RENMIN

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Su caminata era rápida, la noche aún no llegaba, por lo que le quedaba tiempo para prepararse para esa noche que pasaría en vela. Era un día especial, un día que merecía ser recordado, estaba feliz, Na Jaemin estaba feliz. Había acabado su turno en la biblioteca, apenas eran las dos de la tarde y sus amigos habían hecho todo a su alcance para convencerlo de salir con ellos, pero Jaemin se negó rotundamente. Sin embargo, Jeno no había dudado en seguirlo aquel día hasta su casa, con la excusa de que deseaba ayudarlo a prepararse para ese día especial. Al llegar a su casa, ambos entraron para refugiarse del frío invernal que pegaba contra su cuerpo. Jeno fue el primero en entrar, dejándose caer en su sofá con total confianza.

— ¿Cuántos años son? — Cuestionó el peli-negro, viendo fijamente los movimientos del menor.

— Diez, es un privilegio cumplir esa cantidad de tiempo, ¿sabes? No muchos lo logran. — Sonrió el de cabello dorado, mientras preparaba las fuentes para hacer diversos postres. — Te enviaré unos a ti y a los chicos luego del festejo.

— Jaemin... — Susurró Jeno, levantándose del sofá.

— ¿Qué? — Los ojitos de Jaemin brillaban, no tenía valor para tirar esa felicidad abajo, ni para apagar ese hermoso rostro.

— Nada... Dejame ayudarte. — Afirmó, colocándose el otro delantal que había en la cocina. — ¿Crees que a Renjun le moleste que use su delantal?

Jaemin negó. — Para nada, seguro cuando le cuente que lo usaste, se burlará de ti. — Rió. Jeno sólo asintió con una media sonrísa, guardandose muy en el fondo su opinión y lo que realmente quería decir.

Jaemin estaba orgulloso de los diez años que cumpliría siendo el novio de Renjun, su sueño de matrimonio podría hacerse realidad, porque ese era el tiempo que el mayor le dió para llegar a pensar en casarse. Renjun quería que se conocieran bien antes de dar un paso tan importante, Jaemin lo aceptó, no quería atar al mayor a su lado si no podía hacerlo completamente feliz. Pero ahora estaba seguro de que ambos eran muy felices, lo sabía, lo había oido decirlo y nadie podía demostrar lo contrario. Jeno era su mejor amigo, el que estaba en las buenas y en las malas a su lado, apoyando hasta la mayor locura que se le ocurría. Y ese día no sería la excepción, el peli-negro estaba ahí, ayudándolo a preparar los postres favoritos de Renjun para esa noche. Más tarde haría la cena para que no se enfriara.

— ¿Por qué no salimos un rato? No creo que a Renjun le moleste que llegues un poco tarde hoy. — Dijo el mayor, poniendo las bandejas que Jaemin le mandó, en el horno.

El peli-dorado dejó de hacer su trabajo, para mirarlo algo serio. — Si no querías ayudarme, simplemente podrías haberte ido con los demás. Sabes que esto es importante para mí, ¿podrías dejar de tratar de cambir mi decisión?

Jeno suspiró, agoviado, había apoyado esa decisión durante años y ya no aguantaba más. — Creo que es enfermizo lo que haces. ¿No puedes tú ponerte en nuestro lugar, como amigos? Esa "relación", como tú la llamas, no es más que fantasía. Sabes bien que no te hará feliz.

Jaemin frunció el ceño. — Él si me hace feliz, deja de insinuar cosas que no son verdad. Soy totalmente consciente de lo que todos piensan, que es insana esta relación, pero si yo soy feliz, ¿acaso importa lo que piensen de mí?

— ¿Acaso no importa lo que piense yo, que he sido tu mejor amigo durante años? Que he estado ahí en todo momento y sólo me dejaste en las sombras al conocer a Renjun. ¿No merezco que aunque sea por una vez, escuches mis ruegos? — Bufó Jeno, cerrando sus puños. — Quiero ser yo quien te haga feliz, porque puedo hacerte feliz en verdad, no como una farsa.

— ¡No es una farsa! ¡Yo sé lo que lo he oido decir, y soy feliz con ello! — Chilló. El brillo antes presente en sus ojitos, se había vuelto un mar turbulento, desplazándose por sus mejillas. — Es mejor que te vayas, terminaré esto solo. Dale saludos a los chicos.

— Jaemin, sabes que esto no te ayudará en nada. Debes dejar a Renjun de una vez.

— Adios, Jeno.

El mayor suspiró, derrotado, y salió de la casa del menor, dejando aquel delantal en el sofá de la sala. Jaemin lloró por un rato, pero no podía verse mal para Renjun, tenía que volver a sonreir. Sabía que nadie estaba de acuerdo con su postura, pero él estaba bien, él sabía que estaba bien. Preparó todo y tomó una ducha, debía ir rápido a retirar las alianzas para la sorpresa que le daría a Renjun. Se arregló y buscó su pedido, para luego pasar por unas flores a la florería de su tía Joohyun, todo iría de acuerdo al plan. Seguramente Renjun aceptaría, ¿no? Se amaban, estaba seguro, escuchaba al mayor decirlo siempre a las doce en punto de la noche.

— Ese es el loco de la casa 8... — Un susurro a sus espaldas.

— Lo sé, lo veo cada vez que salgo a pasear a mi perro... — Y otro.

Jaemin estaba acostumbrado a que hablaran mal de él, pero no le importaba, sus vecinos no valian la pena como para arruinar nuevamente su animo. Salió de la floreria, su tía también le dio un pequeño sermón, pero no sentía ganas de oir con exactitud lo que la mayor tenía para decirle. Llegó a su casa y comenzó a preparar la cena, hablaría pronto con Renjun y debía apurarse. Acomodó todo en la habitación que compartía con el chino y corrió con los postres. Esperó, hasta que por fin dieron las doce de la noche.

— Hola, luna. — Susurró, sonriendo a más no poder. — Ya quería poder hablar contigo, sé que Renjun me responderá. —  Pudo oir claramente aquel "te amo" de cada noche. — Hoy Jeno me dijo que debería permitir que él me haga feliz... Pero no quiero herir a Renjun. Hoy cumplimos exactamente diez años y quería hacerlo especial. Por eso traje estos anillos... Para cumplir nuestro deseo de casarnos al llegar a esta etapa de nuestra relación. Siempre lo he amado como a nadie, porque él es alguien especial e increible. Últimamente me siento famoso, todos en el barrio hablan de mí, incluso la señora del perro feo que tanto odiaba mi amado Junnie. — Rió. — Pero quizá tienen razón, ¿sabes? Sé que probablemente estoy loco... Pero estos cuatro años han sido tan difíciles sin él. No lo tolero... Sé que me oye. Tú, la luna misma, estás aquí, oyendo cada cosa que digo. Tú se lo dirás, ¿verdad? Se lo dirás luna, yo sé que él sabrá todo lo que siento e incluso lo he oido responder.

Jaemin suspiró, rompiendo en llanto. Hubo un tiempo en el que pensó en avanzar, pero ese tiempo se desvaneció de sus recuerdos, lo único que hizo cada noche durante cuatro largos años, fue hablarle a la luna, añorando que Renjun respondiera, que Renjun dijera algo. A veces lo oía, podía escuchar claramente su melodiosa voz de ángel, resonar por la habitación en las noches de luna llena.

— Luna... Sé que quizá es mucho pedir... Pero dile que con estos anillos sello mi amor eterno, la parte de mí que quedará completamente para él. Porque sé que en algún lugar muy lejano, él está oyéndome, aceptando mi amor infinito. — Mumuró, con su voz quebrada. Jaemin estaba quebrado. — Nada fue su culpa, todo lo hizo ese conductor ebrio... Él siempre fue un ángel que jamás dañaría a nadie. Dile que lo amo como a nadie, y que aunque todos crean que estoy loco, yo sé que esto es amor. Por eso, Huang Renjun, casemonos con la luna de testigo. Yo acepto, sé que tú igual, así que ya no hay vuelta atrás, la luna nos ha unido. Feliz aniversario, mi amor eterno.

Cuatro años atrás, un hombre despiadado y horrible le arrebató a Renjun de su lado en un accidente de automóvil. Pero para Jaemin, Renjun seguía en alguna parte, viendo a la luna. Estaba seguro de que si hablaba con esa esfera brillante, Renjun podría oirlo, sabiendo que las palabras eran para él. Ese era Na Jaemin, el chico que todas las noches hablaba con la luna, tratando de llegar a Renjun, con la esperanza de que él lo oyera desde otra parte y le estuviera hablando también.

— Quizá sea un tonto que se sienta a hablar con la luna cada noche, cuando las estrellas iluminan mi habitación, pero yo sé que me oyes y respondes. Todas las noches hablaré contigo, luna, para que le digas a Renjun que lo amo... Y que siempre será así.

𝕠𝕟𝕖 𝕤𝕙𝕠𝕥𝕤 ; 𝕟𝕠𝕞𝕚𝕟𝕣𝕖𝕟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora