En vez de quedarse dormido, el pequeño Ivar pasaba más tiempo contemplando las figuras fantasmagóricas que se dibujaban en las paredes, debido al árbol seco plantado en el patio trasero de su casa, cuyas ramas desnudas conseguían adoptar una imagen horripilante en cada relampagueo.
Blop. Blop. Blop.
El chapoteo de las gotas de lluvia al caer sobre la repisa, acompañado del estruendo del cielo, hacía que difícilmente pudiera conciliar el sueño.
Como cada noche de lluvia, él se quedaba despierto contando las veces que escuchaba un trueno. Jamás perdía la oportunidad de mencionarle a sus padres lo mucho que disfrutaba de los días lluviosos. Amaba el frío porque sentía que aumentaba la unión familiar, porque tanto su padre como su madre se quedaban en casa a consentirlo o a tomar café frente la chimenea de la pequeña sala.
Ivar se acurrucó sobre la cama y cerró los ojos por breves instantes antes de abrirlos ante un nuevo estruendo.
―Cinco. —Sonrió.
Luego, soltó un gemido de dolor. Su gesto hizo que la pequeña herida de sus labios le doliera. Quejumbroso, repasó el contorno de la fisura con sus manos diminutas.
Pateó las sábanas por la rabia al recordar cómo se había ganado la herida esa misma tarde.
No era una sorpresa para la familia que Ivar llegara a casa sucio o con la ropa desgarrada por los juegos constantes con niños de su edad, pero que llegara golpeado y con sangre en el rostro sí que había sido extraño para todos. El pequeño Ivar era un niño bastante energético, aunque demasiado amable como para crear problemas sin sentido.
Su padre, que permanecía sentado y quieto, con la mirada vaga, había reaccionado de inmediato ante la imagen de su primer hijo atravesando la puerta principal con sangre en la ropa.
―Él tuvo la culpa ―dijo el niño mucho antes de que su progenitor pudiera preguntar la razón de sus heridas―. Lo juro, padre. Y te aseguro que ese niño quedó peor que yo.
―Ivar. ―El hombre, preocupado, se había levantado de su silla vieja para encontrarse con su hijo justo debajo de las escalerillas que guiaban al segundo nivel de la casa. Se acuclilló a su lado e intentó limpiar el polvo de sus mejillas y nariz―. No es el otro niño el que me preocupa, ¿cómo ha sucedido esto?
―Decía cosas muy feas, papá, me dijo que usted estaba loco.
―¿Loco yo?
―No pude evitar golpearlo por decir cosas horribles.
―Estoy seguro de que no querrías pasar la vida golpeando a las personas que llamen a este viejo loco como un loco.
―Podría ―masculló el niño, viendo con inocencia a su padre.
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Cementerio de tormentas e ilusiones
FantasyDos enemigos mortales. Un pirata y un militar. Dos ambiciones diferentes. Conseguir el tesoro legendario y cazar al pirata más temido. Y una sola leyenda. Ella. ---Historia escrita en conjunto con @uutopicaa