LA CRUELDAD DE LA VENTISCA

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- No lo estoy entendiendo, ¿cómo es que no olvida el rostro?, ¿conoció a Chelsea Wang?, ¿era algún familiar lejano?; todo lo que dice me parece ilógico, habla de un suceso de más de 20 años, Ben Summers no la pudo conocer.- me parecía insostenible, poco creíble; a pesar de ser lenta en matemáticas, los números no encuadraban en la operación, Summers no existía para en ese entonces, a menos que...

- El tan solo era un niño cuando ocurrió.- comentaba Simon mientras abandonaba su taza en la pequeña mesita de madera.

Un despliegue de recuerdos asumía el control total en mi cabeza, en un segundo a otro, podía volver a admirar a Ben Summers bañar en nueces los panqueques, retomar la mirada a sus amargos ojos oscuros y esquivar el rose deseado de sus manos ante la toma de miel de maple; el día del desayuno me había dicho su edad, y si, debía tener tan solo...

- Cinco años, el debía tener al rededor de cinco años.- susurraba al ver el violento fuego de la chimenea, tan ardiente y sofocante como quizá, el último aliento de Chelsea Wang.

Mis manos sostenían el peso total de mi mi frente y mis rodillas rozaban con mi nariz, aquella posición únicamente reflejaba lo derrota, abatida y desesperada que estaba, ¿qué le tocó vivir a Ben Summers?, ¿tenía que ver la tormenta con los hechos?, ¿qué es lo que estaba sucediendo?.

Todo encajaba a la perfección, la primera charla con Ben, el regaño en la junta, los comentarios despectivos a a Hunter el desayuno en De'Lu; debía interactuar con el de inmediato, averiguar su versión, escuchar aquello que tenía que decir, pero para el punto en el que me encontraba, lo más
factible es que fuera con el viejo Joe de forense, si yo seguía viva es porque mi jefe aún no sabía no estaba donde me correspondía.

- Necesito irme.- concluyendo con el silencio que había en la sala, tenía que movilizarme cuanto antes, correr y llegar a servicios periciales, antes, antes... de que no pudiera atenderme más Joe; no tenía buen presentimiento.

- ¿Pero estás loca?, la tormenta ya está en su punto, en horas o minutos será imposible transitar a pie.- exaltado ante la estupidez humana frente a el.- ¿quieres morir por un "recuerdo"?, ¡es absurdo!.

- No tengo alternativa.- comentaba al cerrarme la chamarra con prisa, percibía algo en el pecho que me mantenía intranquila.- si no hablo con Joe... no sabré lo que ocurrió.

- Hija, ya es tarde, ¡usa la coherencia!, su muerte ocurrió hace mucho; si llegarás a descubrir la verdad, no estarías salvando a nadie el día de hoy.- reiteraba el viejo Simon cubriéndose aún más de mantas, exaltado por la barbaridad e inobservancia mía.- nada de lo que hagas  podría regresarle la vida.

- Yo... no puedo permitirme abandonarla.- susurrando cabizbaja ante sus palabras.-al menos no en mi pensamiento... no ahora que presiento lo que vivió; muchas gracias por el café y la atención.- nublada aún por la sombra que causaba el fuego en la chimenea; ¿era capaz de enfrentar ese sacrificio?, bueno, ¿podía irme distinto con todo esto?.

La peor muerte es aquella que produce el olvido, un acto tan atroz del egoísmo humano, rápido, vil, ineficiente... ¿inconsciente?, no.

Es una respuesta para un colectivo lastimado, pero jamás una opción correcta; el recuerdo es aquello que mantiene vivo el sentimiento, que ilustra el pasado y nos enseña el camino a un nuevo destino... yo no olvidaría.

Tomé fuerza y me dirigí a la puerta, quizá nada tuviera sentido en este instante, que fuera una impertinencia de mi parte, arriesgar la vida por alguien que ya no la tiene; yo la mantenía desangrada en mi cabeza, una sombra oscura delirante en auxilio, suplicando un rostro, rogando un destello, pidiendo una luz.

- Tomando esto.- alzando la voz Simon.

- ¿Es una broma?.- dije incrédula ante la imagen incongruente de unas llaves con un colgante gigante en rosa, en forma de pompón con características físicas simulando ser un peluche de cereza.

- Al menos nunca pierdo las llaves.- burló con lo único que seguía vivo ante la incertidumbre, "la gracia".- toma la carroza y regrésala cuando termine la tormenta.- tirando de ellas con fuerza, cayendo en mis manos.- mucha suerte Rachel.

Mis mejillas se tornaron rojas y alcé la sonrisa, sentí por primera vez una pequeña caricia; me sentí segura.

Salí cuanto antes de la propiedad con rumbo a la entrada principal, la nieve la sentía más tersa, mucho más pesada y caminar ya era imposible; mi próxima meta era escalar la barda una vez más, sabia era una pésima jugada; prometía mis manos estaban moradas pese los guantes, que mis hombros se encontraban ardiendo en un color rojo, por tener quemaduras a causa del frío, juraba... sólo juraba.

Bajando nuevamente de la reja, caí directo al duro cemento de hielo, crujiendo mi espalda entumecida  y resintiendo dolor en los huesos, había chillando hasta retorcerme, maldiciendo al día y quejado la muerte a quien fuese el responsable del horrendo día; caminé desorientada entre la bruma y localicé finalmente la carroza.

Rezaba por el viejo Joe, quería estuviera a salvo, aún cuando a mi perspectiva, había participado en privarle la vida a Chelsea Wang, en fracasar como profesionista e impulsar un crítico caso de mediocridad.

Tenía mucha fe.

Abordé el vehículo e inicie el camino, debía de evitar forzar el motor o mantener cuidado al desplazarlo, pero resultaba imposible ante las cantidades incalculables de nieve por doquier, para empezar, ni siquiera invertí tiempo en calentar el auto, ¿estaría haciendo bien las cosas?.

Entrecerraba los ojos y buscaba abruptamente recordar aquel viejo mapa en la oficina de Ben, intentaba ver el camino, encontrarle forma al sendero blanco frente mío, tendría que estar antes de De'Lu, pero no tan lejos del bosque; conduje como mis calmas me daban a entender, de manera "nulas" y los amortiguadores saltones y chillones me lo hacían saber.

Era una aspereza sobrellevar los gigantescos montones de nieve en la acera, en cualquier instante podía sentir un neumático o el motor se avería y no abría forma de reponer el auto ni con mis ahorros; al estar encrucijada entre mi seguridad y la de la carroza, el sonido que más me temía ocurrió, por lo que me conduje a la orilla a penas pude.

Estacioné la carroza a la esquina del sendero helado y exclamé una oración en voz baja, flexioné mis dedos, alcé la cabeza al frente, estiré los nervios del cuello y contuve la respiración por un momento, ¿estaba bromeando el destino conmigo?.

Entre la densa nevada detecté al fin el inmueble de forense... pero mi alegría se esfumó al poco tiempo.

Estaba estacionada una patrulla afuera de las instalaciones.

¿Ben estaba aquí?.



•••

Este es el penúltimo capítulo y no tengo más que agradecer su tiempo, comentarios, opiniones, además de su apoyo en todo momento.

Próximo viernes capítulo final ❤️.

L@s invito a seguirme y continuar distintas historias conmigo, también me encuentro trabajando en un nuevo misterio 📸👀.

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