En voz de Christopher
"La luz cree que viaja más deprisa que nada, pero se equivoca. Por muy rápido que vaya la luz, siempre se encuentran con que la oscuridad ha llegado antes y la está esperando".
—Terry Pratchett.
La noche brinda acojo al pecado, con cánticos profanos y actos despreciables. Evoca lo peor del alma y despierta a las bestias que se ocultan durante el día, dentro de nosotros. Además, lo cubre todo con su manto de sombras, cuyo frío roció humedece nuestros cuerpos desnudos, entrelazados como serpientes a orillas del arroyo.
La palidez de nuestras pieles resplandecía en lo negro del suelo del bosque. Ni siquiera el cadáver desangrado llamaba tanto la atención como lo hacíamos nosotros.
Aun con la mente turbia por lo que acababa de ocurrir, me levanté del suelo y busqué nuestras vestimentas. Dan se veía igual que yo. Pero aun así, su mirada resplandecía con una belleza que solo la oscuridad y yo podíamos apreciar.
—Debemos resolver ese asunto —le señalé la prueba de nuestro crimen. El chico lo observó por unos segundos, con la mirada fija y sin expresión alguna. Luego, se levantó del suelo y se colocó sus prendas con rapidez.
—¿Qué vamos a hacer con él? —preguntó dudoso.
—No creo que haya tiempo de enterrarlo. Será mejor arrojarlo en el río que se conecta con el arroyo. Le ataremos unas rocas para que no salga a la superficie —le expliqué. Él no parecía muy convencido, pero no objetó nada—. ¿Estás bien?
—Sí, creo. Es que... —dudó por un segundo—. Por alguna razón no me siento tan mal como pensé que sería... matar. No fue como cuando asesiné a esos chicos en mi arrebato de rabia —expuso—. Casi no siento remordimiento. Y eso me asusta un poco.
Comprendía a la perfección ese sentimiento—. El remordimiento desaparece una vez que has matado para alimentarte por primera vez. Tu mente comprende cuan necesario es para ti hacerlo y minimiza el sentimiento de culpa o arrepentimiento —le expliqué—. Tu cerebro te protege de la destrucción.
—Entiendo. Y referente a lo otro... —en ese asunto parecía mucho mas avergonzado. No pude evitar sonreír por su actitud inocente.
—Sobre eso no estoy seguro. Supongo que fue una explosión el momento —me acerqué hasta él y acaricié suavemente su precioso rostro—. Sea por la razón que sea, aquello fue lo mejor que me ha ocurrido en mis trescientos años sobre el mundo. Por primera vez me sentí completo.
—Yo me sentí igual. Fue como si todo lo demás desaparecía y solo éramos tú y yo. Eso me gustó.
Parecía que ambos experimentamos lo mismo. Aunque él no lo entendiera por completo, lo que ocurrió entre nosotros fue más allá que una relación intensa y descontrolada. Fue la formalización de nuestro lazo y lo indestructible que sería.
Había escuchado de ello hacía mucho tiempo, mientras estaba en Italia. Según, cuando los vampiros se enamoraban, no era como el amor humano, sino mucho más intenso. Nuestra existencia se ligaba fuertemente a la de la otra persona y con el paso del tiempo, más intenso se volvía el vinculo.
Pensaba que eran solo poemas fantasiosos de vampiros enamorados. Nada más que ilusiones de un corazón embelesado por el dulce néctar del amor. No creía que fuese eterno ni tampoco duradero. Ya que en los humanos, el amor podía ser tan etéreo como un suspiro en la brisa.
Pero ahora que miraba los ojos azules de Dan, no veía un futuro en el que él no estuviera. Ni el deseo por la sangre despertaba lo mismo que el anhelo por verlo sonreír. Comprendí pues, que aquellas historias de tinte poético, eran tan reales como el día y la noche.
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El pintor de los malditos
Ma cà rồngDesde muy joven Dan siempre quiso ser un pintor reconocido. Nunca vio otra cosa que no fuesen lienzos, pinceles y pintura en su futuro, y para bien o para mal, mostró un increíble talento que lo sentenció a transitar por ese rumbo, aun cuando todos...