"dime que no es un error"

172 7 7
                                    

                                                                                          capitulo 18


A veces Dios también se equivoca

72 horas, y la muerte seria la mía, si no jalaba del gatillo. Pero al asesinarlo, no solo terminaría con su vida, si no, con una parte de mí, que dejara de existir, cuando la bala se tiña de rojo vivo.

La noche se encontraba en su punto magno, mientras una pequeña parte de mi reclamaba mi cuerpo, y suplicaba con la ultima hebra de mi ser, detener el tiempo, justo aquí, justo ahora.

Nunca me había percatado, como el terminar con una vida, era igual de importante que el iniciarla.

La condición era "cambia la historia" pero nunca me aclaro, de qué manera.

Al hablar con Dominic, después de estar los últimos 6 días en espera de un diagnostico, me conto que su abuela había optado por la eutanasia, que el sufrimiento que pasaba diariamente Mr. Richard, era más grande que el placer de vivir. Que a su corazón se le había complicado generar solo un latido, y al carecer de semejante fuerza muscular, el estar conectado lo hacía decaer en el resto de los ámbitos, llevándolo así mismo a una depresión absoluta.

Se había negado a comer, y beber agua. Por lo que le tenían que aumentar la dosis de medicamentos y de agujas en su cuerpo.

Yo no podía hacer nada, para que el mejorara, y su final fuese otro. De eso ya me había dado cuenta. Hace un par de días.

Las horas de visita habían terminado, para entonces yo ya había tomado el uniforme de alguna enfermera de un canasto de ropa sucia. Era justo mi medida.

Me recogí el cabello en una coleta, tome el arma, y agarre una gran bocanada de aire, como si fuese el último que tomaría.

Mis ojos comenzaron a confundirse, mi garganta opto por crear un nudo en ella y clausurarle el paso al aire, mientras mis pulmones no comprendías que sucedía. Mi mente por su parte, debatía consigo misma, entre lo correcto y lo egoísta de mi acción futura. Entonces un par de lagunas bajaron de mis parpados, tomaron cartas en el asunto y se plasmaron en mis mejillas.

Me tumbe de rodillas y solo comencé a suplicar, a lo que sea que me escuchara en ese momento, que el alma de aquel hombre, si existía la gloria y paz eterna, que llegara a ella. Entonces mi garganta traspaso aquel nudo y el aire corrió a través de ella, con dificultas por los sollozos que se le ponían en el camino.

Agradezco el haberme encontrado sola en el techo del hospital en ese momento, porque odiaba el hecho de que me presenciaran en los malos momentos, teniéndome lastima, y que en los buenos, la soledad fuera un gran acompañante.

Así que solo revise el atuendo y mi apariencia una última vez, y me seque la cara. Aclare mi garganta, y comencé a abrirme paso entre las escaleras.

312, 312, 312, 312. Su habitación era la 312. Cuarto piso a la derecha, quinta puerta.

Eran las 2:00 am. Y el cambio de turno había empezado hace ya media hora.

Los otros empleados me miraban como si me conocieran, o como si al no saludarme con una simple sonrisa se sintieran culpables de no haber prestado la suficiente atención a sus compañeros de trabajo y generar inseguridad en sí mismos.

312, había llegado. Solo pude empujar la puerta y decidirme a verlo a los ojos, hasta el último momento.

Puse el seguro en la cerradura de la puerta, y entonces en el "clic" generado, el me miro, no estaba dormido, como una pequeña parte de mi no esperaba.

Sus diagnósticos previos remarcaban el hecho de que el paciente no tenía noción del tiempo o su edad, mucho menos de su estado de delicadeza. Pero al mirarme comprendió quien era yo, e incluso cual era el motivo de mi visita aquella noche.

—luces un poco más bella de lo que recuerdo, la última vez.

—buenas noches Mr. Richard...yo solo quiero...que sepa, que es lo mejor...—comprendió lo que quería decir, y mi intención—

— ¿puedes solo, mostrarme tus alas, antes de que esto termine? Te lo suplico.

Mi corazón se detuvo, solo entonces, y mis ojos se volvieron platos, como lo...sabia...

—por favor, no le niegues a este viejo, ese último placer de conocer tal cual, un ángel.

Mi corazón se había derretido, si es que en algún momento estuvo congelado. Así que accedí.

Me baje la cremallera del uniforme, solo hasta mi espalda baja, y extendí mis alas, con la mayor delicadeza del mundo.

Su mirada no era de asombro, si no de esperanza de algo después de la muerte. Le dedique un último suspiro, y saque el arma.

—no, querida niña. Harás demasiado ruido.

Me quede más que impactada, al darme cuenta, que no se inmuto un solo segundo. Por el contrario, tenía más confianza, que yo en aquel instante.

—...pero...

—Solo... —y miro en busca de otra arma suicida—toma...aquella almohada—y señalo un buro que se encontraba en la esquina izquierda de la habitación—hagamos que parezca natural.

¿Cómo podía estar así? Tan tranquilo y quitado de la pena. Tome la almohada y la mire por un par de minutos.

Era como si mi cuerpo estuviese programado en "orden directa" y cualquier cosa que escuchase la hiciera sin cuestionar a nadie. Mientras que mi mente ocupaba solo un espacio, y de volviera un bulto en mi cabeza.

—Adiós— dije.

Y solo me dedico una mirada, donde me entregaba toda su vida y recuerdos entre sus pupilas, y sus labios se esmeraran por formar un par de hoyuelos en las mejillas, sin que los dientes, le echaran un último vistazo al mundo que los rodeo por tantos años. Haciéndoles compañía en momentos memorables.

Yo solo...tome la almohada y la presione contra su rostro...sus manos comenzaron a rasgar las cobijas a los segundos...y yo solo me había petrificado, en aquella posición y mis ojos volvieron a ver el agua ante ellos, mis mejillas a mojarse nuevamente, mientras que mis sollozos trataban de salir por mis labios a tropezones de mi garganta.

Al cabo de un minuto o dos, un "biiihp..."lleno la habitación, volviéndola ensordecedora, la cual fue acompañada por un "clic", pero este no provenía de la puerta principal, si no, del baño.

Gire bruscamente y su voz grave inundo mis oídos.

-lo has...matado-mientras sus ojos estupefactos me clavaban una estaca en el corazón. El remordimiento acabaría conmigo. Quizás antes que Astaroth.


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 19, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El ultimo ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora