Capítulo XII

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«— Ten más de lo que enseñas, di menos de lo que sabes.»

Rey Lear, Acto I, Escena IV.

Hinata

Estaba sentada en seiza, mirando el jardín frente a mí, cuando una voz interrumpió mis pensamientos.

— Y bien, Hyuga. ¿Por dónde empezamos?

Voltee mi cabeza hacia la voz, era mi recién proclamado prometido. Se encontraba apoyado en un pilar con los ojos cerrados. Cuando abrió sus oscuros ojos y estos conectaron con los míos, esbozo una pequeña sonrisa y me saludo con un asentimiento de cabeza y su característico, «hmph». Coloco una de sus manos sobre su cabeza, protegiéndose del sol matutino. No pude sino sonreírle también.

— Buenos días, Sasuke-san ¿Por qué tan temprano por aquí y tan contento?

Para sus frecuentes expresiones estoicas, esbozar una pequeña sonrisa equivale a extrema felicidad.

— Contento no, Hyuga, sino que ansioso —dio un salto hacia el jardín posicionándose frente a mí— Este plan tuyo me agrada cada vez más. Es la primera vez en semanas que tengo algo provechoso por hacer —si le parecía extraño el venir a hacer una visita social a la mansión Hyuga, no lo demostró— Me agrada tu terraza, está desprovista de tanta pomposidad y decoraciones.

Frente a mí desenvaino su katana y la extendió observando el filo de la hoja.

Se oyó un grito desde el interior. Sasuke se agachó para esquivar un jarrón que voló hacia su cabeza. Me di la vuelta para ver a Hanabi, que lo observaba furiosa, con las manos en sus caderas.

— ¡Atrás, traidor! —gritó.

Suspiré:

— Sasuke-san, te presento a mi hermana, Hanabi —miré el jarrón destrozado, que antes había estado a un costado de las puertas shōji— Como podrás ver, ella es la razón por la que la terraza se encuentra agradablemente desprovista de muebles.

Sasuke-san enfocó su mirada en Hanabi, que había tomado el otro jarrón y parecía a punto de arrojarlo, él por su parte enfundó cuidadosamente su katana.

— Tranquila, enana Hyuga, no haré nada.

— Hmmm. —respondió Hanabi entrecerrando sus ojos hacia él. Volvió a dejar el jarrón en su lugar mientras mascullaba algo, de lo que solo alcance a distinguir la palabra «Uchiha».

Me levanté de mi posición y mientras recogía los restos del jarrón destruido, me volví hacia Sasuke-san.

— Empecemos por Tsui. ¿Ya lo han encontrado? Si logramos hablar con él...

— Tsui está muerto —interrumpió Hanabi.

— ¿Qué?

Hanabi tenía sus ojos fijos en el Uchiha.

— Tsui está muerto —repitió— ¿No lo sabías Uchiha? Anoche encontraron su cuerpo en el cementerio, muerto por una herida de katana. Me enteré esta mañana cuando salí al mercado con Natsu.

Miré hacia él, su rostro perdió cualquier animosidad que pudo haber tenido. Y se recostó contra el pilar.

— Muerto —repitió— Tsui, muerto. Asesinado.

— No pienso sentir pena por él —declaró Hanabi, de brazos cruzados— Otro Uchiha sin el cual la aldea estará mejor.

— ¡Hanabi! —la reprendí— No hables así de la familia de Sasuke-san.

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