3. Recuperación

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Pasaron casi ocho meses desde que desperté en el hospital. Mi recuperación fue más rápida de lo que se imaginaron los doctores, pude hablar bien casi a los dos meses, una doctora muy amable me hacía terapia del lenguaje. Obviamente todos querían saber mi nombre, ya había pensado muchas veces que decir cuando me preguntaran mi nombre, no podía simular amnesia, me parecía muy complicado empezar a actuar como desmemoriado, tampoco me pareció correcto decir mi nombre de Ángel ya que ya no soy más uno.
Así que empeze a pensar un nombre nuevo, tuve casi tres semanas para hacerme de uno, tuve varias opciones pero solo uno me daba vueltas en la cabeza, era un nombre que le gustaba a ella, la chica a la que cuidaba, mi antigua protegida. Llegue a conocerla por 28 años, suficiente tiempo para saber que le gustaba y que no.
- Hola, buenos días bello durmiente, como amaneces hoy? - una alegre enfermera entra saludando de esa manera todas las mañanas.
- Mucho mejor...- mi voz suena ronca y rara, pero por lo menos ya puedo hablar.
La enfermera me mira como una madre orgullosa que ve a su bebé hablar por primera vez.
- Que maravilloso que ya puedas hablar, ahora podrás decirnos tu nombre. -Dijo optimista.
Justo en ese momento entra por la puerta el doctor joven, su nombre es David, su apoyo, las palabras de aliento que me brindó fueron sin duda lo mejor que me pasó desde que desperté y muy posiblemente gracias a todo eso mejoré tan rápido.
- Ya nuestro gran amigo está hablando? Esta es una maravillosa noticia. -dice el Doctor David expresando sincera felicidad.
Él y la enfermera se miran con complicidad.
- Ya nos puedes decir tu nombre? -Pregunta expectante el doctor.
- Me llamo Vincent - lo dije sin dudar mirándolos a los ojos, solo espere haber sonado creible.
- Que bien Vincent, y tu apellido? -Pregunto en esta ocasión la enfermera.
Solo quería quitar mi cara de sorpresa y pasar a la siguiente pregunta, pero no había escapatoria, no practiqué la respuesta a esa pregunta.
- No tengo apellido... - la respuesta más tonta de la historia, acaso no pude decir algo más inteligente?
- Como que no tienes apellido? -Pregunto el Doctor David incrédulo.
Otra pregunta que no practiqué la respuesta, esto no terminaría bien. Solo me quedaba improvisar.
-Es que, vivía en la calle. No tengo familia.
La oración más larga que he dicho hasta ahora, solo espero haberme hecho entender. El Doctor David me miro con asombro, sin saber que decir.
- Ya entiendo porque nadie vino a preguntar por ti y no tenías ningún documento cuando llegaste. Bueno, la policía se encargará.
Al escuchar esas palabras casi me desmayo.
- La policía? Porque? -Dije con un miedo que no disimule.
- Ellos siempre llevan el control de casos como el tuyo, personas sin identidad, desaparecidos, esa clase de casos.—Explicó el doctor David con un poco de tristeza.

De la nada empeze a sentir pánico, un nombre falso que me hacía sentir inseguro, no tengo ningún tipo de identificación, ni un apellido, ni un familiar, nadie me conoce, nadie me ha visto nunca. Como voy a hacer frente a la sociedad sin ningún documento.
Inmediatamente imaginé que me llevaban a la cárcel y me espante.
Parece como que me fui a algún lugar lejano, porque el doctor David y la enfermera se me quedaron mirando fijamente.
- Que paso? A donde fuiste? - dijo el doctor David.
- Me quedé pensando, lo siento.-Dije poco convincente.
- Muy bien, Vincent, eh se me olvidó decirte que ya llego el momento que tanto esperamos todos, es tiempo de caminar.
Ya los ejercicios y terapias debieron haber hecho efecto. Por eso es hora de ponerse en pie.
- Ok estoy listo.-Dije con convicción.

No fue fácil la verdad, lo de hablar fue mucho más sencillo, mover mi mano y mis brazos fue tan doloroso, pero luego de tres meses ya estaba bastante recuperado, igual que mover mi cuello y hombros fue un reto, pero también lo logre. Los doctores y enfermeras no salían de su asombro de lo rápido que me estaba recuperando.
Pero sin duda la parte complicada era ponerme en pie y dar algún paso con prótesis o muletas. Aparte mi condición física no era la mejor, con un poco más de un año en coma estaba tan delgado, tan débil. Use una silla de ruedas por varias semanas, pero eso no me gustaba en lo absoluto.
Luego de muchos intentos dolorosos y tres meses más de paciencia, pude andar muy bien con una sola muleta alternandola debajo de cualquier brazo, aunque mejor se me daba andar con la muleta debajo del brazo derecho.
En fin, seis meses y un poco más pasaron desde que desperté para sentirme al 80% de mi capacidad. Los doctores y enfermeras estaban de verdad asombrados con mi capacidad de recuperación. Ni yo podía creer lo cómodo que me sentía en mi cuerpo, no tener pierna no me molestaba, lamentablemente no me adapté a la prótesis como hubiesen querido, aparte que era prestada por el hospital ya que era muy costoso tener una propia, igual la usaba de vez en cuando, pero la incomodidad por lo que veo no es mi fuerte, si algo es incómodo no lo toleró, no se porque este cuerpo vino con esa característica o si mi mente humana está mal, pero no aguanto algo que en el cuerpo me haga sentir incómodo, algo apretado, algo que de comezón, algo que moleste, no lo soporto. Entonces no se imaginan el problema con las agujas, estando en un hospital.
Por otra parte no tener brazo era un poco más molesto, pero también me adapté bien a ese detalle. Intentaba no pedir nunca ayuda, lograba hacer la gran mayoría de las tareas solo. Comer, vestirme, bañarme, peinarme, asearme lo podía hacer sin ayuda de ningún tipo.
Y sin duda uno de los momentos más importantes de mi nueva vida fue la vez que fui solo al baño y me vi en un espejo por primera vez.
Dos segundos me tomó darme cuenta que esa persona que me devolvía la mirada era yo, extremadamente pálido, cara alargada, cabello castaño y liso que caía sobre la frente y por detrás de mi cuello, una nariz perfilada, labios definidos, hasta unas pecas se asomaban en mis mejillas y nariz, pero lo más estremecedor eran los ojos, como el cielo y el mar, azules enormes. Me asombre de ver ese semblante, era como un rostro salido de alguna valla publicitaria, me sentí perdido en ese rostro, sin sentir que fuera mío. Preferí retirar la mirada de esa cara.
Más allá del susto que me lleve viéndome en un espejo, otro problema llego. Luego de ocho meses de haber despertado, me tenían que dar de alta.

La policía llegó un día y simplemente le hicieron preguntas de mi a los doctores, y luego me hicieron llenar un formulario. La conclusión a la que se llegó es que yo estaba en una situación de calle, no tenía casa, ni nombres registrados. Así que tomaron mis huellas digitales y me indicaron que tenía que ir a algún albergue cuando me dieran de alta.
Aquí empezaría mi travesía para sobrevivir en este mundo.

Vincent [Actualizando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora