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Jeno llegó agotado a su departamento. Si no tuviera que trabajar, realmente no lo haría. Aquel día había sido tan exasperante y la lentitud en que pasaban las horas, lograba alterarlo por completo. Sus músculos dolían, su cabeza estaba que explotaba y su estado anímico no era el mejor luego de que Renjun se negara a cerrar su trato de aliar ambas empresas. Se suponía que los negocios y los sentimientos no se mezclan.

Se dejó caer en el sofá blanco largo que había en su sala, se sentía devastado. Realmente deseaba poder escapar de la realidad por un momento. Un peso sobre su pecho, hizo que saliera de sus pensamientos. Sonrió, su pequeño conejito había subido a la cama para dormir hecho una bolita, sobre él. Aquel animalito le daba felicidad y cariño. Lo amaba, lo amaba demasiado. Pronto, el tacto del suave pelaje del pequeño animal en su mano, logró hacer que callera profundamente dormido.

Jeno... Jeno... Despierta.

Sus ojos se abrieron lentamente y lo primero que vió, fueron dos ojitos café brillando por la luz de la luna que se filtraba por las cortinas de seda blancas. El peso sobre su pecho había aumentado, extendiendose hasta sus piernas, las cuales estaban enredadas con las de alguien más. Unos mechones rosa le hicieron cosquillas en su frente, supo al instante que su novio ya había llegado. Na Jaemin, su preciado tesoro.

— Tengo hambre. — Susurró el menor.

— Comerás luego de que tome una ducha. — Rió. — Nuestro amor no es para nada común. ¿Sabes?

— Nuestro amor es perfecto así como está. El exterior no es importante si lo que sentimos es mutuo y fuerte. — Jaemin se quitó de su cuerpo y se paró junto a la cama, con sus pies descalzos sobre la madera fría. — Duchate, exijo mejor comida que la de esta mañana.

Jeno rió y se levantó, para así dejar un casto beso en la frente del contrario. El agua corría por su cuerpo, sabía que la felicidad no le duraría por mucho más que unas simples horas, pero aún así trataba de aprovecharse de ellas al máximo. Su pecho comenzaba a sentirse oprimido por un sin fin de sentimientos negativos, una oleada de dolor e ira lo invadía. Necesitaba relajarse, tratar de comprender lo que una mente humana común no podía. Debía tratar de vivir la vida como era.

El mayor llevaba una toalla envuelta en su cintura y con una más pequeña, se esmeraba por borrar todo rastro de humedad en su cabello. Dejó caer la parte superior de su cuerpo sobre el marco de la puerta, observando a su amado en la cocina. Jaemin tenía un puchero, mientras observaba un pastel de chocolate y zanahoria con crema, apollando su mentón sobre la encimera negra. Su ternura era totalmente única, nadie jamás habría esperado que Lee Jeno saliera con alguien así, puesto que el afecto en demasía no era precisamente lo suyo. Pero devía admitir que Jaemin despertaba ese lado desconocido en él.

— No habrá pastel hasta después de comer. — Afirmó el peli-rojo, para luego comenzar a caminar hasta el menor, quién lo observaba fijamente.

— No es justo. — Bufó Jaemin. — Por cierto. ¿Qué tal fue tu día?

— Te haré de comer. — Jeno evadió la pregunta y se vistió primero para así comenzar a cocinar algo. Realmente no quería admitir que había estado pensando en que podría perderlo, perde a Jaemin, a su felicidad. O que deseaba que la felicidad durara por más de unas horas.

— No tengo miedo. — Jaemin era insistente y con facilidad lo leía, conocía sus pensamientos y entendía sus sentimientos. Lo conocía como a la palma de su mano. — No importa dónde esté o como sea, te amo y eso es lo que importa.

Jeno dejó de lado sus acciones y corrió a besarlo, tomándolo de sus mejillas. — Prometemelo.

— Lo prometo por el meñique.

Jeno sonrió y preparó la comida para ambos. Hablaron de muchas cosas, nunca perdían la comunicación y costaba mucho que se formara un silencio entre ellos. Comieron el pastel y el sueño no tardó en apoderarse de Jaemin, por tanto ambos decidieron ir a dormir a la cama del mayor. Jeno abrazó al peli-rosa con fuerza y lo besó sin parar.

Su amor jamás sería normal, era peculiar y nuevo, prohibido, pero hermoso. Trataba de ser feliz durante el día, esperando con ansias a que la noche llegara para ver a su novio y poder besarlo y abrazarlo de una manera distinta a la que lo hacía en las mañanas o tardes, con frecuencia. Acarició el pelo del menor y besó su frente con firmeza por unos segundos. Estaba contento por ello, por poder besarlo una vez más. Y también por poder dormir una noche más a su lado, aún cuando al día siguiente, Jaemin volvería a ser su pequeño conejo mascota.

𝕠𝕟𝕖 𝕤𝕙𝕠𝕥𝕤 ; 𝕟𝕠𝕞𝕚𝕟𝕣𝕖𝕟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora