tengo que vender mi hígado en el mercado negro para poder pagar un café en el aeropuerto. – Exageró Olivia.
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Chocolate suizo (Edición)
Roman d'amour¡Hola! Me llamo Victoria, soy enfermera, y esta es mi historia. Al no encontrar trabajo en España decidí mudarme a un pueblecito de Suiza dónde me habían ofrecido un trabajo para dos años. En esos dos años reí, lloré, hice nuevas amistades, e inclus...