CAPÍTULO 3

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-¡Mamá, por enésima vez, sino salimos ya perderé el avión!

Ella era así, las pocas veces que había ido conmigo a algún lado siempre habíamos llegado tarde por su culpa. Me alegraba saber que quería llevarme al aeropuerto para no dejarme sola y sabía el gran esfuerzo que estaba haciendo, pero si hubiese dependido de mi, habríamos salido hace dos horas. No me gustaba llegar tarde, odiaba la impuntualidad, pero a ella parecía darle igual.

-¡Harried Melania Evans deja de gritarme y ve metiendo las cosas en el coche!

Maldije en alto y ella pareció escucharme porque acto seguido comenzó a reírse.

La mudanza la hicimos la semana pasada. Todas las cajas grandes y los objetos más delicados ya deberían estar esperándome en la residencia del campus. Miré por última vez mi habitación casi vacía. Solamente había dejado la cama y el escritorio. Le había pedido repetidas veces a mi madre que quería llevármelo pero su respuesta era siempre la misma. No.

Me decía que allí ya tendría uno y que era innecesario llevármelo, por muchas veces que la hubiera dicho que, ese escritorio, había sido como mi mejor amigo en esos últimos años.

Cerré la puerta y guardé en el maletero la única maleta que me quedaba por llevar.

El trayecto hasta el aeropuerto fue en completo silencio. No esperaba palabras bonitas por su parte, hacía mucho tiempo que no las oía y al igual, ella no las esperaba por la mía.

Los Ángeles quedaban relativamente cerca de San Francisco, a unas cinco horas y media en coche, aunque no me había decantado por la UCLA por eso. Sin duda, alguna era una de las mejores universidades que había en el país, que sobresalía por impartir las mejores clases de economía.

El día que me llego la carta de admisión no me lo podía creer, estudiaría en la UCLA. Corrí y grité por toda la casa. Estoy segura que me escuchó todo el vecindario. Cuando llegó mi madre simplemente le entregué la carta. La leyó varias veces y me dio la enhorabuena. No necesitaba más. Nunca lo había necesitado así que desde ese mismo día empecé a planear y organizar todo.

-Los pasajeros del vuelo LH398 San Francisco - Los Ángeles deben embarcar por la puerta A18, gracias por su atención.

Ante tanto ruido apenas se escuchaba con claridad lo que la megafonía decía de vez en cuando, pero esto lo había entendido perfectamente.

Era el momento de la despedida y no fue para nada emotiva. Dos besos y un abrazo después, se dio media vuelta y se fue.

Su actitud no me sorprendía, pero sí que esperaba que se hubiera quedado al menos hasta verme pasar la puerta de embarque.

Cogí la maleta y me adentré en el avión. Me esperaban dos horas hasta llegar a mi destino y pensaba pasarlas leyendo todo el camino a mi querida Emily Bronte.

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