-la quiero a ella-

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capitulo 14

Pocos ven lo que somos. Todos ven lo que aparentamos.

Estaba de más decir que Alex estaba a un solo segundo de envolverse en llamas y hacer cenizas todo el edificio, mientras que Nicolás se encontraba en un frio absoluto recorriendo cada extremidad de su cuerpo, sin faltarle motivos para congelar lo que fuese que estuviese frente a él, a excepción de Alex y Adrián.

— ¿Cómo vamos a saber dónde está ella, si el idiota que la secuestro esta junto a nosotros diciendo nada más que estupideces? —dijo Alex mientras penetraba con la mirada a Nicolás y con la suficiente fuerza de voluntad para no darle un puñetazo en la mandíbula y golpearlo tan fuerte hasta que sus nudillos sangraran y él se cansara lo suficiente para detenerse y recuperar el aliento y las energías perdidas.

—Vuélveme a llamar ‘idiota’ y te juro que el desaparecido serás tú.

—Perfecto—dijo Jack con cansancio—dense de golpes todo lo que gusten. Matarse es imposible para ambos, cuando descubran que no solucionaron una mierda, díganmelo para poder resolver el paradero de Caroline.

Adrián por su parte estaba a un segundo de escupir en carcajadas. La situación para él no era más que una comedia involuntaria de los años noventa.

 — ¿Es que no lo entiendes Jack? Este imbécil puede hacer que solo nos confundamos más o vallamos al otro extremo del universo con la esperanza de encontrarla.

—Vuelve a insultarme, anda, VAMOS. —da un empujón a Alex, pero este no se inmuto en lo más minino— ya se los he dicho, si yo supiera donde está, no estaría con ustedes perdiendo mi tiempo, no soy un inútil como ustedes.

—Quisieras repetirme la parte donde nos explicas el como si no eres responsable de su desaparición tienes interés en encontrarla—dijo Adrián con intriga, y dándose cuenta que no habían motivos a favor de Nicolás en ese momento

— ¿Es que no saben nada de ella? Es obvio que el que tiene más motivos para encontrarla soy yo—dijo mientras una risa se asomaba por sus labios y caminaba hacia una silla con la paciencia del mundo y se ponía cómodo— ¿ustedes? ¿Cuál es su interés en saber dónde se encuentra? —miro a cada uno de los rostros, pero no encontró respuesta, ni siquiera entre ellos. El silencio era ensordecedor. — déjenme ver si comprendo la situación; quieren encontrar a alguien sin saber para qué…perfecto…quieren hablar? Hablemos. ¿Conocen eso que se encuentra entre sus hombros? Se llama cabeza, y se utiliza para pensar—dijo mientras son su dedo índice señalaba su cráneo.

—Di otra estupidez y te juro que…—Adrián lo interrumpe y levanta su mano en señal de que no se mueva.

—No, venga Alex, deja que el bufón termine de parlotear y siga con su teatro un momento, estoy seguro de que saldrá algo bueno de esto.

Nicolás marco más su sonrisa por su “inmunidad” momentánea. Levanto sus pies y los subió a la mesa mientras ponía sus manos detrás de su nuca y comenzaba a pensar en que debía y no decir.

—Bueno—dijo mientras se carraspeaba— en primer lugar, está de más decir que ella no proviene del cielo.

Jack levanta la mirada mientras sus ojos se abrían, haciéndolos parecer platos.

—Qué quieres decir con que “ella no proviene del cielo”?

—están jugando cierto? —Nicolás casi pierde el equilibrio sobre la silla cuando nota que los tres tipos con los que está compartiendo una habitación no tenían idea de algo tan absurdo y obvio para el—quieren que ella les ‘ayude’ a derrotar a Astaroth y ¿no saben nada sobre su vida? Solo que vivía en el cielo y ¿en algún lugar recóndito en sus mentes creen que eso es suficiente?

No hubo una voz que se alzara o alguien que se pusiera de pie con algún motivo para llevarle la contra, porque incluso a ellos les daba pena darse cuenta de eso hasta entonces y saber que Caroline tuvo que ser secuestrada para enterarse.

—Dinos todo lo que sepas sobre ella—dijo Adrián mientras se ponía de pie.

— ¿Por qué habría de hacerlo? Creí cada segundo mientras me dirigía aquí que era un completo imbécil el venir con ustedes para obtener un poco de ayuda, pues creí “necesitarlos” y cuando llego me doy cuenta, que los brutos aquí son ustedes, por favor, motivos me sobran para largarme.

—La puerta está abierta— dijo Alex con demasiada indiferencia, el no creía necesitar ayuda, y menos en ese momento. Su arrogancia le era más que su sentido común, al menos en ese momento.

—Dime, ¿qué es lo que quieres a cambio? —dijo Jack, que solo se cruzó de brazos mientras intentaba descifrar a Nicolás.

— ¿Por qué habría de querer algo?

—Bueno, es más que obvio que no estás aquí por gusto—dijo mientras le dirigía una mirada fugas a Alex— ¿algún favor? ¿Un par de almas? Vamos, dilo.

—Ella—dijo con la suficiente tranquilidad, sin pensarlo un segundo o siquiera ver la cara de los demás, sus ojos se clavaron en Jack.  

********Narra Caroline********

Sabía que me estaba siguiendo, porque no solo sentía su mirada en mi cabello mientras podía adivinar que él tenía la esperanza en que diera media vuelta y caminara a su lado, sino que escuchaba sus pasos firmes pero vacilantes al mismo tiempo mientras por su mente se cruzaban pensamientos lo suficientemente fuertes para escucharlos en mi cabeza

*no sé cómo lo logra, o que es lo que ella me está provocando, pero llevo una semana contando el día de hoy. A partir del día del lago, siguiéndola. Día tras día, para verla de cerca, siempre a punto de llegar hasta donde está, tomar su mano y caminar a su lado, siempre huyendo en el último momento. En mi mundo las grandes esperanzas sólo viven entre las páginas de un libro *

No se cómo nuestros caminos se habían cruzado tanto, pero no era a el de quien yo debería estar pendiente. Si no de su abuelo, y lograr salvarle la vida sin antes averiguar cuál sería su motivo de muerte.

Seguí caminando solo un par de cuadras en línea recta y luego esperar el momento para estar en una cuadra tipo callejón y esconderme. Para cuando el llego no había rastro de mí, como si me hubiese transformado en humo y desaparecido del suelo. Su cara se transformó en decepción y enojo, pero no conmigo, sino con él por no haber apresurado el paso y haberme perdido de vista. Hecho un último vistazo a la cuadra y cambio su rumbo encaminándose hacia su casa.

Después de un rato la noche comenzó a hacerse presente, y yo me había regresado al bosque y me había acurrucado entre las ramas de un árbol con la falsa ilusión de poder conciliar el sueño. Y la culpa era de él. Como se atrevía a distraerme y desviar mis pensamientos, como era posible que en cierta forma mi vida colgara de un hilo y mi mente prefiriese ocuparse en él, que en averiguar algo.

Me decidí a caminar hacia  su casa, quizás si lo veía dormir me tranquilizaría, solo quizás. Y ahí estaba yo en cuestión de minutos, en su ventana, observándolo. 

El ultimo ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora