NOREN

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Jeno oía en la radio aquella canción que no le permitía pensar con claridad. Esa canción que por alguna razón ahora se sentía tan triste y lastimaba su corazón. A veces pensaba en su situación, fue tan feliz y jamás se percató de ello hasta que aquella felicidad se esfumó como el humo. Observaba a su alrededor, viendo a parejas tan felices y tan inmersas en su propio mundo, se sintió desdichado. Pero aquello no sucedió por arte de mágia, sino porque él mismo se buscó terminar así.

— Hey Jen, lamento la tardanza, fui a llevar a Hyuck hasta la casa de sus padres para que fuera a buscar su traje y aún no termino los dulces para la... Boda. — Suspiró Mark, sentándose frente a él en la cafetería. El canadiense sintió haber metido la pata, y quizá lo hizo, pero no era su culpa.

— Vaya... Todos están tan ocupados con la boda, seguro será un evento muy grande. — Sonrió falsamente, viendo por la ventana de la cafetería en la que se hallaban.

— Algo... Oye, lamento no ser cuidadoso, a veces olvido lo que pasó y me cuesta tener tacto. — Se disculpó el mayor.

Jeno negó. — Tranquilo, no pasa nada. Y dime... ¿Cómo está él? — Jeno tragó en seco, sintiéndose algo inseguro por la respuesta.

Mark parecía dudar. — Jeno, no creo que...

— Por favor... Sólo quiero que respondas a mi pregunta. — Dijo el peli-negro, asintiendo.

— Él está bien... Está feliz porque sólo quedan dos días para la boda. — Mark tragó en seco, sin dirigirle la mirada aún. — Hyuck y yo seremos los padrinos.

— Te felicito. — Su voz sonaba tan desanimada y decaida, ni siquiera podía fingir que aquello le daba gusto, porque no era así. — ¿Ha hablado... De mí?

— No... Jeno, no creo que esto te haga bien. Mírate, las lágrimas se te caen sin que te des cuenta. Mejor ve y habla con él, me pones en una situación que no sé cómo manejar. — Bufó Mark.

— Supongo que será lo mejor... Lamento haberte llamado para esto. Nos veremos luego.

Jeno estaba en una faceta difícil de su vida. Años antes conoció a Huang Renjun, la persona que era sin dudas el amor de su vida, pero no lo sabía. Siempre se sintió seguro de Renjun, porque el mayor siempre estaba pendiente de él a pesar de sus malas actitudes. Jeno era bastante arrogante, jamás le dio un detalle a Renjun, jamás lo llevo a los bailes y fiestas a las que iba aunque Renjun le dijera que disfrutaba de ello. Siempre creyó tenerlo comiendo de la palma de su mano, así que no se preocupaba de su poco romanticismo y sus actitudes pedantes. Sin embargo debió darse cuenta, pues Renjun cada día dejaba de hacer algo que antes sí, como prepararle el desayuno, darle caricias antes de dormir, recibirlo con los brazo abiertos al llegar del trabajo... A veces ni siquiera estaba en casa al llegar. Y debió notarlo aquel día de invierno, donde vio a Renjun y su compañero de trabajo, Na Jaemin, saliendo del cine mientras reían y parecían muy amenos. Pidió explicaciones, pero no obtuvo mucho, y tampoco estaba en posición de exigir demasiado.

Pasaban los meses y Renjun se sentía cada vez más distante, como si no quisiera saber nada de él. Y así fue hasta que un día el mayor desapareció de su casa dejándole una nota de despedida. Lo siguió viendo, pero ya no hablaban, ya no había ni siquiera una mirada que le hiciera saber que Renjun lo extrañaba. Y finalmente lo vió aparecer en su trabajo, pero grande fue su sorpresa al saber que no era por él, sino por Na Jaemin. Jaemin era un sueño, incluso Jeno amenazó a Renjun con engañarlo con Na sólo por orgullo, así de idiota era. Renjun se veía tan feliz con él, tan atraido y sin ninguna pizca de arrepentimiento de no estar ya a su lado. Y Na le brindaba todo lo que él no, todo lo que Renjun esperó alguna vez de él, ahora lo obtenía de alguien más, y su forma de pagar era tener que verlo cada día en los brazos de ese alguien.

Dos días después, la boda estaba llevándose a cabo. Jeno estaba viendolo desde afuera. Renjun vestido de traje blanco y sonriendo como nunca antes, Jaemin parecía sacar lo mejor de él y aunque dos días atrás intentó hablarle, sintió miedo y no pudo. Jaemin sacó a bailar a Renjun y el mayor lo arrastraba a todas partes sin escuchar quejas de Na, sólo una gran sonrísa. Finalmente Renjun salió a buscar a uno de sus amigos, pero en su lugar, se topó con Jeno.

— Jeno... ¿Qué haces aquí? — Cuestionó, viendo como el menor lloraba frente a él.

— Vine a pedirte perdón y a desearte lo mejor con Jaemin. Sé que soy un descarado por venir, pero... No sé... Me hice esperanzas estúpida sobre que podría limpiar todo el desastre que hice, pero es tarde. — Renjun no decía nada, sólo lo veía atónito. — Quizá no soy el más indicado en decir esto, pero espero que Jaemin te compre flores, que tome tu mano en todo momento sin sentir vergüenza, que te dedique todo su tiempo cuando tenga la oportunidad y no te deje de lado y abandonado... Y que te lleve a las fiestas sólo porque sabe que te gusta bailar. Espero que él haga todo lo que yo no hice cuando era quien estaba en tu corazón. Lamento todo.

Renjun meditó durante unos segundos y luego lo miró. — Te perdono, pero no podemos deshacer lo que pasó. Jaemin me hace feliz y estoy convencido de que es mi verdadero amor. Espero que puedas entender... Adios Jeno.

Sí, Jeno había olvidado ser lo que Renjun necesitaba. Y ahora lo veía bailar con otro, en el día de su boda, tan feliz y radiante. Y todo porque él olvido hacer todo lo que se suponía que debía cuando era su hombre.

— Adios, Renjun.

𝕠𝕟𝕖 𝕤𝕙𝕠𝕥𝕤 ; 𝕟𝕠𝕞𝕚𝕟𝕣𝕖𝕟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora