Después de disfrutar de un abundante plato de verduras hervidas y cordero asado, ahogado en una salsa espesa y picante, además de una gran copa de vino y pan fresco caliente, Darien fue convocado al solar para hablar con Andrew, que había venido a galope en el patio poco tiempo después de que él y Serena llegaran.
Darien no había visto a su primo en más de un año y la última vez que hablaron Andrew estaba de rodillas sangrando por el estómago y acusando a Darien de ser un borracho miserable que no podía sostener una espada.
Andrew tenía razón. Darien había estado ebrio esa mañana y la mayoría de los días también. El segundo año de la maldición había sido el peor. Lo había enviado a una espiral descendente de amargura y rabia. Él no había visto una salida, salvo irse de Kinloch y dar caza a su enemigo.
La persona que le había echado una maldición de un futuro que continuamente repetiría su pasado, pues si alguna vez se enamoraba de una mujer, se vería obligado a escuchar sus gritos en el lecho de parto, como lo había hecho con su fallecida esposa, y cuando él la había enterrado, había sabido que él la había matado. Su muerte había sido su culpa.
Y así, Darien dejó su puesto como guerrero del Laird Kinloch y se había ido a buscar a la bruja que lo había condenado a esta dimensión particular del infierno, reviviendo la muerte de su esposa cada vez que sonreía a una mujer.
Llegó al solar y se quedó fuera de la puerta del pasillo de piedra abovedado, preguntándose si su primo lo perdonaría alguna vez. Andrew casi había muerto de sus heridas esa fatídica mañana. Darien había esperado el tiempo suficiente para saber que Andrew iba a sobrevivir, entonces salió de su cámara, ensilló un caballo y simplemente galopó lejos.
Se detuvo un momento sobre la arcada, entonces respiró hondo y entró en la habitación.
El gran señor de Kinloch estaba sentado en un taburete, con los codos sobre sus rodillas, sus manos entrelazadas, la cabeza inclinada hacia abajo. Cuando sintió a Darien entrar, miró hacia arriba. Darien se congeló en el acto.
Su primo había cambiado muy poco. Todavía tenía la misma espesa melena de cabello rubio y sus helados ojos azul pálido. Al parecer, incluso las alegrías de la paternidad no habían suavizado el acero en sus ojos. Era parte de quién era él, supuso Darien, y su mujer nunca trataría de cambiarlo. Era parte de su atractivo, en la medida que a ella le concernía. Siempre había admirado su ferocidad.
—No lo podía creer cuando me dijeron que eras tú —dijo Andrew levantándose totalmente, imponente—. Escuché los cuernos sonar con estruendo en la aldea y creímos que estábamos bajo ataque. Tal vez lo estamos, por lo que yo sé. Dicen que trajiste a Beryl y que ella está aquí ahora, en mi casa, comiendo mi comida, bebiendo mi vino. Estoy medio tentado a llamar a mis guardias y tratarte como a un traidor.
—No lo niego —dijo Darien—. La traje aquí, pero no para causar problemas. Ella está aquí para acabar con la maldición.
Una sombra oscura de condena paso a través de los dorados rasgos de Andrew.
—¿Ella te convenció de que la única manera de acabar con la maldición era traerla aquí? ¿Y tú la creíste? Es una bruja astuta que conspiró para que me colgaran, Darien. ¿En qué estabas pensando?
Darien dio un paso adelante.
—Eso no es lo que pasó. Prácticamente tuve que secuestrarla para llegar hasta aquí, y tú no me has dado la oportunidad para explicarme.
Andrew hizo un visible esfuerzo por calmarse descansando su mano en la empuñadura de su espada y cruzando al otro lado del solar.
—Adelante. Explícate.
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Seducida por él
FanfictionDarien Chiba ha conquistador a tantos hombres en el campo de batalla y a tantas mujeres en la alcoba, que es prácticamente invencible. Pero un desafortunado encuentro con una seductora bruja le ha maldecido para siempre. Ahora, cualquier mujer a la...