27. ¿Podemos besarnos por siempre?

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Jungkook no podía evitar resoplar exasperado cada vez que veía que algún chico se acercaba a Jimin. Él le decía "hablar", pero incluso algo tan simple como eso era algo que estaba fuera de su rango de aprobación. La vena del cuello se le hinchaba y tragaba duro en su intento por mantenerse al margen de los problemas. Si hacía algo que no debía, Jimin le mandaría a volar, pero era difícil para él controlar su temperamento, jamás había tenido que hacerlo. Cuando algo no le gustaba lo hacía desaparecer, y hubiera hecho eso con todos los chicos que intentaban siquiera posar sus ojos en el rubio, pero era demasiado joven para ir a prisión aún.

Lo único que podía hacer era seguir a Jimin de cerca y ahuyentar a los buitres con la mirada, lo cual era bastante efectivo.

Estaba caminando a su lado y Jimin le golpeó el brazo con el codo. Él le miró ofuscado y el contrario soltó una risita.

- ¿Sigues molesto? – preguntó con gracia, pero para Jungkook no era nada chistoso – No te creía del tipo celoso, sinceramente... - se encogió de hombros mientras seguía caminando como si nada, despreocupado del estado berrinchudo del pelinegro. Se le hacía divertido ver cómo intentaba controlarse.

- Porque no lo soy... bueno, no lo era – recalculó sus palabras, torciendo los ojos para sí mismo. ¿Por qué tenía que ponerse como un tonto por un chico?

Es que no era sólo un chico, era Jimin. Podía jurar que le había embrujado, no sabía cómo, pero no había una explicación más lógica que esa, si se le podía llamar lógica.

Negó con la cabeza, tratando de alejar esas ideas locas de su cabeza y suspiró. De nada servía darle vueltas al asunto, después de todo, ya lo había admitido, y era mejor no buscar las razones porque se volvería más loco en el intento. Sólo sabía que Jimin le traía hecho un desastre, inestable y demasiado... embobado.

Jungkook tendía a resistirse, era parte de su naturaleza, un comportamiento que fluía de lo más espontáneo dentro suyo. Era eso, lo que le habían enseñado. Su padre no era un católico de acción sino de palabra. Pecadores eran aquellos que se dejaban llevar por la tentación de lo prohibido. Era la fórmula para el éxito, una mente fría y bajo control le mantendría centrado en sus objetivos, conseguiría lo que fuera que deseara.

Gustar de Jimin estaba fuera de sus planes, fuera de su control. Una vez le dio paso libre a esos sentimientos, se desencadenaron en una estampida imposible de detener.

Entonces ahí estaba, miraba al chico como si fuera una obra de arte digna de apreciarse. Algo que le dejaba así era cada vez que Jimin reía. Al principio, el sentimiento de querer llenar su cara de besos cada vez que lo hacía le asustaba. Ahora le parecía algo de lo más natural, no le molestaba, algo dentro suyo se sentía bien, era algo que nunca había sentido.

Todo lo relacionado a Jimin era algo que jamás había sentido, y le gustaba.

Caminaba detrás de él, manteniéndose en silencio porque todos sus amigos estaban dispersos, divirtiéndose, sacando fotos haciendo poses tontas o al lado de los empleados que estaban disfrazados de los personajes extravagantes que representaban aquel parque.

Miró de arriba abajo la silueta de Jimin, quien sacaba fotos a la increíble vista de los juegos frente a él que estaban ahora iluminados. La noche había caído sobre el parque, el cual se veía aún más bonito con todas esas luces que lo decoraban como si fueran fuegos artificiales, lleno de colores. El chico sacaba fotos, fascinado con los matices vistosos que vestía todo el lugar, tenía una sonrisa de oreja a oreja. El corazón de Jungkook latió con una calidez que desconocía y estaba comenzando a descubrir.

Se quedó varios pasos detrás, embelesado con lo que veía, sintiendo la urgencia de tomar a ese chico rubio con él y desaparecer. Jimin volteó a mirarle y sonriéndole.

• Te sigo a la oscura perdición, cariño (Parte I) ~ [KOOKMIN] •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora