XXXIV

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Todo quedó arreglado poco antes de las fiestas de Navidad. Abandoné la escuela después de procurar que me sustituyera alguien que no hiciese estériles mis esfuerzos en pro de las alumnas. La mayoría de ellas, según parecía, me apreciaban, y mi partida lo puso de manifiesto. Me sentí profundamente emocionada por el lugar que me habían concedido en sus inocentes corazones y les prometí que, en el porvenir, las visitaría todas las semanas y daría una hora de clase en la escuela.

John Rivers llegó cuando yo, después de haberme despedido de las sesenta muchachas alineadas ante mí, cambiaba nuevos adioses con las mejores discípulas: media docena de muchachas recatadas, modestas e instruidas como no se encontraría fácilmente en el resto de Inglaterra ni en Europa.

-¿No sientes -dijo John cuando todas hubieran salido- la satisfacción de haber hecho con esas muchachas algo en beneficio de tus semejantes?

-Sin duda.

-Pues si eso ha sido así en pocos meses, ¿no crees que la tarea de dedicar toda la vida a la regeneración humana es hermosa?

-Sí -dije-, pero yo no puedo dedicarme sólo al bien de los demás. Deseo gozar de mi propia vida también.

-¿Y qué vas a hacer ahora? .me preguntó gravemente.

-Trabajar en lo que está a mi alcance. Deseo que busques a alguien que sustituya a Hannah para que me ésta me acompañe.

-¿A dónde?

-A Moor House. Diana y Mary llegarán de aquí a una semana y quiero tenerlo todo arreglado para cuando vengan.

-Comprendo. Creí que pensabas hacer algún viaje. Sí, vale más que vaya Hannah contigo.

-Bien; pues dile que esté lista para mañana. Toma la llave de la escuela. La de casa mañana te la daré.

-Quisiera saber -me dijo, mientras tomaba la llave- que ocupación vas a realizar en lugar de la que dejas. ¿Qué proyectos, qué ambiciones tienes ahora?

-Primero, limpiar Moor House de arriba abajo; segundo, encerarla y pulirla cuanto pueda; tercero, colocar todas las mesas, sillas y demás muebles con un orden y precisión matemáticos; cuarto, arruinarme comprando carbón y leña para que en cada cuarto haya un fuego excelente; quinto, dedicar a Hanna, dos días antes de que lleguen Diana y Mary, a batir tantos huevos, amasar tantas empanadas y preparar tantos bollos de Pascua, que no hay palabras en el diccionario para darle idea de la solemnidad de los ritos culinarios a que me entregaré. En resumen: mi ambición consiste en que todo esté listo el próximo jueves para otorgar a mis primas una acogida que constituya el ideal de las acogidas familiares.

John sonrió. No parecía del todo satisfecho.

-Eso está bien por el momento -dijo-, pero hablando seriamente, creo que después mirarás un poco más alto y no te limitarás a ocuparte de esas cuestiones domésticas.

-¡Son lo más agradable del mundo! -repuse.

-No, Jane: este mundo no es lugar de placeres, no hay por qué intentar convertirlo en tal; como no hay tampoco que entregarse a la molicie.

-Al contrario; voy a entregarme a la actividad.

-Por ahora está bien, Jane. Admito que están bien dos meses para gozar el encanto de tu nueva situación y del cariño de tus nuevos parientes. Pero después supongo que Moor House y Morton, y la compañía de mis hermanas, y la calma egoísta y la comodidad no te parecerán suficientes.

Le miré con sorpresa.

-John -dije-: ¿cómo puedes hablar así? Me sentiré tan satisfecha como una reina. ¿En qué cosa mejor puedo pensar?

Jane EyreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora