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Dos semanas más tarde


Tres pares de ojos están atentos a mis movimientos hasta más mínimos y a la espera de alguna orden en específico que les permita orientarse en los planes que tengo perfectamente calculados. Miro una vez más a detalle los gestos que puedan haber en el rostro de Mio, de Daniela y de Catalina, la enfermera que se mantuvo al tanto de mí durante este tiempo, dos parecen ansiosas, inquietas e inseguras y a Mio completamente en desacuerdo con mi designio pero no me interesa en lo absoluto.

Cuando Mio y Dani llegaron por el medio día al cuarto de hotel que estoy rentando a una calle del hospital por sorpresa, justo cuando estaba comenzando a organizar todo con minuciosidad, no tuve otro remedio que comentarles lo que estaba ocupando mi mente en estos momentos:
Por el transcurso de la mañana se le dio el alta médica a mi hijo por lo que no tardé en juntar las pertenencias que tenía regadas por el suelo y los muebles de la habitación mientras al mismo tiempo preparaba la forma de conseguir asilo en un lugar seguro y acogedor para Emiliano mientras que alcanzo la nueva vida que tengo pensado hacer para mí y para criar en paz y feliz a mi bebé, lejos de esas personas que por años aseguraron ser mi familia y que ante aquel secreto tan profundo y oscuro no demoraron en alejarse de mí, también quiero alejar a Emi de un padre que hoy en día desconozco. Archivaldo, el chico que estaba más ilusionado que yo misma por tener a nuestro hijo pero que ahora apenas y pisa el hospital, que cuando más lo necesitamos también nos soltó la mano.

—Insisto en que no es lo correcto, deberías hablar con ellos, Mia.

—¿Yo hablar con ellos, Mio? ¡Fueron ellos quienes no pisaron ni una sola vez el hospital! No les interesó ni su nieto ni su propio hijo y a quien criaron y  juraron amar como a una hija.—Niego ignorando mis lágrimas acumuladas—No soy yo quien debe buscarlos.

Mio baja su mirada y decide callar, tal y como Daniela estuvo todo este tiempo simplemente alcanzándome las cosas que guardo en mi maleta.

—Llévate mi camioneta al menos, hermana—Mio recalca la última palabra y mi corazón es inevitable que no dé un vuelco, no demora en aferrarme y estrecharme en sus brazos.

Un respingo y suspiro cargado de alivio abandona mi cuerpo tomando consciencia de que el tan esperado momento llegó; pero me toca vivirlo sola y esa horrible sensación no me deja en paz.

Respiro profundo separándome de la calidez y el confort de los brazos de mi hermano, en otro momento estoy segura que estaría hecha un mar de lágrimas y dramatizando aun más la situación pero ahora todo cambió, debo ser más madura y fuerte pues ya tengo otras responsabilidades y prioridades en mi vida cotidiana.

Me despido de ellos cuando ya estoy a unos pasos de salir de aquel hospital el cual fue prácticamente mi casa por día enteros, solo estas paredes fueron testigo de mi sufrimiento y mi soledad. 

Teniendo a mi bebé en brazos, su cunita portable colgado por uno de estos y su bolso en mi hombro me pierdo por el estacionamiento del hospital, subiéndome a un carro que renté, no iba a arriesgar mi secreto al ser consciente de que absolutamente todos los automóviles de mi familia están rastreados.

Al doblar a dos calles del hospital diviso la camioneta de Archivaldo siendo escoltado por otras dos, maldita sea ¡eso estuvo cerca! Todo se podría haber acabado antes de comenzar si me demoraba un par de minutos más.
No comprendo qué hace Archivaldo aquí, el mensaje que le envié especificaba que el alta de Emiliano sería hoy, pero por la tarde, una pequeña mentira piadosa.

Hᴇʀᴇᴅᴇʀᴏs |Mɪᴀ ʏ Aʀᴄʜɪᴠᴀʟᴅᴏ Gᴜᴢᴍᴀ́ɴ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora