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Elena

Ya era un nuevo día y me encontraba mirándome frente al espejo del baño mientras me lavaba los dientes con la peor cara de orto del mundo y con ganas de morir. El golpe de ayer ya no se notaba pero podía sentir una leve molestia soportable, sólo esperaba que nadie se diera cuenta de su existencia.

Volví al cuarto y me encontré con mi hermana hablando por teléfono, supongo que con sus amigas. Al verme regresar, cortó su llamada y posó su atención en mí. Enarqué una ceja y la miré con expectación, preparándome para lo que sea que salga de su inexistente cerebro.

-Espero que la hayas pasado bien en tu paseíto por la ciudad -pronunció con sorna-. No puedo creer que hayas hablado con Camilo sin reconocerlo. ¡Pude haber conocido a Mateo de casualidad! - exclamó levantando sus brazos con desesperación.

La miré frunciendo el ceño.
-¿De qué mierda hablas, Laura? -cuestioné confundida pasando el peso de una pierna a la otra.

-De tu conversación con Camilo, el amigo de Trueno. Él me dijo que vos le dijiste que te ibas -explicó con emoción.-. ¡Ay! No puedo creer que lo haya conocido- se mordió el labio inferior mirando hacia el techo con cara de enamorada.

Entonces caí en cuenta de lo que estaba hablando. El wachin a quien yo le había vomitado las zapatillas era Camilo. Aún no entiendo como es que supo quien era mi hermana, pero me imaginaba que era por el gran parecido físico que teníamos, sólo que ella era rubia mientras yo era lo contrario.

-Eh, si... sí, lo que digas. Me voy a desayunar.- respondí saliendo de una vez por todas de ma habitación.

Durante el trayecto, en mi memoria pasaban como clips de película los acontecimientos ocurridos la pasada noche, desde el momento del golpe de la puerta contra mi cara hasta el rapero y yo empujando su auto en...

¡Trueno estaba durmiendo en el patio de la quinta!

Ocultandome de mis papas y mi abuela me acerqué casi corriendo a la ventanita donde ayer el morocho me llamó. Solté un gran suspiro de alivio al no hayar rastro de su auto ni de él por el inmenso parque.

-Elena, ¿qué haces ahí?, ¿venís a desayunar? -escuché la voz de mi papá a mis espaldas. Me giré rápidamente regalándole una pequeña sonrisa.

-Sip, ya voy. Solo veía el clima de hoy-expliqué encogiéndome de hombros despreocupadamente, pasando por su lado en dirección al comedor, donde ya se encontraban todos sentados.

-Lena, sentate que ya te traigo tu café con leche - me ordenó mi abuela con cariño.

-No te preocupes abu, yo lo busco - antes de que ella se pare yo me dirigí a la cocina a prepararlo.

El desayuno pasó entre charlas entre mi mamá y mi abuela y chistes malos de mi papá, que hacían reír solamente a Rubén.

-Chicas, hoy es un día hermoso, por qué no van con el auto a conocer un poco la ciudad -sugirió mi abuela hablándonos a mi hermana y a mí.

-¡Vamos a La Boca! -exclamó mi hermana parándose de la silla rápidamente y corrió hacia la habitación.

A veces pensaba que yo era la hermana mayor teniendo en cuenta sus actitudes.

Rodé los ojos cansada e imité su acción solo que con la más paja del mundo. Estaba segura que mamá me obligaría a acompañarla así que ni pregunté.

Al entrar al cuarto me la encontré a la rubia tecleando cosas a una velocidad admirable en su celular.

-Según varios testigos y fans dicen que Mateo se la pasa los fines de semana paseando por su barrio, así que definitivamente voy a ir. -informó la loca de mi hermana ganándose una mirada extraña de mi parte.

𝑺𝑼𝑷𝑬𝑹𝑺𝑻𝑨𝑹; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora