Capítulo 33

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El Círculo de Drumloch dominaba la cima de la colina, un kilómetro al norte de la casa familiar y medio kilómetro al este del frondoso bosque de cicuta. Serena y Beryl llegaron arriba justo cuando el sol asomaba por el horizonte. El suelo crujía bajo sus pies, cubierto de una capa de escarcha y el aire era tan frío que Serena lo sentía en los pulmones cuando respiraba.

Con las mejillas sonrojadas por el ejercicio, llegaron a la cima y caminaron hasta el centro del círculo. Ninguna dijo ni una palabra, ya que había un aura de melancolía en el lugar que pedía silencio.

Serena miró hacia abajo a la hierba y pensó en su madre, a la que sorprendió el parto en ese lugar. ¿Qué emociones habría sentido cuando comenzó el dolor? ¿Había sentido alegría? ¿O sabía, quizás, que algo no iba bien y que no viviría para ver crecer a sus hijas?

Beryl giró lentamente y sus ojos azules examinaban una a una las piedras. Serena la miraba curiosa, pues no estaba segura de lo que debía esperar.

—¿Cómo pasará? ―preguntó en voz baja Serena—. ¿Y cuándo?

Beryl elevó un dedo.

—Shh. No tengo control sobre eso. Todo lo que puedo hacer es esperar a que una de las piedras me hable.

—¿Cómo te hablará?

—Veré la superficie temblar y moverse, como agua ―replicó ella—. A menudo, antes de que ocurra, tengo una sensación en mi vientre y sé que eso quiere decir que debo mantener la mirada fija en la piedra.

El estruendo de unos cascos se escuchó en la colina justo entonces y Beryl miró alrededor.

—¿Quién será? Lo estropearán todo.

Ambas mujeres se detuvieron en el borde del círculo y miraron hacia John y Darien que galopaban colina arriba.

—No deberías venir aquí sola ―dijo Darien mirándola con ojos oscurecidos de preocupación—. No es seguro.

Serena le clavó la mirada.

—No estoy sola. Estoy con Beryl. Vamos a recuperar mis recuerdos, así que debes dejarnos.

—No ―replicó él con firmeza.

Beryl extendió una mano hacia las piedras.

—No puedo hacerlo si estás mirando. Las visiones no vendrán. Debes volver a la casa.

El caballo de John se encabritó.

—Estaremos en silencio ―le prometió—. Ni si quiera te darás cuenta de que estamos aquí.

—Dad la vuelta y marchaos ―les ordenó Beryl—. Por lo menos hasta el pie de la colina. Os llamaremos cuando terminemos, pero os advierto que podría tomarnos todo el día.

Darien fijó la mirada en Serena.

—¿Estás bien?

Ella vio la preocupación de su gesto y el recuerdo del placer que habían compartido en la cama poco antes la atravesó.

—Estoy bien ―le aseguró—. Volveré contigo cuando termine. Te lo prometo.

Mientras permanecía en el lugar donde se conocieron, sabía, sin ninguna duda, que lo amaba desesperadamente. Pero necesitaba recordar su pasado, para comprender los sueños y las pesadillas. ¿Cómo si no podría brindarle su corazón entero sin saber quién era realmente?

—¿Me esperarás? ―preguntó ella.

—Por supuesto que te esperaré. Te estaré observando desde abajo. No me iré.

Seducida por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora