Capítulo VIII

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«— Cuando la envidia engendra amarga división, viene la ruina, comienza la confusión.»

Enrique VIII, Acto IV, Escena I.

Hanabi esperaba a su padre impacientemente.

Activando su Byakugan cada corto intervalo de tiempo, debía ayudar a su One-san, ella siempre ha velado por su bienestar, es lo mínimo que puedo hacer en esta injusticia que cometerán para con ella.

¿Cómo era posible que Hinata ingresará a un monasterio? O convento para el caso es lo mismo... Cuando eran pequeñas, sus maestras de meditación habían sido monjes. Las golpeaban con varas y les daban comida con sabor a ladrillos. ¿Cómo podía su hermana elegir vivir así para siempre? Ellas debían casarse con jóvenes malditamente e imposiblemente apuestos, como su primo Neji... También asquerosamente ricos, que juraran morir si las bellas damas del clan Hyuga los rechazaban.

Claro que Hinata ya había rechazado al menos a un joven así. Bueno dos, si contamos a Sasuke... Y, en efecto, uno de ellos luego había muerto.

Aunque Hinata no sabe que ella se enteró de eso...

Hanabi se estremeció. En verdad, podía entender que Hinata deseara escapar de lo ocurrido con Itachi. Pero seguramente la solución estaba en casarse, no en huir de eso.

Y esa comprendió Hanabi, era la verdadera razón por la cual el plan de su One-san le provocaba un dolor creciente en el pecho. Hanabi siempre había querido tener a su hermana a su lado. Desde la muerte de su madre, desde que la había visto entrenar arduamente, cuando la cuidaba sin que nadie se diera cuenta, Hinata era todo lo que ella tenía, quién más amor le demostraba, su cariño, eso le bastaba. Eran jóvenes, hermosas, tenían la fuerza de voluntad y la feroz inteligencia de Hinata para que todo saliera bien. Ella confiaría en el plan de su One-san. Al pensar en el futuro de ambas. Hanabi siempre dio por sentado que se casarían con buenos hombres del clan o de Konoha, y que esos años de soledad y desprecio hacia su hermana, no serían más que un feo recuerdo. Nunca, ni en sus más profundos y escondidos pensamientos, pudo imaginar que Hinata tenía planes de alejarse de ella.

Quizá debió darse cuenta. Ahora que lo pensaba, comprendía lo precario y manejable que era en verdad el futuro de ellas. No podía estar dependiendo de su hermana para todo. Pero Hanabi, prefería morir o casarse con un Uchiha antes que seguir a su hermana a un monasterio en lo alto y alejado de un monte, aparte disfrutaba su vida como Kunoichi... Esto significaba que era hora de pensar en su propio futuro.

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Sakura no intento disimular su enojo.

¿Cómo puede ser tan grosera lady Hyuga? Vino hasta el distrito Hyuga, cruzando casi toda la aldea para verla, y ni siquiera es capaz de recibirla.

Claro que ella no sabía de su visita, pero por una mínima cortesía se debe responder al llamado de la puerta. Y recibir al visitante. No sé donde quedan sus distinguidos modales.

— Mi señora se desocupará luego de su baño —le aseguro, nerviosa, una joven sirvienta.

— Hmm —respondió Sakura— Tranquila, no estoy molesta contigo ¿Sabes? No tienes la culpa, si tu señora es descortés con sus visitas.

Tal vez la joven sirvienta decidió que no había modo inocuo de responder a eso, por lo que se limitó a asentir y se retiró. Sakura volvió su mirada torva hacia la ventana, para observar el sol poniente.

¿Cómo era posible que Sasuke-kun se fuese a casar? ¿Y con Hinata? La única que nunca le dio atención o una mirada a él, ni siquiera estoy segura de que lo notaba en clases o en la aldea. Siempre pensé que Hinata que casaría con un apuesto hombre rico... No con mi Sasuke-kun.

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