Capítulo 28 Por eso estamos aquí

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AMBER

El director toma asiento frente a su escritorio. No puedo creer que de nuevo estoy siendo castigada y todo por culpa de Victoria. No me importo pelear con ella frente a todos, no me iba a quedar de brazos cruzados después de mojarme con jugo.

—¿Se quedarán calladas? —nos pregunta.

—Estábamos jugando —contesta Victoria quién estaba a mi lado. Sé que está tratando de salvarnos pero no quiero que ella salga limpia de esto. 

—No, dile la verdad Victoria —volteo a verla.

—Esa es la verdad Amber.

Alzo las cejas y vuelvo a poner mi vista en el director quién nos observa cauteloso —Victoria se lanzó hacia a mí porque pensó que yo había pasado el video de...

—De mi perro Boby —me interrumpe.

—No, de...

—De mí mientras bailo.

—¡No!

—¡Si!

—¡Basta! —el director golpea el escritorio molesto—. Deje que termine la señorita Piñera —le dice a Victoria.

Con las palabras en la punta de mi lengua suelto sin problemas—. De Flor Venecia.

—¿De Flor? —pregunta confuso. Asiento.

—Quizás la señorita Piñera habla de un video sin importancia Señor director —interviene el prefecto. Eso es demasiado extraño pero lo ignoro enfocándome en hacer explotar la bomba.

—No, es un video inapropiado.

—Amber —gruñe Victoria.

—¿De qué video hablan?

—De Flor bailando y cantando —interviene de nuevo Victoria.

—No, De Flor teniendo sexo con George —suelto.

El rostro del director se puso pálido, quedó totalmente desconsertado. Tarde o temprano se iba a enterar, yo solo hice que fuera rápido.

—Que-e... —balbucea.

—Si usted no me cree puede verlo.

—No es necesario Amber —escupe Victoria con enojo. Sabe que ya no puede hacer nada para salvar a su amiga.

—Pero... —murmura el director—. ¿No leyeron las reglas? —suena dolido y decepcionado. Para él lo más importante son sus tontas reglas. Nos quedamos en silencio, suficiente para hacerle saber que no lo hicimos—. ¡¿Dónde quedó la disciplina?! ¡El respeto! —exclama apunto de perder la cabeza.

—Señor director, Flor no...

—No —golpea el escritorio sin dejar que Victoria hable. El director toma el teléfono de su escritorio marcando rápido—. Necesito que busque a la alumna Flor Venecia y la traiga a mí oficina —ordena por el teléfono.

—Si quiere lo puedo hacer yo —habla el prefecto.

—No, ya hice la orden puede irse hacer sus deberes.

El prefecto asiente no muy convencido y camina hacia a la puerta para después salir de la oficina del director.

¿Y ahora qué?

Mi madre me matará si se entera de esto.

—Algo más que tengan que decir.

—¿Nos podemos ir también? —le pregunto.

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