Cuidándote

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"Hay besos que pronuncian por sí solos

la sentencia de amor condenatoria,

hay besos que se dan con la mirada

hay besos que se dan con la memoria."

Gabriela Mistral.


La sublime cumbre de las pasiones humanas estaba resumida en eso, en un beso, en un roce de manos, en un temblor de su cintura entre sus brazos, el sabor de agua viva en los labios que se bebían sin querer, les daba unos segundos más de fantasía, de negación al exterior, y así con las manos tiernamente unidas dentro de la espesa nube de vapor, recordó todas las sensaciones que le producía el arte que significaba su simple existencia, su cabello dorado era más celestial que una pintura renacentista, su piel más cálida que los poemas del romanticismo, su voz más bella que las composiciones de la época clásica, y su relación más confusa y atrayente que la arquitectura del barroco.

Se separó de ella, alargando lo más posible el instante, escribiendo la fecha con letras incandescentes en su alma, probablemente estaba labrando su camino directo al infierno, sin embargo, le fue imposible detenerla, apartarse, intentó huir, y nada le funcionó, Mina llegó como una tormenta no pronosticada, que servía como salvación a un mundo estéril en el que se veía ahogado. Con delicadeza apartó algunos mechones que le cubrían parte de las mejillas y delineó con paciencia su quijada, mientras ambos regulaban el aire que entraba a sus cuerpos, sin dejar de mirarla, cerró la llave de la regadera, como una invitación sutil para salir de ahí.

-Minako, es tarde, debes descansar, vayamos a secarnos.- Yaten alargó su mano, para ofrecérsela a ella gentilmente, con pasos torpes salieron goteando sobre los azulejos del piso.

El frío posterior se vio mermado por el par de toallas blancas que el platinado tomó de un estante a un costado del cuarto de baño, y con la paciencia con la que se acicala a un infante, le echó una a la chica sobre la cabeza, mientras Mina lo inspeccionaba con sus enormes orbes, nubladas por la utopía. No soportaba esa manera tan peculiar que tenía para ser sensual y femenina sin proponérselo, en ese momento casi la compara con la hechizante presencia de una sirena, y de inmediato se golpeó mentalmente por ello, ya que en el pasado nombró así a la otra mujer que era como una sombra en su capacidad de amar, al mismo tiempo que la joven frente a él representaba un tipo de luz que tenía la desfachatez de profanar.

Concentrado en sus pensamientos y su tarea de secarle el cabello, su muñeca lastimada dio un movimiento en falso que le ocasionó un dolor agudo, que manifestó a través de un sonido parecido a un gruñido, y de un momento a otro, ella tenía esa zona afectada envuelta en sutiles caricias, que decían tanto, aun cuando no hablara.

-Taiki me dijo que no quisiste escucharlo cuando te comentó que debías cuidarte, déjame hacerlo a mi...

La oración eran más que simples palabras, estaban repletas de un significado mucho más grande, no solamente se trataban de heridas físicas, si no de laceraciones invisibles en ese hombre que parecía tener un candado sobre las puertas del amor, para después haber tirado la llave.

Yaten se dejó conducir por el pasillo, hasta la habitación destinada a la única mujer de esa casa, y por ende, su compañera en la intimidad hogareña, y a pesar de ya haber estado antes ahí, por primera vez se permitió prestar atención a los detalles, había muchísimas fotografías, muñecos de peluche, cosas inútiles de niñas..., pero también encontró un cuadro de caucho donde ella pegaba recordatorios cada día, su vista viajó por cada esbozo en el papel, entrando sin proponérselo en la cabeza de Minako, mientras ella rebuscaba en sus cajones alguna pomada misteriosa que supuestamente lo libraría del dolor.

Dear Stepbrother (MinaXYaten)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora