Capítulo XIX: Otra forma de vivir

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"El que ha superado sus miedos, será verdaderamente libre".

—Aristóteles.

A medida que pasaban los minutos, mi cuerpo dejaba de sentir aquel dolor punzante que se originó tras mi despertar y poco a poco recuperaba mi fuerza. Gracias a la conversación con el señor Shawn, muchos de los males que aquejaban mi alma condenada se evaporaron, junto con el peso que estos ejercían sin piedad sobre mí. Aun consciente de mi condición, era capaz de ver nuevamente mi sueño resplandecer a lo lejos, esperándome con la mano alzada e invitándome a llegar a él.

—Muchas gracias por salvarme, señor Shawn —le dije una vez que estuve de pie y listo para irme. Tal vez no me encontraba al cien por ciento, pero ya no podía seguir perdiendo el tiempo, mientras que Chris andaba por ahí a merced de esos cazadores dementes.

—No hay de qué. Sigo creyendo que aún es pronto para que salgas, pero sé que no me harás caso. Suerte en la búsqueda de tu novio —extendió su mano para que ambos la estrecháramos—. Y cuídate de Boris y de Charlotte. Ya te enfrentaste a ellos, así que sabrás lo peligroso que es enfrentarlos.

—Gracias por su consejo, lo tendré en mente —tomé su mano cálida para corresponder a su acto amable. Se sentía cálido, a pesar de lo rústico de sus manos. Muy distinto a mi contacto frio y carente de vida o esencia—. Antes de irme, tengo que decirle algo muy importante.

No era correcto irme sin antes advertirle que lo estaban buscando para asesinarlo. Una vez que conocí la historia de su hijo y el vampiro que era su novio, entendí que no había motivos para que lo mataran.

—Un clan de vampiros en Estados Unidos contrató a Chris para que lo encontrara. Ellos quieren vengar la muerte del vampiro que estaba con su hijo —confesé, esperando alguna reprimenda por mi silencio prolongado. Sin embargo, el hombre no mostró nada de sorpresa.

—No me sorprende que hayan contratado al cazador de cazadores para encontrarme. Supongo que tarde o temprano terminaran por hallarme. Pero no te preocupes por mí, ya me he enfrentado a los vampiros de Geoffrey antes —aseguró con confianza y restándole toda la importancia.

—Hablaré con Chris para que no les diga nada —le dije, pero el negó con la cabeza.

—No te preocupes de un hombre como yo. Desde que tengo uso de razón, cargo a mis espaldas el peso de la muerte y la venganza. Siempre he sabido que esos pecados que he cometido en nombre de la fe me pasarían la factura. No temo a la muerte, ya que he sido mensajero de ésta desde el momento de mi nacimiento.

Realmente era un hombre fuerte que no le temía a nada. Ni una sentencia de muerte ni las nubes tormentosas amenazantes parecían inmutar su presente; sino que lo alentaban más a vivir cada minuto como si fuese el último. Deseaba tener una voluntad así como la suya.

Tras sus palabras solo me quedó decir adiós. Mientras salía de su casa campestre, abrazada por la penumbra del bosque y el rumor de la noche; improvisaba cortas plegarias, deseando que nunca fuese hallado por aquellos que anhelaban su sangre para saciar así la sed de venganza.

Aunque nuestro encuentro haya sido breve, estaba seguro que nunca lo olvidaría; aun cuando el paso inclemente del tiempo lo barriera todo con su manto de olvido.

Alcé la mirada hacia el cielo negro; las estrellas titilantes lo adornaban como siempre hacían desde los propios inicios del tiempo; éstas eran acompañadas por la luna casi llena, rodeada por un etéreo velo perlado. Respiré profundamente el aire frío y húmedo que me rodeaba. Tras mi exhalación igual de fría, aparté la mirada de ese cielo nostálgico y me concentré en buscar a Chris. Le rogaba a ese a que llaman Dios por la vida de mi amado, aun sabiendo que no escucharía las plegarias corruptas de un ser nefasto como yo, cuya abominable existencia se oponía con sangre a su ideal bendito.

El pintor de los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora