Detestaba el lugar.
Me sentía perpleja, insignificante ante el perdido horizonte blanco que acogía mi camino; estaba agotada de viajar y no llegar, percibía de alguna extraña manera, que aquel lugar me atormentaría, pero seguro era solo una idea mía.
En medio de la carretera, por lo único que ruegas, es por llegar a tu hogar, aterrizar en cama y acostar; hoy no sería así para mi, estaba encaminada a otro lugar; la orden de mis superiores era clara, debía inmediatamente radicara fuera de la ciudad, transferirme a una comisaría lejana, abandonar los suburbios y disponiéndome a trabajar sin queja alguna... quizá, si se acomodaban las cosas, arreglaban mi problema, podría existir una oportunidad de regresar a mi antiguo abrigo natal.
El helar me mantenía casi dormida, casi una ventisca era la que acompañaba la travesía, aquel clima impulsaba quisiera reposar en sueño el resto de mi vida; era hipnotizante el exterior, contemplar su magnitud y esplendor; pocas luces iniciaban a resaltar por la vía, por lo que en sincronía con el mapa, nos incorporamos en sigilo a aquel escabroso sendero vacío, debíamos dejar la carretera para llegar a nuestro destino; creía el camino complicado, pero lo atravesamos sin problema con el auto.
Noté un antiguo letrero a la distancia, parecía por fin estar cerca de North Evans; un texto viejo, cuya tipografía parecía de cuento, garigoleada con detalles en negro, acompañados de un raro y desgastado naranja, resaltando sin esfuerzo pese estar cubierto de hielo.
Empezaban a detectar formas y figuras ante la profundidad de la vía, al fin reconocía algo en el aquel marco de fotografía invernal; negociaciones con cantidades escasas de personas, usuarios en avenidas, niños por las esquinas; un sitio donde uno se retiraría.
El recorrido me parecía inerte, casi como una ida a algún viaje escolar, camino a museos o parque nacional, donde lo único que tienen de especial es el pasado, una historia que no dejan al olvido, que al presente, ya no tienen razones para estar vivo.
En mi vida había observado tanto frío, pese que en Nueva York a veces había mal clima; aquella la temperatura penetraba hasta en los huesos, hacía tus dedos tiesos, moverte lento, titiritar aún con ropa o techo; era obvio no estaba pasando por un buen momento en mi vida.
-Hemos llegado.- exclamaba mi antiguo compañero de trabajo Bill, quien siempre me había apoyado en los buenos, malos y terribles momentos, siendo hoy mi breve fuerza a seguir con esto; estacionándose frente a la nueva comisaría donde estaría adscrita; aquella fachada era rústica, muy sencilla y desgastada, pareciendo desde el exterior vacía o desolada.
-Hubiera renunciado... venir a un pueblo siendo de ciudad, es un castigo.- quejaba aún con cinto, rehusándome a bajar.
- A veces todos necesitamos de un respiro.- respondía ante mi sigilo.- llegando el día, volverás a la ciudad y todo esto olvidarás... lo verás Rey.- tomando mi hombro en una señal de anhelo, apuntando a ver el lado bueno.- además, no hay nada en que trabajar... menos con estos climas he de pensar.
Bajamos del vehículo y atravesamos la recepción del lugar; pisos color crema, tonalidades neutras, muebles grises y tabloides mostaza acompañaban las paredes, juraba podía sentir como el tiempo no había pasado en el sitio; ante la errante ausencia de personal, procedí a caminar dentro de la pieza, inclinando la cabeza donde existía una puerta de seguridad; ignore los señalamientos de "solo personal" y con descaro, me dirigí hacia un pasillo casi abandonado, topando con una puerta abierta de apariencia de oficina con leyenda "H. ARAGON".
Tomé valor entrometiéndome en la escena, encontrando un sujeto profundamente dormido, enrollado en gigantescas telas, tal parecía interrumpía una amena estadía.
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Los Enterrados
Misterio / SuspensoUna joven detective, es forzada a reubicarse de la gran manzana al pequeño y lejano poblado de North Evans, donde la única particularidad del sitio es el invierno eterno, así como una nula tasa de criminalidad. Pareciera que la nieve ocultara secret...