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—Lo sé desde antes que cumplieras tus quince años—El golpe de verdad me azota como un frío ventarrón de otoño, supongo que mis expresiones me delatan porque Archivaldo baja su mirada apenado.—Lo supe cuando escuché conversar a mis padres con el tío Ovidio.

—¿Por qué tenían ellos que hablar de mí?

—Mamá estaba preocupada—Junto mis cejas.—Notaba que me estaba interesando en ti a pesar de ser lo que creían que éramos, Ovidio como siempre de chismoso se enteró y tuvo que confesar lo que le atormentaba. Luego, cuando nos descubrió no tuve más remedio que usar lo que yo sabía para que nos dejara ser felices en paz.

—¿Tienes más secretos, Archivaldo? ¿Qué tanto me escondes?

—Ambos fuimos testigos desde niños de como Ovidio le es infiel a su esposa con diferentes mujeres, solo que siempre tuve el cuidado de que no lo supieras, no debías saber eso siendo una pequeña inocente.—Ruedo mis ojos porque una vez más me está tratando como una muñeca de porcelana que al más mínimo golpecito que la desestabilice puede romperse fácilmente. Pero ¿qué puedo hacer con eso? Nunca demostré lo contrario, siempre estuve bajo el cuidado sobreprotector de mi padre, de Ovidio,de Mio, de Archi y de mis abuelos, me mantuvieran en la bola de cristal de la cual jamás me moleste por salir o romper y hoy están las consecuencias, que mi propio chico me crean incapaz de enfrentarme a problemas que me incumben completamente.—Sé a la perfección que es lo que está pasando por tu mente y no quiero que te sientas así, mírate no más, luchaste contra tus miedos e inseguridades desde hace meses, te lanzaste de lleno a lo desconocido y cuidaste como una leona sin miedo el bienestar de nuestro hijo, estás aquí fuerte en la batalla y no te importaron las críticas o lo que pudieran decir de ti, amas sin límites a quienes te rodean y tu sonrisa ilumina el día de muchos, eres inteligente, bonita y bondadosa. Solo no quería que tu sufrieras, porque tu dolor es el mío, si tu estas mal yo me encuentro mal y si tu lloras mi mundo se viene abajo, Mia.

A este punto, con las hormonas revolucionadas, atravesando el post parto, con el pavor y la duda siendo mi compañera en este nuevo viaje que comenzó cuando nació el pequeño, me es imposible no estar llorando de una forma exagerada, deseando que con un abrazo todas mis partes se vuelvan a unir y que en los brazos de Archivaldo mis preocupaciones se larguen, mientras en los míos tenga a mi hijo. Pero algo me impide siquiera tomar esa iniciativa, algo me hace desconfiar de él y sé que cuando la confianza se rompe es muy difícil volver a remediar los errores, solo el tiempo y las acciones de las personas pueden ayudar e influir, para bien o para mal, en ello. 

Archivaldo deja pequeños besos en mi rostro en búsqueda de mis labios pero no lo permito, no me siento lista aun para fingir que nada pasó, que nada me ocultó, también tenemos a nuestro hijo luchando entre la vida y la muerte, no es momento para cursilerías.

El tono de llamada de Archivaldo logra separarlo de mí y puedo respirar hondo y en paz cuando su aroma ya no invade mi espacio personal y su calor corporal tampoco se mezcla con el mío.
Cuando el castaño claro cierra la puerta detrás de su espalda mi cuerpo ya no está tenso y puedo, por primera vez, pegar un ojo sin la necesidad de un tranquilizante.



(....)

Termino de cepillar mi cabello observándome muy detalladamente al espejo del pequeño baño del hospital, no puedo soportar la idea de que las raíces de mi cabello castaño acaben con la perfecta sintonía que tiene mi piel con el cabello rubio claro teñido por lo que intento no observarlo, cuando te toca vivir experiencias tan fuertes como tener a un hijo prematuro internado, por el cual te levantas cada día cuando el sol aun no sale con las esperanzas de que todo marche mejor que ayer, que sueñas con el momento de llevarlo a  tu hogar o simplemente cargarlo por primera vez, esos detalles estéticos quedan en segundo plano.

Hᴇʀᴇᴅᴇʀᴏs |Mɪᴀ ʏ Aʀᴄʜɪᴠᴀʟᴅᴏ Gᴜᴢᴍᴀ́ɴ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora