Capítulo XIII

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«— El pesar oculto, como un horno cerrado, quema el corazón hasta reducirlo en cenizas.»

Otelo

La aldea parecía tan pequeña, desde lo alto, pensó Hinata.

La recordaba inmensa, pero desde luego, ella también había sido más pequeña cuando solía venir a observar la aldea desde el monte Hokage con su madre. Muy pocas veces había vuelto a sentarse a observar el paisaje desde la muerte de su madre. Además desde su fallecimiento, su padre se había vuelto más estricto y frío, por lo cual era difícil salir sola o tener tiempo de ocio, su vida se convirtió solo en entrenamientos, misiones y honrar al clan.

Estar en este lugar de alguna forma le ayudaba a aclarar su mente, quizá se debía a los recuerdos felices que pasó junto a su madre ahí. El solo estar sentada en este sitio la calmaba y llenaba de calidez su pecho. Pero en estos momentos se sentía una persona egoísta, se había creído muy adulta y sensata, con todos sus planes de detener y escapar del matrimonio con Sasuke, que nunca pensó en las consecuencias que eso podría tener para con su pequeña hermana.

Hanabi...

Siempre trató de hacer lo mejor para ella, se sentía especialmente responsable de su hermana, de cuidarla, de brindarle el cariño del que se vieron desprovistas desde la muerte de su madre. El clan Hyuga, sin ella, se convirtió en un iceberg, un lugar inhóspito. Hanabi desde luego no recordaba a su madre, por lo cual, su figura materna estaba ligada a la nodriza Kaede, Natsu, su cuidadora y la misma Hinata.

Todo ese cuidado que procuro darle a su hermana se pudo haber perdido de no ser por Kakashi-san, su hermanita pudo ser sellada... Si Hanabi se hubiera negado a escapar con ella y Toneri, se habría visto obligada a llevar el sello del pájaro enjaulado en su frente y todo seria culpa de las malas decisiones que había tomado hasta ahora, pensaba Hinata.

Sentía una pizca de rencor en su corazón contra el destino, ¿Qué he hecho para merecer algo como esto? ¿Está mal, tratar de batallar contra algo que no es justo?

Ahora, casi todo el desdén que pudo sentir contra Kakashi-san se había esfumado, todo por lo que ha luchado para cuidar a Hanabi, podría haberse perdido, sí el Hokage no hubiera decidido abogar a su favor. La magnitud de agradecimiento hacia él la dejó sin aliento. No tenía manera de empezar siquiera a pagárselo.

Que hombre tan extraño era Kakashi Hatake. En la mente de Hinata existían dos versiones de él. Uno, el apuesto y misterioso sensei del equipo siete, al que en secreto había admirado con su corazón infantil, hasta hace un tiempo no se había percatado, pero en su momento, el corazón de la pequeña Hinata de doce años se aceleraba cuando veía al Hatake leyendo por la aldea, todo debido a que fue uno de los que detuvo a Neji de atacarla en los exámenes chunin. Y, la otra versión era el villano desalmado que la había chantajeado con tanta crueldad para que lo obedeciera. Ahora tenía que aceptar que ninguna de las dos versiones que se formó en su cabeza era exacta. ¿Por qué razón había decidido manipularla de manera tan brutal? Sin duda, Kakashi-san sabía que si tan solo le hubiera revelado cómo la había ayudado a ella y Hanabi, por honor y agradecimiento, ella estaría dispuesta a devolverle su generosidad con cualquier cosa que él le pidiera, incluso, si eso era casarse con Sasuke Uchiha.

Entonces ¿Por qué no lo había hecho? Definitivamente con lo que hizo la tenía totalmente en sus manos, Hinata no lo entendía ¿Y por qué lo ocultó?

Una parte de ella nunca perdonaría a Kakashi-san por lo que le había hecho, pero sí se sentía agradecida y en deuda con él.

Aparte, ahora se venía otro asunto sobre sus hombros.

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