Capítulo VI : Sanguisuga

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"El pensamiento humano es incomprensible, nadie puede entender la totalidad de las razones que incentivan los actos más nobles o crueles".

—Suzy Reséndiz.


Tras la discusión con mi padre y hermano, Chris y yo abandonamos el lugar rápidamente. Mi acompañante pareció entender la situación que había ocurrido y no hizo ninguna pregunta ni comentario al respecto. Solo andábamos en silencio. Dos extraños vagando a media noche, bajo una luna omnipresente que lo bañaba todo con su luz tenue. Invisibles y ajenos para el mundo, a merced de la gélida brisa nocturna y el tiempo inerte.

Me había imaginado que abandonaríamos la ciudad, pero resulto que Chris tenía asuntos pendientes y necesitaba resolverlos antes de partir. No quise indagar sobre ello, así que obedientemente me quedaba encerrado en una casa vacía en las afueras de la ciudad. Aunque estaba desocupada y muy desolada, era un sitio mucho mejor que el húmedo, apestoso y mugriento drenaje bajo la ciudad.

Ahora que poseía mucho tiempo libre, lo empleaba en adaptarme a mis nuevas habilidades. Resulta que el dolor de mis dientes y uñas se debía a que se estaban desarrollando mis colmillos y garras. Me ponía algo nervioso tener la boca como el profesor Cuzatti, recordar aquella dentadura inhumana me generaba incomodidad y ciertamente miedo. Pero al fin y al cabo tenía que aceptarlo.

Durante el día me mantenía dentro de una pequeña habitación que estaba totalmente cubierta por madera. Solo pasaba la luz por minúsculas ranuras, lo que le daba una iluminación muy tenue y sutil al lugar. Aunque si estuviera en completa oscuridad, podría ver con total normalidad.

De lo único que me quejaba era del aburrimiento y las largas horas en soledad. Por alguna extraña razón, sentía con cada vez más frecuencia, una rara sensación en el pecho cuando Chris se marchaba. Y tras transcurrir varias horas, lo extrañaba.

Con paso de los días, esas sensaciones iban en aumento. Poco a poco empezaba a comprender que esos sentimientos extraños para mi, se debían a algo mucho más profundo. Algo que nunca había experimentado antes. Me estaba enamorando de él, o al menos eso me parecía.

No estaba seguro de cómo lo tomaría Chris, o si se alejaría inmediatamente. Después de todo, por su forma de hablar parecía de otra época pasada. Así que no sería de extrañar que su opinión sobre las relaciones entre chicos, fueran las mismas que las que tenían las personas de aquellas épocas. Entonces decidí que era más prudente mantener en secreto esos sentimientos.

Además que no estaba cien por ciento seguro que fuese amor lo que sentía. Tal vez lo malinterpretaba con el agradecimiento por salvarme la vida y aceptar ser mi guía en la vida como vampiro. Si ese fuese el caso, entonces no valía la pena arriesgarme por cosas de las que no estaba seguro.

—Este muy callado, ¿ocurre algo? —preguntó Chris, sacándome por completo de mis pensamientos.

—No, nada. Solo pienso en cosas —le dije—. Ya pasaron tres semanas de mi transformación y aun no me han salido los colmillos, ¿es algo normal?

—Saldrán en cualquier momento. He escuchado casos en los que los sanguisuga tardan hasta un mes para obtener sus colmillos y garras. No es muy común, pero si ocurre —explicó él.

—¿Sanguisuga? —nunca había escuchado esa expresión.

—Es como llaman a los vampiros recién transformados. Lo escuché de un vampiro italiano que lideraba a un clan de vampiros en Venecia. Cuando se sumaba un miembro recién transformado, lo llamaban sanguisuga. Luego supe que era un término ampliamente usado.

El pintor de los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora