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Mateo

El sonido del agua cada vez se hacía más cercana como también los yuyos comenzaban a ser más altos, logrando que no veamos ni por donde íbamos.

A pesar de que fue pura casualidad de que lo que dije se convirtiera en realidad, no evitó que se me expandiera un calorcito de satisfacción por todo mi cuerpo. Al final no era tan inútil yo, je. Pero es que el viaje se había hecho eterno cuando seguí las indicaciones que el gps daba, me irritó bastante, y más cuando el único propósito que tenía era que Elena conozca un poco más esta parte de Buenos Aires.

Seguimos unos pasos más hasta que Ele na, que iba un poco adelantada a mí, soltó un grito y desapareció de mi campo de visión.

Me asusté.

—¡Elena! —corrí un poco pero terminé escapándome contra lo que descubrí que era agua. Me hundí en ésta pero me apresuré a subir a la superficie.

—¡No se nadar! —exclamó la morocha aleteando exageradamente, asustandome en el camino.

—La puta ma...—no terminé de maldecir porque me acerqué nadando a ella rápidamente. La tomé de la cintura y la atraje a mi cuerpo.

Nuestras miradas conectaron como hace unas horas lo hicieron y por mi mente pasó terminar con lo que comencé antes, pero fruncí el ceño cuando los labios de ella se curvaban en una sonrisa burlona.

—Era mentira —dijo y su mano me aplastó de la cabeza, ahogandome en el agua.

Al salir a la superficie otra vez la escuché riendo y no pude evitar contagiarme de su risa.

—Casi me muero de un paro cardíaco, loca —le confesé, imitando su acción anterior y hundiendola a ella en el agua.

Así pasamos un rato boludeando, salpicando agua y de paso tratando de sacarnos todo el barro que se nos pegó de empujar el auto.

—¡Ay, creo que algo me tocó el pie! ¡Algo me toco el pie! —chilló colgándose de repente a mí. Sus manos se sujetaban de mi cuello y sus piernas estaban enredadas en mi cintura. Sonreí internamente porque después se arrepentiría de esto.

—No hay peces acá, E- —mi frase quedó  incompleta cuando sentí algo rozandome la pierna.
Abrí los ojos como platos y la miré a los ojos. Ella tenía la misma expresión, así que empecé a correr con ella aún encima.
—¡AAAAAAA! QUE ASCO QUE ASCO —fui dando trompicones hasta llegar al otro lado a la orilla.

Nos tiramos al suelo agitados, o bueno mejor dicho yo, porque fui el único que tuvo que correr en el agua y eso cuesta el doble, sumado a que ¡Un asqueroso pez me tocó! Diu, que asco. Se escuchaban nuestras respiraciones aceleradas, y así nos mantuvimos unos segundos hasta calmarnos. Nos miramos al mismo tiempo y estallamos en carcajadas.

Va a ser una gran anécdota.

(...)

10 minutos más tarde estábamos sentados en un tronco admirando en paisaje y sintiendo la leve brisa secandonos.
La vi de reojo y descubrí que tenía la mirada perdida. Me pregunto que estará pensando. Todo fue diferente estos días conviviendo con ella. Creo que con ninguna de las chicas que estuve anteriormente fui capaz de sentirme plenamente bien; y con ella, aunque al principio me tratara mal, de alguna forma era un cable a tierra. Me hacía volver a conectar con mi pasado, mis raíces, mis comienzos, donde aún no era conocido y sólo era un wachin que rapeaba. Me recordaba a mí vida de antes.

Aún así no estoy arrepentido con la vida que llevo ahora, tengo todo lo que quiero, hago lo que quiero y puedo de dedicarme el resto de mi vida a lo que me gusta, aunque tenga que pagar el precio de la fama.

𝑺𝑼𝑷𝑬𝑹𝑺𝑻𝑨𝑹; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora