Chapter Two

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And her hair-do
He knows the lipstick kisses,
that's the right move
Make me feel like I'm the one who moves you
The only one you see
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Atónito caminó hasta el expositor y observó la publicación de cerca. No se lo podía creer. La portada era en blanco y negro. Louis ocupa el centro de la imagen, lleva un precioso traje de corte italiano negro, una camisa blanca y una delgada corbata también negra. Está guapísimo; destila todo ese atractivo que ha tenido la desgracia de apreciar en vivo. Ni la fotografía ni la portada en sí están adornadas con ningún otro detalle salvo el titular:
«Louis Tomlinson: Bienvenidos a la política del siglo XXI»

 Ni la fotografía ni la portada en sí están adornadas con ningún otro detalle salvo el titular:«Louis Tomlinson: Bienvenidos a la política del siglo XXI»

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Tiene que ser una broma.

Intenta tomar la revista, pero lleva tantas cosas en las manos que no es capaz. Camina con paso torpe a la caja y aún más torpe deja todo sobre el mostrador. La ancianita, que finalmente ha decidido pagar con un billete de veinte, se marcha.

Regresa al expositor. Sin embargo, cuando sus dedos están a punto de rozar la revista, se detiene en seco.
¿Para qué la quiere? Le importa bastante poco que sea o no sea famoso y por qué. No piensa volver a verlo.

El señor Liang lo observa y suspira brusco.

—¿Qué? —Harry pregunta confundido andando de nuevo al mostrador.

Entonces se da cuenta de que ya ha metido todas sus cosas en la bolsa de papel y espera a que se decida a pagarle.

—Son veintinueve con diez —le informa.

Mira hacia atrás en la cola y ahora es el chico detrás suyo quien pone los ojos en blanco.

—Son veintinueve con diez —repite el dependiente.

—Lo... lo siento —musita con una sonrisa.

Sin embargo, antes de que pueda pensarlo con claridad, va hasta el stand, toma el ejemplar de la revista Esquire de un golpe y regresa a la caja.

—También me... me llevo esto —dice con poco convencimiento.

Es simple y pura curiosidad.

«Por supuesto»

Ni siquiera la voz de su conciencia lo apoya.

(...)

Entra en el departamento y deja la bolsa sobre la isla de cocina. Al escucharlo, Niall sale de la habitación y se acerca a paso ligero. No sabe si es por la mantequilla de cacahuate o por el vodka de mandarina.

Saca los cereales y los acomoda en el armario. Niall pasa a su lado, toma dos vasos y los llena de hielo. Ha ganado el Absolut Mandrin.

—¿Qué más has traído? —pregunta curioso, entreabriendo la bolsa con el índice—. ¿El Esquire? —continúa diciendo con el ceño fruncido mientras saca la revista.

Las noches en las que el cielo era de color naranja (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora