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04 | Herederos
"..Como Adan y Eva tengamos nuestros pecados, como dos ladrones, un secreto bien guardado.."


Hice un puchero al mismo tiempo en que dejaba liberar otro suspiro. Desde que había despertado en medio de la noche con un constante dolor en mi bajo vientre debido a mi regla, no había pastilla que calmara mi dolor ni broma, caricia o historia de Archivaldo que bajara mi mal humor. 

En medio de la noche, cuando mi primo notó que estaba conectada a WhatsApp no pude encontrar la manera de impedir que insistiera porque le dijera el por qué de mi desvelo y una vez que lo supo no lo pensó dos veces y vino hasta mi casa, en pijama, medio dormido, con su cobija y almohada abrazadas debajo de sus brazos y una bolsa de dulces y helado sólo para nosotros dos.

—¿Quieres que le diga a mi tía que caliente la almohadilla de..?—Negué escondiendo mi cabeza entre la almohada y el brazo de Archi, quien me abrazaba por la cintura acariciando mi cabello y brazo, el cual estaba haciendo presión en mi vientre.

Archivaldo quitó su pierna cruzada arriba de las mías y besó mi cabello.

—Tu tienes la culpa de todo.—Mascullé dándome la vuelta para acurrucarme en su pecho.

—Ora ¿Qué hice yo bebé?

—¿Cómo que qué hiciste? De seguro y las pastillas que me trajiste estaban vencidas.—Besé su cuello dejando caricias con las yemas de mis dedos en la parte trasera de su cabeza, acercándolo aun a mí como si eso fuese posible, sentí su fiel erizarse y sonreí levemente.

—¿Seguiste al pie de la letra el tratamiento con las pastillas anticonceptivas?—Asentí después de pensarlo unos segundos, realmente en un mes sólo me tomé tres píldoras.—¿Segura?

—¿Vemos una película?—Intenté cambiar de tema pudiendo oír su carcajada haciendo vibrar su pecho. Puse mis manos allí para poder levantarme de mi cama y tomar todas nuestras cosas, desde golosinas hasta almohadas, cobijas y encendí el aire acondicionado para enfriar la habitación.

Pasé a un lado de Archi, quien me esperaba sentado sobre el respaldar del sofá especial  de la minisala de mi habitación, hecha para simular un pequeño cine privado. Dejé las cosas allí y me acerqué a él situándome entre sus piernas y abrazándome a su cintura.

—¿Por qué me ves así?

—Porque mi cochi se ve preciosa así.—Fruncí mi ceño intentando quitar sus manos de mi rostro. Arrugué mi nariz pero él se rió.—Sólo mírate la sudadera, amor.—Abrí mis ojos desmesuradamente al ver que estaba a punto de golpearlo amistosamente sin razón ya que me decía así porque llevo una sudadera rosa chicle con el rostro de un cerdito en ella. Mordí mi labio inferior y me estiré para buscar su boca con la mía, sin embargo cuando estábamos por besarnos, Mio entró a mi cuarto azotando la puerta, con su almohada y una cobija en su hombro. Nos separamos con normalidad, nadie sabe de la extraña, inusual y prohibida relación que llevo con mi primo, pero a nadie le extrañaba tampoco que fuésemos tan cariñosos y demostrativos, siempre respetando e imponiendo límites cuando nos encontrábamos con ellos presentes. 

Mio caminó con rapidez dando cortos pasos que más bien parecían saltitos -¿por qué camina así?-, se paró de manera recta viéndonos neutro en la entrada de la mini sala y no emitió palabra alguna, otra vez este wey celoso.

Hᴇʀᴇᴅᴇʀᴏs |Mɪᴀ ʏ Aʀᴄʜɪᴠᴀʟᴅᴏ Gᴜᴢᴍᴀ́ɴ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora