La alarma de Cat llevaba cinco minutos sonando sin parar pero ella seguía en la cama.
Hoy era el primer día de clases pero no parecía preocuparla llegar tarde a diferencia de mí, que ya llevaba una hora despierta.
Tenía pensado llegar la primera para poder presentarme al profesor de historia de la economía y ya de paso elegir un buen sitio.
-Cat, sino te despiertas ya vas a llegar tarde – la dije por enésima vez. Apague la maldita alarma que me estaba volviendo loca.
-Solo cinco minutos más.
Ni siquiera había abierto los ojos para hablarme. Miré el reloj por última vez. Tenía que irme. Cat ya era mayorcita para tomar sus propias decisiones, si no pensaba ir a clase no sería yo quién se lo impidiese.
Diez minutos de caminata después me encontraba enfrente de la facultad de economía. Era inmensa, toda de mármol blanco y con los techos más altos que nunca antes había visto.
Estaba anonadada contemplando el edificio. Parecía tonta pero por suerte apenas había gente.
Abrí la puerta del aula número catorce y entre.
Busque con los ojos al profesor pero no había ni rastro de él.
-¡Hey, hola! –Me sobresalte de inmediato. –No está.
-¿Perdona? –Había un chico rubio sentado en primera fila. Como les gustaba en los Ángeles asustar a la gente. En los dos días que llevaba aquí, había sufrido en total tres micro infartos. A este paso no terminaría el año.
-El profesor, que todavía no está. ¿Era a él a quien estabas buscando no? –Se levantó de su asiento y se acercó a donde yo estaba. –Me llamo Thomás Harris –Me tendió la mano en forma de saludo.
-Harried Evans –me presente estrechando su mano- parece que hemos tenido la misma idea.
Ambos reímos. Estuvimos hablando un rato y el profesor seguía sin dar señales de vida.
Los primeros alumnos comenzaron a llegar y a ocupar algunos asientos.
-¿Te gustaría sentarte conmigo? –Era lo último que Thomás me había dicho. Había aceptado encantada, él estaba situado en uno de los mejores sitios de toda la clase y daba las gracias a que me lo hubiese dicho.
Habíamos congeniado súper bien. Era un chico muy inteligente, no tenía ninguna duda. Antes de que llegara el profesor, me había contado un poco sobre su vida. Era inglés, pero llevaba tres años viviendo en Estados Unidos. Sus ojos eran azules y no había podido apartar los míos de ellos. Era más alto que yo, y algunos se quejaban por detrás ya que no podían ver bien. Su voz era muy tierna, tanto que me daban ganas de abrazarlo.
Antes de que empezará la clase di un último vistazo, pero no había ni rastro de Cat. Creo que al final, si iba a saltarse la clase.
Después de dos horas terminamos. Todos los alumnos salieron disparados por la puerta menos Thomás y yo que nos quedamos un rato hablando con el profesor.
Hacía un día maravilloso. Todos los alumnos estaban tirados sobre el césped tomando el sol, hablando, incluso comiendo.
De momento, el día estaba transcurriendo tal y como había planeado. Todavía me costaba creer que estuviera aquí. De camino a la residencia había pasado por muchas otras facultades, Cat ya me lo había advertido. Decía que los de medicina parecían muy serios, pero que en realidad, cuando se tomaban dos cervezas eran muy divertidos.
En un abrir y cerrar de ojos estaba en el suelo.
-Mira por dónde vas –me había soltado un chico sin siquiera ayudarme. Vaya golpe me acababa de dar y que vergüenza. Había muchísima gente mirándome y mis mejillas estaban ardiendo.
-¿Estás bien? –me dijo un chico tendiéndome la mano para que me pudiera volver a levantar.
-Si gracias –dije lo más seca posible y sin levantar mi cabeza del suelo. Menudo desastre. Todos los libros que llevaba estaban esparcidos por toda la acera. Comencé a recogerlos y él me imito.
-Menudo imbécil –me tendió el último libro. –Además, ha sido él quien se ha chocado contigo, que menos que ayudarte a levantarte.
Levante lentamente la cabeza. La verdad es que sí que me había dado un buen golpe, pero no iba a reconocerlo. Era muy alto, muchísimo más que yo. Tenía el pelo negro con algún que otro rizo. Sus ojos eran verdes y tenía una sonrisa perfecta. Madre mía, era muy guapo. Bueno, era exageradamente guapo. Ahora entendía porque había tantas chicas a nuestro alrededor. Al principio pensé que se estaban riendo de mí, pero era bastante obvio que mi acompañante había sido el culpable de todas aquellas miradas.
-Soy Mat –soltó de pronto. Sí, me había quedado embobada mirándole. Sentí otra vez el calor en mis mejillas.
-Harried- le dije levantando la mano.
El día iba de presentaciones. Él cogió mi mano y tiro de ella para darme dos besos.
-¡Vamos Mat! Ya has llamado mucho la atención por hoy. –un grupo de chicos le esperaban a la entrada de lo que parecía la facultad de dirección empresarial. Eran dos, a cada cuál más guapo.
-Ha sido un placer salvarte.
-No necesitaba que lo hicieras.
-¡Mat ya!- miro hacia su grupo y asintió.
-Lo que tú digas princesa. –dijo alejándose de mí.
Le seguí con la mirada hasta que mis ojos chocaron con unos azules que no parecían nada contentos.
Nicholas Brown apareció por detrás de los otros dos chicos. No apartó su mirada de la mía hasta que Mat llegó hasta ellos y se interpuso entre los dos. Dieron media vuelta y entraron al edificio. El espectáculo había terminado y toda la gente se fue dispersando.
Llegue a la residencia y Cat, como no, seguía en la cama. Está chica dormía más que un oso invernado.
Me senté en el escritorio y saque mi libreta.
Con todo lo que había pasado ayer, no había tenido tiempo de escribir, y la verdad que lo necesitaba.
Escribí todo lo que, el día de antes, el taxista me había contado.
Me encantaba reflejar las historias que la gente me contaba. Sentía que al escribirlas, siempre tendría un pedacito de ellas.
Después de una hora, y sin nada de hambre, me tumbe en la cama. Ya apenas podía mantener los ojos abiertos.
Antes de caer en los brazos de Morfeo, recordé esos ojos azules que no había sido capaz de quitarme de la cabeza.

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EUNONIA
Novela JuvenilAlgunas personas piensan que el futuro ya está escrito, da igual lo que hagas, lo que digas, las decisiones que tomes, todo pasa por algo. Quizás porque es necesario o porque es el momento. Al principio duele, notas que cada día estas más muerto, cu...