Casi Navidad

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Un par de semanas más tarde estábamos en diciembre, y todo lo que ese mes conlleva. Hacía ya unas semanas que había empezado a nevar casi todos los días. El paisaje verde que estaba acostumbrada a ver se había cubierto por completo de un manto blanco, pero las vistas eran incluso más increíbles en esa época.
Aunque, he de decir que no estaba acostumbrada a ese frío. No había llevado la suficiente ropa cómo para no congelarme cada vez que salía de casa. Pero bueno, el 24 iba a volver a casa para Nochebuena y Navidad y tenía pensado comprarme otro abrigo y ropa interior de lana. Todo lo necesario para no correr el riesgo de convertirme en un cubito de hielo cada vez que salía de casa para ir a la consulta o a cualquier otro lado.

Pero a parte del frío, diciembre es mi mes favorito del año, porque es Navidad. Es verdad que son unas fiestas del consumismo, todo es gastar y gastar, soy consciente de ello, pero a mí me hace muy feliz. Las luces en las calles, los árboles de Navidad, las cenas con las familias, ver la ilusión en los rostros de los más pequeños cuando les hablas de Santa Claus... Todo eso me llena de alegría y me ablanda el corazón. Así que imaginaros un día que iba hacía el trabajo y me encontré las calles llenas de luces y en la plaza un árbol enorme, pero sin decorar, lo feliz que me puse. Ya llevaba tiempo pensando en cómo sería la Navidad allí y esas vistas superaban mis expectativas.

- ¡Qué bonito está el pueblo! - Entré en la consulta alegre.

- ¡Buenos días Victoria!

- Buenos días señora Meyer. Buenos días doctor. ¿Qué ha pasado?

La señora Meyer era la panadera. Su panadería estaba al lado del consultorio y vendía los mejores croissants que había probado en mi vida. Pero ahora estaba en la camilla de la consulta con el brazo estirado mientras el doctor le cosía unos puntos.

- Victoria, que bien que estés aquí ya. Acaba de coserle la herida mientras voy a buscar unas vendas.

Cogí la aguja y el hilo que me dio el doctor y me senté para acabar de poner los puntos.

- ¿Cómo se ha hecho esto?

- Esta mañana cuando iba a la panadería casi no se veía nada y con este frío el suelo resbalaba, me he tropezado y eso.

El doctor volvió con las vendas y lo cubrí todo al terminar de coser.

- No me gusta esa herida. Vuelva mañana y veremos que tal va. - Le sugerí a la panadera.

- De acuerdo Victoria.

Acompañé a la señora Meyer a la salida, pero justo cuando iba a volver a cerrar la puerta del consultorio, una voz me detuvo.

- ¡Espera Victoria!

- ¿Qué pasa?

Astrid Roth entró en la consulta e inmediatamente cerré la puerta porque me estaba congelando. Astrid era la hija del Santa Claus del Ultramarinos, algunas veces cuando iba a comprar estaba ella detrás del mostrador en vez de su padre (cosa que yo agradecía mucho) y se podría decir que nos habíamos hecho amigas porque compartíamos gustos por series y películas.

- Astrid, ¿qué te ocurre?

- No puedo respirar. - La chica sonaba súper congestionada y casi no podía ni abrir los ojos.

- ¡Madre mía! Pasa cariño, Elías te ayudará.

Tras Astrid, otra persona necesitaba ayuda, y otra detrás de esa. Resfriados, cortes, golpes en la cabeza, torceduras de tobillo, incluso un esguince pasaron por consulta. El doctor y yo no paramos en toda la mañana, ni siquiera me dio tiempo de ir a por el café, de hecho, ni me había acordado del café hasta que vi a Johan entrar por la puerta.

Chocolate suizo (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora