Capítulo V : Olvidando todo

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"Tristemente, yo lo sabía. A veces la verdad solo puede ser contada con la ayuda de la mentira".

—Ryuunosuke Akutagawa.


Por un largo tiempo permanecí solo en esas mazmorras. La única luz provenía de un contenedor de basura incendiándose. Todo el lugar era bañado por el resplandor naranja, aunque igual se percibía el dominio de la oscuridad. Me estaba desesperando estar allí.

Mi salvador me había dejado allí debido a que tenía que deshacerse del cuerpo. Mi estómago se revolvió al imaginarme aquello, por ende preferí quedarme en ese lugar sombrío. Aunque con el paso de las horas, me empezaba a aburrir.

Era increíble que solo hacía unas horas estaba dibujando tranquilamente, sin siquiera imaginarme todo lo que me ocurriría. Ahora que mi vida prácticamente había perdido su valor, solo me quedaba adaptarme a vagar por ahí, errante y carente de calor propio. Bajo una lluvia interminable de agonía y temor.

Mentiría si dijese que no me arrepentía. Dejar a un lado mis sueños por el simple hecho de querer sobrevivir era algo contradictorio. Una vida sin motivo era igual o peor que la misma muerte.

Pero por el simple hecho de haber perdido mi humanidad, tampoco podía echar todo a la basura y abandonarme a la muerte. Chris aceptó enseñarme a vivir como vampiro y, aunque fuese difícil, esperaba que con ello encontrar un nuevo motivo por el cual existir realmente. Aunque me engañase con falsas ilusiones, en ese instante aspiraba a ello.

—Ya es de noche —llegó mi salvador de repente. Me sobresalté por su repentina aparición—. Tenemos que irnos a otro lugar.

—Podríamos... ir a mi habitación a buscar unas cosas —él me observó con esos ojos oscuros. Aunque no dijese nada, era evidente que no le parecía una buena idea—. Prometo que será rápido. Por favor.

Lanzó un suspiro de resignación—. Está bien.

Quise gritar de alegría, pero me contuve y solo expuse una sonrisa de agradecimiento. Chris se dio vuelta rápidamente y con un gesto con su mano, me indicó que lo siguiera.

Por las tuberías, el agua goteando y el olor nauseabundo era obvio que estábamos en la red de alcantarillado que estaba debajo de la ciudad. De vez en cuando veía una alimaña huir de nuestra presencia, lo que erizaba mi piel al instante. Con la nariz tapada con mi mano, intentaba imaginarme una dulce fragancia para ignorar la pestilencia.

—¿Cómo estás con tus sentidos? —preguntó mi acompañante.

—Es horrible. Escucho cosas que desearía ignorar y si respiro por mi nariz caeré desmayado. Lo único bueno es que puedo ver perfectamente, aunque todo esté oscuro.

—Con el tiempo te adaptarás a ellos y los controlarás —aseguró. Eso sería fantástico si nos íbamos a mover por lugares así a menudo—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Claro, pregunta con confianza.

—¿Qué buscas representar con tus dibujos?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Me esperaba que indagara sobre cualquier otra cosa.

—Es difícil de explicar —lo pensé por unos momentos—. En esencia, solo busco expresar mi forma de ver el mundo. Exponerles a los demás lo que ocurre dentro de mi mente y tal vez, en algún momento encontrarle algún sentido.

—Yo creía que los pintores solo buscaban plasmar en papel un instante que les parece bello. Los dibujos que vi en tu libreta parecían estar hechos por los pedazos de un sueño, entremezclados deliberadamente. Solo hubo unos pocos que no lo pareció. En uno de esos... estaba yo —sentí como un hormigueo recorrió todo mi cuerpo.

El pintor de los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora